Tener hijos en España es un estigma. Es el principal factor de pobreza. Así como suena. Sin medias tintas. Sin complejos. Y si además naces en una familia pobre olvídate del impuesto de sucesiones y donaciones porque serás un niño o una niña pobre, un adolescente pobre, un joven pobre, un adulto pobre y un anciano pobre. Porque tus padres seguirán siendo pobres. La denominada Transmisión Intergeneracional de la Pobreza (TIP) es el fenómeno social que Cáritas ha puesto sobre la mesa de la realidad de este país, con el apoyo de los sucesivos informes de la Fundación Foessa. Verdaderos aldabonazos a la conciencia de todos, pero especialmente a quienes tienen responsabilidades en los ámbitos de la política (desde la local a la regional, nacional o europea) y la economía.

El ascensor social no para en las plantas más bajas. La pobreza se hereda, se transmite de padres y madres a hijos e hijas, de abuelos y abuelas a nietos y a nietas. Y entran en juego una serie de factores determinantes, donde la familia ocupa el primer puesto. Hay que sumar el hábitat (el lugar donde se nace, se crece, se desarrolla y se muere), el trabajo, la renta y, por supuesto, el sistema educativo.

En cuanto a la familia, esa institución con la que muchos se llenan la boca pero que parece al margen de la política del día a día, es el núcleo de transmisión de capacidades y habilidades. En ella encontramos elementos que tienen que ver con la herencia genética, con los espacios donde se habita y los valores transmitidos a los más pequeños. Todos juntos conforman aspectos tales como los hábitos de comportamiento, las actitudes, los principios… con el fin de configurar un entorno adecuado o no para iniciar el camino de salida de la situación.

No hablemos del sistema educativo, como transmisor de las desigualdades educativas. Hoy está claro que no es un lugar de integración, puesto que los niveles educativos de los padres y las madres son determinantes para los que van a vivir los hijos. Qué valores priman en el sistema es vital para entender las apuestas que se hacen por la educación, donde la supuesta excelencia y calidad están por encima de la búsqueda de la integración.

La renta y el trabajo se suman para comprobar que la pobreza presente genera pobreza futura. Desde el año 2005 al 2011 la tasa de pobreza pasó del 17 al 20 por ciento, mientras que desde 2011 al año pasado la diferencia pasó del 21 al 33 por ciento. Si esto no son cifras escandalosas, de poco sirve entender que la desigualdad es el fenómeno más grave que vivimos en estos momentos.

Y este panorama de la realidad de la pobreza queda coronado con el drama de la pobreza infantil, de la pobreza de las familias con hijos. Mientras que en la Unión Europea la tasa de pobreza infantil en el período 1995 a 2014 era del 21 por ciento, nuestro país, el de las oportunidades, el de la recuperación económica, el de las reformas estructurales bendecidas por el FMI, alcanzaba el 30 por ciento. Mientras se siga considerando que la inversión en familia es una responsabilidad exclusiva de los progenitores, no se entenderá que la familia aporta al bienestar por partida doble. No invertir en familia, por tanto, significa embargar el futuro.


Artículo basado a partir de la conferencia La transmisión intergeneracional de la pobreza: factores, procesos y propuestas para la intervención, de Raúl Flores, analista e investigador social sobre pobreza, exclusión social y ciudadanía, impartida en Cáritas de Murcia el 9 de mayo de 2017.