Los Reyes Magos son verdaderamente magos. Han dejado en casa un tocadiscos renovado con las aplicaciones y recursos del momento. Pero han dado en la diana de los que crecimos apilando discos de vinilo en los que depositábamos algunos de los mejores momentos de nuestra infancia, adolescencia y juventud.

Para la Gente del 64 supone un gran acontecimiento en mitad de esta crisis. He desempolvado varias cajas en las que guardaba los LP’s y singles de varios traslados y han comenzado a recobrar vida. Desde viejos discos de la casa Belter que sonaban a cielo en el primer tocadiscos que llegó a casa de mis padres, un Philips de madera, con altavoces desmontables que una vez utilizado servían para cerrar el aparato como si de una caja de madera se tratase.

En ese tocadiscos sonaron los acordes de los vinilos que mis padres compraron en París a comienzos de los 60, cuando habían llegado como emigrantes desde la España rural del momento. Recuerdo especialmente uno de la Orquesta y Coros del Ejército Ruso, o los que grabó mi tío Pedro, Navarro de Luna, en Le Chant du Monde , la casa discográfica en la que también grabaron numerosos artistas franceses de los 50, 60 y 70.

Hasta casi mediados de los 90 del pasado siglo fui atesorando discos de los diversos géneros que me gustaban: del rock sinfónico de Pink Floid o los geniales Supertramp, a la Sinfonía Celta de Alan Stivell y la música flok, pasando por el rock andaluz de Triana, intercalando  cantautores como Luis Pastor, Víctor Jara, Paco Ibáñez o Raimon. También los grupos de la movida madrileña de los 80, y en los 90 la salsa de la Fania All Star y sus diversos artistas. Pero entre los discos que ahora he recuperado y que más cariño guardo se encuentra un single de 45 r.p.m. que compré en Liverpool en el otoño de 1987 (en mis primeras vacaciones laborales): Love, de John Lennon, en una edición japonesa. Es la canción de amor que más me ha emocionado.

Uno empieza a sentirse un bicho raro, porque al empezar a escuchar de nuevo esos discos, mi hijo pequeño alucinaba con que se pudieran escuchar canciones… ¡por las dos caras! esta generación tecnológica conoce los cd’s y los dvd’s y casi se avergüenza de que sus padres cargásemos con los LP’s para llevarlos a nuestras fiestas y guateques. Pero no me negarán que el sonido de un vinilo no tiene que ver nada con la HQ de ahora, o de la música en línea que oyen nuestros hijos mientras juegan on line con sus amigos.

Esa vuelta del tocadiscos al comedor de casa ha sido, además, un reencuentro feliz con los de nuestra generación. Una reivindicación de nuestro pasado y de nuestra cultura. Desempolvados los LP’s llega el momento de los recuerdos. Y de recuperar el gusto y la pasión por el baile y por rescatar esas emociones que han construido nuestras historias personales.