El ambiente y los filtros de selección tienden a excluir en los partidos políticos a las personas con un perfil altruista, honesto, consistente e independiente

Confieso que estoy en un aprieto cuando alguien me pregunta por las primarias del PSOE. En especial si esgrimen esa mirada interrogante acerca del candidato al que apoyo y voy a votar. Y entonces carraspeo, tomo aire y trato de explicar lo que es difícilmente resumible en los 140 caracteres de un tuit. Porque lo fácil es responder que “soy de Pedro”, “soy de Susana” o “soy de Patxi”. O quizá como suele ser cada vez más habitual, “estoy contra Pedro”, “contra Susana” o, fíjate, Patxi es sensato y buena persona, pero hay que ir a por el voto útil.

Antes de contestar a la pregunta en cuestión, permítaseme derivar el asunto hacia otros derroteros. Esos que tienen más que ver con el proyecto político a presentar a la sociedad, el modelo de liderazgo y las actitudes y valores que acompañan ambos presupuestos. Porque a la vista de lo visto hasta ahora, algunos nos preguntamos por qué no somos capaces de ofrecer alternativas ilusionantes –y por el contrario, en mucha medida son mediocres- teniendo en cuenta que formamos parte de un partido con aspiraciones de gobernar o representar a millones de votantes. No sirve de consuelo que otros también estén en lo mismo.

Porque habrá que dar respuesta a los retos que se presentan en el escenario político de los próximos meses. Hablamos de las pensiones, de la posición en el marco europeo para defender los intereses del Sur frente a un Norte que ha visto en el Brexit su camino, del pacto educativo para avanzar en la formación como factor determinante ante la globalización, qué economía vamos a desarrollar y combatir la desigualdad, el debate territorial con el encaje de Cataluña y el resto de España… Y todo ello desde una posición a la izquierda que no puede excluir los valores del entendimiento, la negociación, el acuerdo, el diálogo y la mediación. Vamos, lo que a diario tenemos que poner en prácticas en nuestra vida cotidiana, en nuestras relaciones de pareja, familiares o laborales. Educación para la ciudadanía pura y dura.

En los partidos y en otras muchas organizaciones se incentiva el servilismo, la falta de honradez, la inconsistencia y el egoísmo

No quiero pensar, como Javier Benegas afirmaba hace unos días, que a la vista de las descalificaciones entre algunos candidatos que nos enfrentamos a una falta de talento y a la convicción de que se carece de un mínimo altruismo imprescindible para servir a la sociedad. Sí es cierto que en estos, como en otros, parece más adecuado acreditar los méritos vitales, los logros, vivencias y pruebas que forman el carácter de una persona y que sirven a su vez para mostrarnos quién es en realidad. La clavé está en que inteligencia y carácter son inseparables.

Desgraciadamente, en los partidos y en otras muchas organizaciones se incentiva el servilismo, la falta de honradez, la inconsistencia y el egoísmo. El ambiente y los filtros de selección tienden a excluir a las personas con un perfil altruista, honesto, consistente e independiente. Personas honradas, altruistas e idealistas tienden a evitar los ambientes donde imperan las malas prácticas.

Llegados a este punto alguien podrá preguntar: vale, muy bien, ¿pero entonces a quién vas a apoyar? Pues lamento informarte, querido lector, que aún me queda una semana para decidirlo. Que trataré de hacerlo sin votar contra nadie, y pensando quién será capaz de integrar a las diferentes sensibilidades en este partido que, pese a sus deficiencias, sigue siendo válido para ofrecer una alternativa a la mayoría de la gente, desde la centralidad del acuerdo y la solidaridad de unas políticas sociales que tienen en el centro a la personas más débiles. Y lo haré pensando en quién está en las periferias. No en el ombligo de la organización.