Ni en su peores sueños podía imaginarse el ‘almirante’ de la nave de Murcialandia, Ramón Luis Valcárcel, que su sucesión iba a estar marcada por elementos que él no controlase desde su despacho de San Esteban. O desde la terminal de cualquier aeropuerto, a excepción del de Corvera.  Pero ha resultado que unos ingenuos magistrados le han seguido al juego al PSOE de Puerto Lumbreras y mira tú que me han imputado a mi hijo bien amado. Aquél al que he estado alimentando desde sus tiempos de becario de Políticas y al que le he concedido pagas astronómicas para que a su pueblo no le faltara de nada. Y resulta que unos jueces van y me lo imputan. ¡Pero qué se han creído!

Ahora ha tenido que agarrarse a lo que ha podido. A lo que le ha quedado. A lo que le permite volver a demostrar que aquí el que manda es él. Manda sobre su partido, porque quienes mandan sobre esta Región son otros. Otros que no se sientan en los órganos de dirección de los partidos ni, si me apuran, de la organización patronal de los empresarios. No hace falta. Marcan la política desde órganos extrapolíticos, si me permiten la expresión. Y no sólo la política institucional, sino la cultural, la mediática y, por supuesto, la económica, que es la madre de todas las políticas.

Pero a lo que íbamos. Al final el dedo de Valcárcel ha elegido a Alberto Garre, vicepresidente primero de la Asamblea Regional, y democráticamente, los miembros de la dirección del Partido Popular de la Región de Murcia ratificarán esta decisión. ¡Le llaman democracia…y no lo es! Esto es increíble. Hasta hace unos días nos habían hecho creer que esto de la sucesión era cosa de tres: Juan Bernal, Pedro Antonio Sánchez y Juan Carlos Ruiz (vicepresidente del Gobierno regional, consejero de Educación y portavoz del Grupo Parlamentario del PP en la Asamblea, respectivamente). Autodescartado el primero al comprobar que lo prometido, al parecer en su caso, no ha sido deuda; imputado por cohecho el segundo, aunque peregrine con sus papeles del banco para demostrar a la prensa, a los directores de los colegios y a quien se le ponga por delante que está todo en regla, quedaba el tercero. Pero hete ahí que en realidad no había ni un primero ni un tercero. Juan Carlos, no. Entre el ‘no tiene carrera’ y ‘le falta experiencia de gestión’, al pobre no le ha valido de nada los años que lleva adulando los vaivenes de su jefe en la Asamblea y haciendo de tripas de corazón a la espera de algo… que al final no ha llegado.

La verdad que para todo esto hay que tener estómago. Hay que hacer de tripas corazón para no sumergirte ante los continuos desaires, falsedades, hipocresías, mentiras y autocreencias de que esta política no puede ser de otra manera. Y todo porque al final la complicidad con quien atribuimos el liderazgo de esta Región lleva aparejada la sumisión, la falta de creencias, la autenticidad, en definitiva.

Lo realmente importante no es el sainete de la sucesión. De si se va al Parlamento Europeo y por qué. ¿Alguien puede responder qué es lo que va a aportar en Europa? ¿Qué gestión es la que quiere ofrecer como modelo? ¿La de una Región que está hipotecada? ¿La de la mentira del agua? ¿La de los supuestos agravios que esconde la excusas de un mal pagador? ¿La de la palabra y las promesas incumplidas? ¿La de la complicidad con los desaguisados que se han cometido… y a Dios gracias, los que aún no se han perpetrado porque a trancas y barrancas ha funcionado el sentido común o el contra poder ciudadano, o la maltrecha Justicia? Los tentáculos del poder son muy largos. Llegan a los rincones más insospechados.

Lo grave, a mi juicio, en todo este proceso que estamos viviendo en las últimas semanas, es que se está dejando de lado el balance de estos diecinueve años de gobiernos del PP. En realidad, de gobiernos de Valcárcel. De gobiernos apoyados en las urnas, sí, pero no por ello exentos de estar sometidos al juicio de generaciones presentes y futuras. Esas que van/que vamos a tener que pagar los excesos de una mala gestión. Una gestión en la que la complicidad de una mayoría silenciosa (y silenciada en múltiples ocasiones) ha permitido a quienes nos gobiernan campar a sus anchas sin apenas control democrático. Y, por supuesto, sin transparencia. De esa complicidad hablaremos en otro momento.

Pues nada, Alberto Garre es el oráculo personalizado de Valcárcel. La respuesta que ofrece antes de subirse a un avión, acompañado, y decir: ‘ahí os dejo la herencia, toda vuestra’.  Pero eso sí, ya se encargará de seguir culpando a otros de lo que ha pasado. Es marca de la casa. Y ahora no le quedan argumentos, como los que ha empleado reiteradamente para repetir como candidato: que si le arrancó el compromiso a José María Aznar para construir el aeropuerto (en 2003); que si se mantuvo para darle en la cara electoral al candidato del PSOE por haber osado meterse con su familia en pleno ‘boom inmobiliario’  (2007) o porque no podía marcharse en plena crisis económica, porque la Región me necesita (2011). Pero que nadie piense que Garre es la solución. Pedro Antonio sigue siendo el candidato… y seguirá. Y todos a votar la sucesión. Aquí paz y después gloria.