El mes de diciembre va a finalizar con el regusto de haber vivido intensamente las Fiestas de la Virgen en Yecla, mi pueblo, donde hemos compartido la Mayordomía de la Bandera de mi primo José Francisco Navarro Ibáñez. El año pasado ya las disfrutamos junto a su hermano Juan, quien también fue Mayordomo de la misma insignia. Comparto el artículo que escribí para la Revista de la Fiestas, que edita la Asociación de Mayordomos de la Purísima Concepción, así como el Pregón que pronuncié en el año 2008.

A la quinta fue la vencida. Cuatro veces intentó José Francisco Navarro Ibáñez, ‘Jose’, ostentar la insignia de la Bandera. “Largo se nos hizo a todos, pero la espera ha merecido la pena, puesto que los días de la fiesta han dilatado el tiempo que vamos a vivir, el máximo de los posibles”, asegura el mayordomo ante la mirada de asentimiento de Isabel, su mujer, y de las dos hijas de este joven matrimonio, Patricia e Isabel, que serán pajes de la Virgen. Ese período festivo más amplio no obedece más que a que el Día de la Bajada, al caer domingo, cuenta dentro de la celebración del Novenario en honor de la patrona, al abarcar las dos semanas preceptivas. La Subida será el domingo 21, y al día siguiente el sorteo de de la Lotería de Navidad. “Dejaremos el domingo a la Virgen en el Castillo y el miércoles estaremos celebrando la Nochebuena en familia, aún con los ecos de la compañía de la Inmaculada Concepción que habremos gozado en el pueblo”.

La motivación que le ha llevado a ‘levantarse’ como candidato las cinco veces que lo ha intentado no hay que buscarla más que en la ilusión de sus dos hijas, que desde muy pequeñas han vivido y sentido las fiestas como una parte de su existencia. Las dos van a salir de pajes, y desde hace semanas se han distribuido los diferentes momentos en los que participarán cada una. Patricia, por la mañana, e Isabel, ‘la Peque’, por la tarde. La madre de las criaturas es yeclana de adopción. Llegó a Yecla con 13 años en 1985 y el noviazgo comenzó el año siguiente, “pero nada serio hasta que cumplimos los 18 años” afirman entre sonrisas de complicidad ante sus hijas, a las que les dicen que no piensen en novios hasta que alcancen la mayoría de edad.

Esa pasión e impaciencia infantil es la que lleva a Patricia a preguntar cuándo van a venir todos los fines de semana sin parar, para coger carrerilla y alcanzar los días de fiesta. A Patricia, desde pequeña, siempre le han gustado las fiestas. Su madre recuerda que cuando contaba con tres o cuatro años de edad, en el momento de la despedida a la Virgen el día de la Subida desde la iglesia, desde La Purísima, comenzaba a llorar y preguntaba por qué tenía que marcharse. Ahora le gusta ir ‘en los empujones’, como ella afirma, en cabeza de la comitiva y apretujada, y recuerda a menudo esas escenas junto a su abuela Paquita, el día de la Virgen.

Patricia y ‘la Peque’ juegan con la complicidad de ser tan semejantes que la gente en muchas ocasiones no las distingue. Y han tenido una gran maestra para los días y momentos que se les avecinan con su prima Amanda, la hija de sus tíos Juan Navarro y María José Ortiz. Precisamente, su prima Amanda fue la mano inocente y nerviosa  que sacó el papelico en el que estaba escrito el nombre de su tío Jose en el sorteo de Insignias que le permitió alcanzar por fin el sueño que anhelaba. Y máxime el año en el que su hermano Juan ostentaba la misma insignia. En la historia reciente de las Fiestas de la Virgen se ha dado el caso de que dos hermanos hayan sido mayordomos compartiendo la insignia, pero no que fueran en años consecutivos. En 2006 coincidió que dos hermanos fueron los mayordomos del Bastón y de la Bandera, Marcos y José Manuel, respectivamente. Pero traspasar la insignia de un hermano a otro nunca se había producido, al menos en la época moderna, lo que confiere un significado especial.

Jose 'juega' la bandera en la entrada de la Virgen a la Basílica de la Purísima, el pasado 7 de diciembre, Día de la Bajada

Jose ‘juega’ la bandera en la entrada de la Virgen a la Basílica de la Purísima, el pasado 7 de diciembre, Día de la Bajada. / JERÔME VAN PASSEL

Jose será el cuarto titular de la Mayordomía de la Bandera como miembro de la Escuadra de Los Luna, tras las experiencias vividas en el año 1982 con su primo Juan Victoria, y en 1984 con Benito Rico. Acontecimientos que recuerda como niño integrado en la gran familia de la mano de su padre, Francisco Navarro Díaz, sus tíos y demás miembros de esta centenaria escuadra. Unos componentes que se han volcado a lo largo del año, al igual que lo hicieran el pasado con su hermano Juan, con echar el resto ante cualquier cuestión que precisaran en los preparativos. Este año, con un cabo muy especial, Pascual Azorín, que va a vivir las fiestas con el recuerdo emocionado a la ausencia física de su padre, ‘Pascualico’, que nos dejó la pasada primavera. 

Recuerdo emocionado que, pese a los años, y ya van once, vivirá Jose y su madre, Paquita, por la falta del que fuera cabeza de familia, quien llegara a ser ayudante mayor del alférez abanderado. Precisamente esos son los años que se traslada a casa de su madre, en la Avenida Pablo Picasso,  durante las fiestas para vivir esos días arropados en el hogar en el que vivieron su infancia, adolescencia y juventud. Y donde vivirán las próximas semanas los acontecimientos festivos, con la singularidad que comporta ese punto de encuentro para los escuadristas para salir a recoger al mayordomo del bastón, calles arriba, y recorrer y presidir juntos todos y cada uno de los momentos.

