Queridos Reyes Magos: Me dirijo a Sus Majestades a unas pocas horas de que comiencen sus cabalgatas e inicien ese reparto de presentes, alegrías y sueños especialmente entre los más pequeños de nuestras casas. Hoy volvéis a tener un día muy complicado. No en balde, tratar de responder y atinar con las ilusiones de infantes y mayores es una tarea ardua para concentrarla en tan poco tiempo. Cada año que pasa os lo ponemos más difícil.  Lo queremos todo y lo queremos ya. Sin espacio para la reflexión, para pensar en lo deseado, sino para explotar el instante sin contemplaciones. Ay, Señor, dame paciencia… ¡pero ya!

Os recuerdo que el pasado año os pedí, en primer lugar, un poco de magia con mala leche, con más genio, para actuar con menos complacencias, agrados o deleites con los caraduras que nos rodean. Tengo que agradeceros que ese deseo se haya cumplido en una buena parte. Resulta que cuando uno se suelta ya no hay vuelta atrás. Es una sensación tan agradable que cualquier obstáculo que antes aparecía como un muro infranqueable ahora queda invisibilizado al abordarlo de frente. Las barreras se esfuman cual azucarillo en el fondo de la taza. No ha hecho falta enfadarse con alguien en particular. El conflicto, como casi siempre, está en uno mismo y andaba equivocado. El punto de mira lo tenía en un lugar erróneo y sólo ha bastado enfocar un poco el objetivo para ver más claro.

Siempre estáis ahí y habéis vuelto a acertar portándonos todo aquello con lo que seguir alimentando nuestra sensibilidad por conocer

También os reclamé fortaleza con el fin de no mirar hacia otro lado ante los hechos que acontecen a nuestro alrededor. Ni en el mundo de la política, ese que anda tan revuelto por el engaño, las noticias falsas o los discursos identitarios tan faltos de sensibilidad ante la desigualdad. De ahí que la precariedad, la exclusión y la vulnerabilidad en la que viven grandes cantidades de personas en nuestras ciudades y pueblos son los factores sobre los que hay que cargar las tintas. Como las consecuencias  de este sistema económico injusto que nos zampa cual Saturno devorando a sus hijos, que agota los recursos del planeta mientras que hay quienes niegan lo evidente y nos entretienen con milongas sobre la ruptura de España y las traiciones de no se sabe muy bien ante qué o frente a quiénes.   

Queridos Magos de Oriente. Siempre estáis ahí y habéis vuelto a acertar portándonos todo aquello con lo que seguir alimentando nuestra sensibilidad por conocer, por saborear el arte, la literatura, la música, la poesía, el cine y el teatro, la pintura y la escultura… En definitiva, cualquier expresión de la riqueza simbólica manifestada por los seres humanos desde que nos sentimos como tales y que nos facilitan, como seres vivos, que nos entendamos y nos expliquemos un poco más. Sobre todo, para querernos y respetarnos. Aunque pueda sonar un tanto cursi, bienvenidos sean todos esos gestos de los que estamos tan faltos, como los besos, los abrazos, los agradecimientos, las tiernas miradas cómplices y el propio roce de los cuerpos estrechados en cálida muestra de afectividad.   

Concluyo ya. Junto a la sonrisa que nos brindaréis esta noche y a las preguntas acerca de si hemos sido buenas personas, cuando lleguéis no os reprimáis con algún estirón de orejas o collejas, mismamente, para despertarnos a la realidad. Porque seguimos aplatanados, entretenidos en batallas que no son nuestras o adormecidos por el pan y circo que muchos practican desde que el mundo es mundo. Tenéis carta blanca porque sois así, Reyes Magos, y podéis lograrlo todo a través de la magia. Continuamos necesitados de un buen conjuro con el que desplegar la energía para el resto del año, con la mirada del niño que nunca dejó de serlo y con la ingenuidad necesaria para contemplar la compleja realidad en la que deambulamos. Os prometo que no faltaremos a la cita.