Siendo  Clinton gobernador del planeta, con su ayudante “el otro Bill”,  Gates para más señas, una joven pareja de inmigrantes aguardaba con impaciencia el nacimiento de su primogénito. Tras visitar varios centros de salud y hospitales, en ninguno de ellos encontraron cobijo para el parto porque no tenían papeles y nadie quería hacerse cargo de ellos. Tras abandonar las iluminadas calles, cegados por los deslumbrantes escaparates y ensordecidos por los cantos de villancicos, encontraron refugio en una chabola. A su puerta había congregados varios vagabundos en torno a una hoguera encendida en un viejo bidón de gasoil. Agruparon cartones y periódicos viejos para formar un camastro y allí, en mitad de la noche estrellada, vino a nacer un pequeño bebé. Con trapos y gasas salidas de los andrajos de una vieja mendiga limpiaron al niño, y con agua de una boca de riego calentada junto al fuego.

Quién sabe por la emoción del momento, o por los calichazos de una botella de coñac, mezclados con un ácido vino de un tetra brik, los mendigos se acercaron a la joven pareja con los ojos brillantes y le ofrecieron presentes: unas monedas ganadas en la puerta de una iglesia, un poco de colonia de un viejo frasco que Pepe “el limpio” siempre llevaba consigo y unas flores secas  que le ofreció Johnny “el irlandés”, entonando con su astillada guitarra un villancico que nadie entendió. Un melancólico gato y un perrito emocionado por ver tanta gente junta completaron la escena. Fue una particular navidad en uno de los múltiples escenarios del mundo globalizado.

Otra escena tiene lugar a miles de kilómetros de distancia. Los empleados de un centro comercial brasileño se han rebelado contra la petición de sus jefes de que lleven gorros de «Santa Claus» durante el tiempo navideño. Los trabajadores se niegan a ponerse el incómodo gorro rojo de fieltro, típico del simpático San Nicolás y de los ambientes nórdicos. La imagen de «Santa Claus» ha sido muy extendida en todo el mundo por las multinacionales anglosajonas que han impuesto al mundo latino una figura bastante lejana de sus paisajes y sus climas. Estos ambientes cálidos simpatizan más con los «Magos de Oriente», de los cuales uno es negro, y con sus camellos y sus pajes cargados de oro, incienso y mirra que llevan regalos a los niños. En otros ambientes, es el mismo Niño Jesús el que trae los regalos a los pequeños en la Nochebuena. Pero ciertamente, hasta que no se generalizó la moda de la Navidad al estilo norteamericano, como la transmiten los telefilmes, en los países tropicales no soñaban con vestirse de fieltro como en el más crudo invierno de la Europa nórdica, de donde viene la tradición de San Nicolás.

Bajo el pretexto de que les provocaban alergias y les hacían pasar calor, además de hacerles sentirse «ridículos», informaron medios locales, los trabajadores del supermercado han decidido rebelarse contra esta imposición cultural. El hemisferio sur se encuentra en verano en esta época del año, y las temperaturas en el Brasil tropical esta semana alcanzaron los 30 grados. Los empleados del centro comercial Lindoia, en la ciudad sureña de Porto Alegre, recurrieron al Departamento de Trabajo y a la Fiscalía para deshacerse de la odiada prenda. El Departamento de Trabajo ha recomendado a los responsables del centro comercial que se abstengan de obligar a sus empleados a llevar puestos los gorros del gordito y sonriente abuelete nórdico.

Mientras tanto, emociones desbordantes y ficticias, salpicadas de buenos deseos no se sabe para qué, pueblan estos días nuestros ambientes. En las cárceles se palpa la tensión. La depresión hace estragos entre los más débiles. Los que han perdido este año a un ser querido los pasan mal. Aquí hay que sacar el pavo o el cabrito, los matasuegras y el frac barato pese a todo, porque si no parece que no llega la Navidad. Todo es alegría vacía de contenido y euforia por las compras. Por favor, que nos dejen un poco en paz, pero de la verdadera, ¿no les parece?

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Publicado en la Navidad del año 2000