Un 23-F de hace dicesiéis años nacía en Murcia mi hijo mayor, Pedro. Fue una tarde-noche de viernes y estaba programada la cesárea para el sábado por la mañana, porque venía de nalgas. No obstante dijo que él quería venir al mundo rompiendo aguas, como casi todo hijo de vecino que se precie. No lo pudo evitar. Y a mí me pilló en una óptica en pleno centro de la capital. Padres primerizos… nervios asegurados. José María Aznar ganaría unos días después sus primeras elecciones a Felipe González… y nosotros seguíamos en el hospital. Los efectos de la cesárea nos obligaron a permanecer 12 días en una habitación del centro sanitario, que compartimos con otras parturientas y sus familias.

Vuelvo la mirada hacia aquellos días y compruebo cómo nos ha cambiado la vida. Cuando uno decide unir su existencia con otra persona ya nada es como antes. Y mucho menos como lo había previsto. Precisamente en estas últimas semanas han aflorado multitud de recuerdos, imágenes, sentimientos y emociones que me hacen revivir historias personales de la adolescencia. Recuerdos, imágenes, sentimientos y emociones que centran un lugar en el presente que tiene que ver con con una especial atención a cualidades que han despertado en mi hijo Pedro. Un padre nunca puede dejar de lado a toda su descendencia, y yo ahora no puedo por menos que enternecerme con una mirada melancólica también hacia Ángel, mi hijo pequeño que está a punto de cumplir los 13 años. En otro momento hablaré acerca de lo que supone la relación con él, desde la mirada hacia un hermano menor.

Como decía, esa efusión de imágenes y recuerdos de estos días tienen que ver con la actividad que Pedro ha desplegado con la puesta en marcha de A pie de pista, un blog de baloncesto en el que desde el primer instante ha volcado toda la pasión que lleva dentro con el basket, deporte que practica con intensidad desde hace unos seis años.  En una conversación informal surgió la idea de crear esta página a partir de los análisis de los partidos del UCAM Murcia, el club de baloncesto de nuestra ciudad, al que estamos abonamos y al que seguimos con regularidad. Una puerta se nos abrió, al poder asistir a las ruedas de prensa tras los finalizar los partidos, gracias al compañero de Onda de Regional de Murcia, Fernando Vera.

El blog comenzó el pasado 4 de diciembre y desde la primera entrada pude comprobar que había mucha fuerza, voluntad, capacidad y deseo de superación. Un lenguaje  y estilo periodísticos ha dado paso desde entonces a trabajadas crónicas y a poder expresar certeros análisis que vienen de la mano de un chaval de 15 años que cuando se propone algo lucha por ello y lo consigue. Además de las crónicas del UCAM Murcia, partidos de la ACB y de la Euroliga, en los últimos días ha publicado las crónicas de los siete partidos disputados en la Copa del Rey de Baloncesto, que hemos vivido intensamente en el Palacio Sant Jordi de Barcelona. Unas crónicas trabajadas durante el desarrollo de los encuentros y en el tiempo muerto entre las eliminatorias. En la imagen que abre esta entrada se puede comprobar cómo escribía las crónicas desde la grada.

¿Y a cuento de qué esos recuerdos, imágenes y sentimientos? Pues a una razón muy sencilla. Yo empecé en esto del periodismo con 11 y 12 años, escribiendo las crónicas de los partidos de fútbol del Club Deportivo Dolores, un equipo de la Primera Regional del fútbol alicantino de mediados de los años 70. Era el club de Dolores, un pequeño pueblo de la Vega Baja en el que mi padre fue corresponsal unos años del diario La Verdad. Periódico, por ciento, en el que empecé mi actividad periodística entre los años 1986 y 1992.

Resulta que mi padre no sabía escribir a máquina… y no le gustaba el fútbol. ¿Cómo podíamos resolver este entuerto? Pues muy fácil. Él mi dictaba sus crónicas de acontecimientos culturales, sucesos o noticias varias y yo tecleaba en una pequeña Olivetti los artículos. Además, iba los domingos por la tarde al campo de fútbol, armado con una libreta y un bolígrafo. El presidente del club, que si no recuerdo mal esos años era el cartero del pueblo, me dejaba pasar y me acompañaba al vestuario del árbitro para que éste me dejase las alineaciones y, al terminar el partido, comprobar los datos que yo tomaba de las incidencias del partido con lo que él reflejaba en el acta. Imagínese el lector la escena: un adolescente en pantalón corto, tomando nota de lo que sucedía en el campo para luego hacer la crónica y publicarla en un periódico.

Pues sí. Una vez terminado el partido me iba a casa. Cogía un folio en blanco y reproducía las alineaciones, las incidencias para la ficha del partido, y el comentario, que normalmente comenzaba así: «Tarde soleada en el campo de fútbol de La Alameda, donde el Dolores ha dado buena cuenta en su enfrentamiento con el Thader de Rojales…».  Una vez acabada y corregida la crónica, introducía el folio en un sobre con la dirección de La Verdad, Navas 40, Alicante, y me desplazaba hasta la oficina de Correos para enviar el texto a la redacción alicantina de este centenario periódico murciano. Ahora sólo había que esperar al miércoles, que era el día en el que las páginas de Deportes recogían las crónicas del fútbol regional. Y allí aparecían mis artículos publicados con la firma «Navarro, jr» lo que me llenaba de orgullo. Pude recuperar algunas de aquellas crónicas años después, en el verano de 1986, cuando fui a realizar prácticas de periodismo a la redacción de La Verdad en Alicante.

Quizá ahora el lector podrá entender el por qué de todas estas emociones. Han pasado muchos años y el periodismo de entonces es muy diferente al de ahora. Los medios técnicos también. Pero hay algo que permanece. Pasión de padre, pero sin duda, pasión justificada. Y recuerdos, muchos recuerdos, que prolongan la paternidad más allá de lo cotidiano.

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Imágenes del viaje a Barcelona