Ni uno del 64. Sí, compañeros de generación, no he encontrado ningún cabeza de lista de las elecciones de ayer en Euskadi y Galicia que sea de nuestra generación. Los ganadores son todos mayores que nosotros. Iñigo Urkullu (PNV) y Núñez Feijoo (PP), los dos vencedores, nacieron el año 1961, por lo que superan los 50. Otros ganadores como Laura Mintegi (EH Bildu), que vino al mundo en 1955, y Xosé Manuel Beirás (AGE), que es el más veterano a sus 76 años, también están muy lejanos a nuestra generación. 

Entre los derrotados, Francisco Jorquera (BNG), también es de 1961, y Patxi López (PSE-PSOE) y Pachi Vázquez (PSG-PSOE) nacieron en la década de los 50: el primero en 1959 y el segundo en 1954. Por su parte, José Canedo (UPyD) tiene 53 años, formación política que no ha alcanzado sus deseos de convertirse en llave para el gobierno de la Xunta. Hay que sumar entre los que no han alcanzado sus expectativas electorales a los ‘jóvenes’ Antonio Basagoiti (PP) en el País Vasco, nacido en 1969, y Xoán Ascuas (CxG) en Galicia que lo hizo un año después. Capítulo aparte es Gorka Maneiro (UPyD), que ha revalidado su escaño en Euskadi, en este caso nacido en 1974,  que se considera satisfecho con los resultados del partido de Rosa Díez.

Visto lo visto, el primer análisis de urgencia de los resultados de ayer domingo nos enfrentan al hecho de que la crisis económica y las políticas de ajuste del PP no han pasado factura. Este elemento podía ser el determinante en el caso gallego, porque en el País Vasco el contexto social y político es diferente. Los resultados han confirmado unas opciones conservadoras. Me explico. En Euskadi se ha vuelto a una situación tradicional: el PNV recupera lo perdido hace cuatro años. Es el referente nacionalista moderado, cuyas políticas en economía no difieren mucho de las que puede confrontar con el Partido Popular de Rajoy. De hecho en el Congreso de los Diputados, al igual que Convergencia i Unió en el caso catalán, coinciden a la hora de aprobar la mayoría de medidas que adopta el Gobierno de España, salvo alguna cuestión aislada. En Galicia, Núñez Feijoo ha recuperado el voto tradicional que Fraga atesoraba elección tras elección. El voto de izquierdas o progresista, disperso en una infinidad de posibilidades, ha quedado desdibujado. El electorado no ha visualizado una posibilidad de volver a contar con un gobierno socialista y nacionalista.

Encrucijada en el PSOE

Capítulo aparte es la derrota del Partido Socialista, más grave en el caso gallego que en el vasco, porque en este último territorio, también con varias opciones de izquierda en juego, hay que sumar la irrupción de EH Bildu, que ha conseguido alcanzarlos mejores resultados que en otra época cosechaba Herri Batasuna. Rubalcaba va a tener muy difícil analizar y explicar unos resultados en los que sus candidatos, que si bien son los del PSOE, son apuestas especialmente suyas. El proceso que se abre ahora es muy complejo, porque la gente no visualiza en la socialista una opción clara frente a la situación política marcada por los recortes y por unas políticas que van a desmantelar el Estado de bienestar. El problema está en que los ciudadanos ven al PSOE como parte del problema. Hasta hace muy poco ha estado en el Gobierno de España y sus errores -que son los nuestros, de los que nos sentimos parte del problema- en la gestión de los últimos años aún pueden pasar más facturas.

Por eso es importante reflexionar y tomar medidas. El último congreso socialista se cerró en falso. Como suele pasar en las organizaciones cuando deciden apostar por el continuismo, en tiempo de incertidumbres los dirigentes se repliegan con argumentos que tratan de mirar a la estructura y no hacer una verdadera apuesta de cambio y/o ruptura. Resulta muy difícil querer convertirte en referencia de otro tipo de hacer política cuando has tenido en la mano hacerlas y no las has hecho. Y no nos engañemos, aún hay colchones suficientes en la sociedad española como para que las consecuencias de los recortes y los ajustes no se perciban como ese elemento determinante como para cambiar las cosas.

Política inevitable

Tampoco nos engañemos, la sociedad española votó en masa echar a Zapatero y al PSOE de las instituciones. Esos votantes, aún cuando perciban que el camino no es el correcto, sienten que son responsables de lo que se decide desde el Gobierno. Y parece que ha calado la inevitabilidad de las medidas. Es verdad que las responsabilidades son distintas, según el nivel de toma de decisiones en el que se sitúe cada uno, pero creo que hay una mala conciencia entre la mayoría de la gente en el sentido de que esa responsabilidad no se puede cargar a unos pocos, porque a todos nos toca algo.

No obstante, el pulso del país tampoco se puede medir en las elecciones de ayer, porque Galicia y Euskadi tienen peculiaridades políticas propias que no se pueden extrapolar al conjunto de la sociedad española. En el País Vasco se ha avanzado en el proceso de paz y su situación económica dista mucho de ser la general de otras comunidades autónomas. El contexto, por tanto, ha sido determinante, y las opciones nacionalistas han sabido muy bien situarse cada una en su lugar para atraer a su electorado. Galicia siempre ha tenido un voto conservador, diría que caciquil en ocasiones, que ha jugado a favor del Partido Popular. Pero es que no me negarán que el atractivo y el perfil de sus candidatos dejaba también mucho que desear. Había y hay un abismo.

Ahora se abre un período de dos años que, a excepción de las elecciones en Cataluña -que estarán marcadas por el debate ‘independencia sí, independencia no’- va a permitir a Mariano Rajoy afianzar sus políticas, pedir el rescate a los poderes económicos de Europa… y aguantar el chaparrón. Difícil lo tiene el PSOE y la izquierda social y política en su conjunto. Se abre un tiempo de resistencia. De éxodo, decimos los creyentes. Los del 64 estaremos ahí.