Entrevista publicada el 7 de enero de 1992.

Entrevista publicada el 7 de enero de 1992.

Cuando tienes que abandonar a tu familia, a tu mujer y a tus hijas, a tus amigos, a la gente a la que quieres, con la que estás comprometido, tu trabajo… algo muy grave está ocurriendo. En esos momentos no se adoptan decisiones a la ligera, por capricho personal o por querer ir de víctima por la vida. Se trata de tomar en serio unas amenazas de muerte. Esta experiencia la viven a diario miles de personas a lo largo y ancho del planeta. Hace veinticinco años la vivió Alfonso Alcaraz Belchí.

Quizá muchos no lo recuerden, pero este periódico desveló en enero de 1991 el conocido como ‘caso de las sentencias bondadosas’. El periodista Chema Gil dio a conocer las investigaciones que realizaba el entonces fiscal antidroga Manuel López Bernal acerca de unas sentencias consideradas blandas o bondadosas dictadas a importantes narcotraficantes por parte de la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia, sin celebrar la vista oral. En este asunto se vieron implicados tres jueces, un ex fiscal y un abogado, contra los que se interpuso una querella en cuya acción popular se encontraban diversos colectivos antidroga y de seguimiento y acompañamiento a menores y jóvenes.

Alfonso Alcaraz Belchí fue uno de los firmantes de esa querella, como presidente de la Coordinadora de Barrios de Murcia. Miembro de la Comunidad Cristiana de Base del polígono de La Paz, estaba comprometido desde hacía años en el trabajo de los movimientos sindicales y sociales con las personas más excluidas: trabajadores precarios, niños y familias, jóvenes toxicómanos… Y todo ello desde sus convicciones religiosas como creyente en Jesús de Nazaret. Respaldar una iniciativa de esas características, en la que se ponía en tela de juicio una acción judicial que beneficiaba a traficantes de droga frente al drama que vivían a diario las personas toxicómanas y sus familias, le trajo graves consecuencias.

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Campaña de apoyo a Alfonso Alcaraz por las comunidades de base y otros colectivos.

Las continuas amenazas de muerte no le amedrantaron hasta que las ampliaron a sus hijas. Fue entonces cuando tomó la decisión personal de abandonar Murcia. Lo hizo en octubre de aquel año 1991. Primero él solo. Más tarde, junto a toda su familia. Nada sucede por casualidad, y el destino ha querido que justo hoy hace veinticinco años traer al recuerdo la entrevista que le hice a Alfonso en el periódico en el que entonces trabajaba. Seguía oculto por precaución. Con serenidad y humildad, pero con la fortaleza de quien se siente firme en sus convicciones, declaraba que no quería desafiar a nadie, pero que no iban a poder con él. Que pasaría a un segundo plano, que se comprometería en otros ambientes, pero que tenía claro que la opción por los pobres tenía consecuencias. Pero que no iba a poner la vida de sus hijas en peligro.

Recuerdo que su testimonio me conmovió. Su entereza. Su valentía. Como la de muchas otras personas que he conocido a lo largo de la vida. Personas que se juegan a diario su vida personal, familiar, profesional. Que no pasan por el mundo sin intentar cambiarlo. Supe que Alfonso Alcaraz y su familia se fueron a vivir a Águilas. Pero en estos años no volví a saber nada de él. Hasta hace unos días. Alfonso murió hace poco más de un mes. Su gente de la Hermandad del Rocío de Águilas, del Carnaval, de la Coordinadora de Barrios, de las comunidades cristianas de base, de los colectivos de madres y padres contra la droga… ha derramado lágrimas de alegría y agradecimiento por una vida plena y encarnada. Yo también.

Información recogida por El Periódico de Cataluña (13/07/1991) sobre el caso de las sentencias bondadosas.

Información recogida por El Periódico de Cataluña (13/07/1991) sobre el caso de las sentencias bondadosas.