Aunque han pasado ya varios días desde que regresamos a nuestra tierra, el recuerdo de las últimas jornadas del Camino de Santiago y las experiencias vividas nos llevan a pensar ya en el próximo año, momento en el que si nada lo impide, volveremos a retomar este viaje iniciático repleto de sensaciones, sinsabores y, por supuesto, satisfacciones. Atrás han quedado los kilómetros por tierras riojanas y la llegada a las de Castilla y León. El compartir los repechos, el sol y el polvo de los caminos, con decenas de peregrinos de diferentes nacionalidades, confesiones y procedencias vitales. De respirar el mismo aire de los albergues, de entender el sentido del dolor de unas piernas castigadas por las ampollas o por unas articulaciones endurecidas y rígidas.

La verdad es que sobre el Camino se cierne un sinfín de experiencias personales y colectivas, a lo largo de los siglos, que resulta complicado reflejarlas en un papel o en una pantalla de ordenador. Creo que cada persona reúne tras de sí un amplio abanico de vivencias que quedan en la mochila de cada uno y de cada una.

Tras la etapa de Nájera llegó la de Santo Domingo de la Calzada, enclave desconocido y que sorprende al visitante con toda la historia que arrastra este santo patrón de los que construyen caminos y carreteras. Leyenda del gallo y la gallina que reviven en la mesa del comendador tras la intervención del santo al revivir al peregrino alemán acusado injustamente de robo por la pérfida hija de un mesonero. Sede episcopal, cuya catedral merece visitarse, al igual que la Torre y el campanario.

Fue precisamente en este último enclave riojano en el que conocimos la experiencia que nos contó una hospitalera del albergue en el que nos alojamos, acerca de un padre mejicano que viajaba con la credencial de su hijo fallecido recientemente y que sellaba en cada uno de los destinos que alcanzaba en su caminar. O los hijos de un matrimonio francés, fallecido recientemente y que había hecho el camino hace dos años, cuyas cenizas eran repartidas a lo largo de las etapas por sus descendientes. Emociones y vivencias que están repletas de historias y de motivaciones. Unas se han visto reforzadas por la película The Way, de Martin Sheen y su hijo Ernesto Estévez, especialmente para los peregrinos anglosajones, o la traducción del libro El Peregrino, de Paulo Coelho, al coreano y que ha atraído hasta la vieja Europa a los madrugadores peregrinos de ese país.

Las etapas de Belorado y Agés dieron paso a la llegada a Burgos, donde compartimos tarde y noche con Fran y David, padre e hijo como nosotros, en un encuentro entre generaciones que permite vivir un camino diferente. Un camino de esfuerzo y superación, de cesiones e intento de comprensiones diversas. En definitiva, como es la vida. Una vida en medio de un caminar sin rumbo fijo.