Resulta que hace unas semanas contaba aquí el episodio de los condones vengadores, como rebautizó Ángel Montiel lo sucedido en los últimos tiempos a la vista de los acontecimientos protagonizados hace más de dos décadas por el entonces presidente del Consejo de la Juventud, Miguel Sánchez, y el flamante director general de la cosa juvenil, Pedro Antonio Sánchez. Éste intentó que el obispo Azagra reprendiese al otro Sánchez, como representante de grupos parroquiales en el Consejo por haber apoyado una campaña de prevención de embarazos no deseados con el reparto de preservativos.

Hasta hoy mantenía la tesis de que donde las dan, las toman, pero visto y oído el debate del jueves y lo que esta mañana tiene previsto culminarse en la Asamblea Regional, los cuatro diputados de Ciudadanos nos van a dar gato por liebre. Salvo sorpresas, su abstención, pura y dura, permitirá que los 22 votos del Partido Popular lleguen a Fernando López Miras para ser investido presidente, bendecidos previamente por el transparente y democrático designio de la mano de Pedro Antonio, como éste lo fue por Ramón Luis desde que llegó de becario a San Esteban. Por cierto, todos los juegos de expectativas que habían pasado por los despachos de Antonio Gómez Fayrén, Juan Bernal, Juan Carlos Ruiz y algún otro, quedaron en fuegos de artificio. Porque la herencia la decide el padre, y, en su caso, el primogénito. Lo del usufructo de Alberto Garre, mejor queda para la historia reciente de esta nuestra amada Comunidad.

Uno sigue siendo un ingenuo al pensar que el valor de la palabra no tiene precio. Que los acuerdos están para cumplirlos hasta las últimas consecuencias. Que los compromisos nos retratan y que son ejemplarizantes. En primer lugar, para quien los suscribe. En segundo, para quienes sirve de modelo en los comportamientos. Visto lo visto, la parte contratante de la primera parte puede saltarse cualquier pacto por muy solemne que haya sido su firma. La política queda en lo que la convierten personajes de esta calaña: una piltrafa. Tengo unas convicciones, pero si hay que cambiarlas, pues no pasa nada. Ya saben ustedes, son eso, políticos, piltrafillas que siempre parecen tener una excusa para justificar los incumplimientos, y que nunca se equivocan. Sumado a ello está la fidelidad y la lealtad mal entendidas.

Desgraciadamente, del PP poco podíamos esperar, a la vista del silencio que mantienen sus dirigentes y militantes ante lo que les está cayendo en forma de Gürtel, Púnica, Pokemon, Lezo… amén de todo lo acaecido en la Región. Pero Ciudadanos ha demostrado que sigue manteniendo un complejo de inferioridad ante el papá pepé, asumiendo el discurso del miedo de la supuesta llegada del tripartito Leviatán devorador de las esencias murcianas de los últimos veintidós años. Está visto que la osadía no forma parte de su ADN, sino que prefiere que nada cambie, no vaya a ser que se les culpe de formar parte de la solución. Al final, por tanto, el asunto de las gomitas no era nada, porque ya estaban todos vasectomizados.

Visto lo visto sólo cabe un camino. Hasta que el Partido Popular y su red clientelar, esa parte de la sociedad cooperadora necesaria con su forma de entender la política, no pase a la oposición en la Región de Murcia y se liberen las instituciones, especialmente la Administración regional, esta nuestra querida Comunidad no va a ser capaz de salir de su sempiterna situación de vagón de cola. Acabar con la impunidad y con la complicidad está en nuestra mano.