Esa casa familiar que guarda los recuerdos de cómo han vivido siempre las fiestas, con modestia, “muy al estilo de Los Luna, sin alardes, como se vivía antes, tiempo atrás, de puertas para adentro, porque somos una familia de tradición, que nos gusta vivir estos días de una manera sencilla, pero con mucha devoción”, como aseguran.  Recuerdos familiares, de gestos humanos y cotidianos que aparecen al rememorar un tiempo en el que este mayordomo fue polvorista, compañero de Joaquín, el zagalico que venía con Fernando, el cargador de su padre, un chiquillo que vivía en el Barrio del Sol y que aún se lo encuentra de vez en cuando por la calle. Los dos zagales iban detrás de los músicos para que en el momento en el que se acababa la cantimplora de pólvora se dirigieran al interior de una casa para recargarla y así poder continuar.

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La familia al completo: Jose, Isabel, Patricia e Isabel Mª.

Una familia que en su doble condición está implicada de lleno en este acontecimiento. Desde la dimensión más expresiva, como los trajes, diseñados por la tía María José Ortiz, que les ha puesto mucha ilusión (“más que a los míos del año pasado”, asegura) y son la continuidad de esta labor que ya tuvimos oportunidad de comprobar en las Fiestas de 2013. Sin grandes elementos que rompan la armonía, unos ropajes que son una muestra más del buen hacer de esta artesana de las telas y los complementos. Llevan muchos detalles y rebosa la gran dedicación que se les ha prestado. Las dos cuñadas, María José e Isabel, han empleado muchas horas en recorrer internet para encontrar hasta el más minucioso elemento de unos trajes inspirados en la moda del siglo XVIII. Y compartida, en parte, esta labor artesanal con la colaboración de personas allegadas a los padres de las pajes, como Efi, que ha puesto mucho cariño y horas para entrelazar hilos con el encaje de bolillos. Siempre con la intervención callada, pero laboriosa, de la abuela Paquita, que ha realizado, junto a su nuera María José, los bordados. Unos trajes y complementos que han buscado, además de la propia belleza y arte de los mismos, la comodidad, para que las pequeñas se sientan a gusto durante cada uno de los actos que tengan que vivir. Y como cada una de las dos va a vivir su particular participación en aquellos, aseguran que la gente no va a encontrar diferencias entre Patricia y ‘la Peque’. Y además no se han tenido que elaborar seis trajes, sino cuatro, porque las hermanas son exactamente iguales en su tallaje. Dos blancos, uno rosa y otro azul.

Y la presencia de cada una de las hermanas va a estar acompañada de las primas Blanca,  Sofía y Daniela, quienes van a salir en los paseos. También los primos Rodrigo y Carlos (que han sido testigos de los ensayos y entrenamientos estivales del mayordomo en jugar la bandera) e Iker, que quiere seguir los pasos de sus tíos Juan y Jose al frente de la mayordomía ante la sorpresa de su madre.

Una gran ilusión es la que domina en ambas familias ante el acontecimiento que van a vivir. Cada una a su manera. La de Jose, más ligada a las tradiciones yeclanas. La de Isabel, incorporada a la idiosincrasia de este pueblo del Altiplano desde que sus padres, naturales de dos provincias andaluzas (Almería y Cádiz), recalaron por aquí a mediados de los 80 del pasado siglo. Sus hermanas Blanca y Luz Mari, y su hermano José Manuel (escuadrista de Los Luna), viven también las fiestas con intensidad, como sus cuñados Pasky (su fiel cargador desde hace años,  ubicado en un lugar privilegiado para vivir la fiesta desde sus entrañas) y Carlos (quien ya imagina la idea de ser mayordomo de la bandera en un futuro más o menos cercano). No digamos nada de su cuñada Brígida, ‘la tía Brigi’ para Isabel y ‘la Peque’, que saborea estos acontecimientos con verdadera pasión.

Ilusión que lógicamente es compartida por la familia de Jose. La tía Ramoni y sus hijos, Miguel y Rosa, Juan y Conchi, la tía Belén ha enviado las flores para la Bandera. La tía Juani ha hecho el pomo, bajo la atenta supervisión de su Pedro, como ya lo hicieran el año pasado para Juan. Ambos son los hermanos de su padre, y todos hijos de José Antonio, el abuelo que se levantó en el año 1954 (el de la Coronación), pero que no pudo ser. Un mayordomo que, casi un año después no olvida la histórica efeméride que le supuso conseguir que su primo Pedro José (quien pregonara las fiestas en 2008) desfilase con la escuadra de Los Luna, pertrechado de su correspondiente uniforme reglamentario y arcabuz, el día en que fue proclamado Clavario.

En definitiva, un sueño que se ha visto cumplido y que tendrá su culmen en todas y cada una de las jornadas que arrancarán desde el momento del Beneplácito hasta el de la entrega de insignias, al filo casi ya de la Navidad. Una quimera que rozaba la obsesión por el hecho de que las pequeñas no llegaran a alcanzar el gran sueño infantil de ser pajes de la Virgen, de acompañar a la imagen de la Inmaculada Concepción. La que verá jugar la bandera en su honor y ante el mayor número de escuadristas, tal como Jose prevé alzarla y rozarla en el frío aire de diciembre, salpicada por el humo y el estruendo de la pólvora. Este año toca vivir de nuevo las sensaciones que ya se experimentaron el pasado. Otro momento de encuentro familiar y de expresión de la tradición y la religiosidad de un pueblo que se vuelca con su Madre. Jose e Isabel, Patricia y ‘la Peque’ Isabel están ya entregados.