Carlos Alberto Rivera debe de estar que se sube por las paredes. ¿Cómo se les ha escapado a mi gente de Murcia una iniciativa sin igual?, se pregunta contrariado estos días. ¿De qué me sirve hacer un Consejo de Administración de la franquicia a mi imagen y semejanza si luego nos perdemos las mejores? Está claro que el autodenominado líder de la oposición, se empeñen Casado y Teo de hacérselo ver, no le va a perdonar a su portavoz Mario Gómez, enjugascado como está con la cartera de Fomento y adalid de las antiredes clientelares de los contratos menores, que una iniciativa como la de Vox se les haya ido de las manos en el Ayuntamiento de Murcia

¡Vamos, una bandera nacional de 300 metros cuadrados en la Redonda, cuando podía ser de 500! Y encima con la oportunidad y el juego que da un asunto de tanta enjundia como éste para que se retraten los de la banda de Sánchez. ¿Vamos o no vamos, ciudadanos? Aún le queda a Rivera tiempo para que en unas horas su grupo municipal, no te digo que mejore la oferta, sino que la iguale. Pero por arriba, por supuesto.

Aquí Vox sí ha tenido reflejos, de los de verdad, de los de José Ángel Antelo, porque ha dado en la diana del gran problema de los murcianos de la capital: que la bandera de la Glorieta es de chichinabo. La patronal del transporte, Froet, abrió el camino junto al Centro Integrado del Transporte, donde reposa el ex alcalde de Alcantarilla, Lázaro Mellado, colocando una, más o menos aceptable, junto a la antigua sede de la 7 Región de Murcia. Pero no hay color con la de la propuesta de los pupilos y pupilas de Abascal. Trescientos metros cuadrados, casi ná, porque ya en Colón, los miembros del tripartito comprobaron en su momento que 296 metros cuadrados son una respuesta de la derechita cobarde, en comparación con la iniciativa que se debate en el Pleno prevacacional del concejo de Murcia.

Y si esto fuera poco, que a los sones del Himno Nacional, cada primer o último domingo de mes se ice la enseña nacional, interpretado por una Banda de Música Militar, ya no salgo de mí. Bueno sí, si se le añade que, además, la Marcha de Granaderos despida a los ediles al término de cada Pleno. Ya veo a nuestro afectado alcalde dejar escapar unas lágrimas antes de marcharse a casa por la emoción y el sentimiento del deber cumplido.

Pero no nos engañemos. Las dos preguntas del millón ante esta genial, oportuna, adecuada y coherente propuesta son, a mi juicio, las siguientes: en primer lugar, ¿quién lava la bandera? Y en segundo: ¿dónde se pone a lavar la bandera? Mi respuesta a la segunda cuestión es esta: se amplía el Proyecto Murcia Río y se colocan en ambos márgenes unos lavaderos desde los que sanear la suciedad que, a causa de la polución, puede coger la tela. Mi compañero Antonio Botías documentará previamente esta iniciativa con referencias históricas, como ya lo hizo José Antonio Melgares hace unos años. ¿Y quién la lava? Pues muy fácil: se abre un período de inscripciones para convertirse en agente limpiador de enseña nacional. Todo ello, eso sí, con carácter voluntario, aunque quién sabe si al final surge una cooperativa de manos de Ucomur, y estoy seguro que empresas de Molina de Segura se suman a la iniciativa donando el detergente.

Todo sea para mayor gloria de los concejales que debatirán en sesión plenaria esta moción. Del transporte, las pedanías, la movilidad, la limpieza, la recuperación del patrimonio, los colegios con amianto, la escuela infantil de Algezares y demás zarandajas, si eso, lo dejamos para otro momento.