Operación retorno

Operación retorno

Un beso no consentido no es un pico. Un país o una isla en llamas son algo más que un incendio forestal accidental. Un cierre de fronteras a las personas empobrecidas es racismo puro y duro. Y si el retorno a la maldita normalidad viene acompañado de un terremoto que golpea con mayor dureza a quienes ya lo tienen difícil para sobrevivir a diario, ¿qué me dicen? ¿Es buen momento para aterrizar en la cruda realidad del presente? 

Pues eso es lo que viene de atrás en este verano que toca a su fin. No nos hemos privado de nada tras la vuelta a las urnas de finales de julio. Menos mal que no caímos en la apatía ni en la pose melancólica tras la cacareada anticipación de una victoria de las derechas, sean en la versión patria o en la periférica. Todas ellas se estrellaron contra el presente de una sociedad que no es uniforme –líbreme Dios – ni analfabeta –menos mal – sino que resuelve con mucha cordura –claro está- cuando se le reta a dar un paso adelante.

Visión global

La crisis climática, el feminismo y la migración conforman esa tríada de elementos a tener en cuenta a la hora de jugarnos el presente y el futuro de estas nuestras generaciones. Negar cualquiera de ellos es caer en la cuenta de que vivimos fuera de la realidad. De que miramos hacia otra parte sin complejos, mientras nos arriesgamos a un futuro sin soporte de mantenimiento. De ahí que la agenda haya estado salpicada de noticias en ese triple frente abierto a lo largo y ancho mundo que nos circunda. Sin descartar que las prioridades ya no se circunscriben a uno u otro país, sino que las circunstancias alcanzan una dimensión global que nos empequeñecen como seres finitos.  

Los ecos de la victoria de la Selección Femenina de Fútbol aún parecen resonar enmudecidos en la lontananza de lo visto y leído desde aquella fatídica noche de los exabruptos de un machirulo que nos avergonzó a todos, especialmente a quienes nos gusta ese deporte. Ya sabemos que los líos venían de antes, con plante incluido, y que solo saltó la chispa de un fuego que estaba contenido en esta como en otras parcelas de la vida. El interfecto finalmente ha arrojado la toalla y ha dimitido con la boca pequeña, aquella que no supo cerrar en su momento. Sus gestos ya han pasado a formar parte de un imaginario que va a tener más consecuencias que las puramente circunscritas al mundo del balompié y a esos hechos que van a acompañar a las campeonas del Mundial de Australia y Nueva Zelanda.  

Incendios y cierre

Y qué decir de los incendios de Grecia (con el añadido de las lluvias), Hawái y Tenerife, como los de Canadá o California, que siempre están ahí. O los golpes de calor que castigan a quienes se ganan la vida en el exterior y la continua retahíla de noticias sobre récords en altas temperaturas (desde que hay registros, nos especifican) de estos meses de julio, agosto y septiembre. Casi nada. Pero claro, de cambio climático, mejor no hablar. Ni de reducir nuestros niveles de consumo (siempre asociado al mantra del maldito crecimiento), ni de la huella de carbono, ni de las energías limpias o sucias. Consumid, consumid, que el mundo se acaba es el nuevo grito de guerra.

Qué decir de la pérfida Albión, esa prepotente del Brexit, que ha dado lecciones al resto de Europa y del mundo con el cierre de fronteras y el envío a cárceles flotantes de quienes osan cruzar el Canal de la Mancha y buscarse la vida en la isla. Ni qué decir de quienes se atrevan llegar a sus aeropuertos sin permiso previo de trabajo. El Mediterráneo y otros mares del resto del mundo guardan en sus fondos las almas de millares de personas en busca de un futuro. Otras recalan en cárceles-campamentos como refugiadas o se estampan ante muros físicos o mentales de indiferencia de una parte del planeta que les dirige un mensaje para que se queden en su tierra.

Menudo retorno. ¿No les suena que estos escenarios ya los conocíamos antes de habernos ido de vacaciones? Pues eso. Que seguimos a lo nuestro.

Confesiones de un machista

Confesiones de un machista

Su seguro servidor cumple en unos meses los 59, nací lejos de aquí, trato de dejar esto un poco mejor de cómo lo encontré… pero lo confieso: soy machista. No leninista, como bromeábamos hace unos años, pero sí hijo de la cultura y tradición heredadas tras muchos siglos de empeño en los que el varón, como uno de la especie que les habla, campa a sus anchas por el vasto mundo. Y eso que vine a dar en una familia que sorprendía por los pasos que llevaba por delante, donde el patriarca no era el único que traía el sustento a casa y las tareas compartidas sorprendían a propios y a extraños.

El colegio se encargó de dejar claro las actividades que eran para unos y para otras. Si había alguna duda, en las misas, el predicador de guardia también contribuía a despejarlas. Pero fíjate tú que pronto aparecieron algunos curas a lo largo del tiempo que sorprendían con un relato que no tenía mucho que ver con el oficial. Tal y como lo presentaban, el galileo parecía romper moldes a la hora de relacionarse con las mujeres, pero eso era muy diferente a las imágenes ñoñas de las advocaciones marianas, las procesiones y cómo se organizaba la vida en los templos.

Destino superior

A las amigas del instituto no las dejaban volver a casa tan tarde a como a nosotros, pero eso nos llegaba a parecer normal. Bien es verdad que si lo analizábamos fríamente no entendíamos que la hora o la oscuridad fuesen factores para que no ocurriera lo que tuviera que ocurrir. Esos atropellados besos, las primeras caricias o los torpes intentos para consumar el sexo eran fuente de tensión y conflicto, especialmente, para ellas. Nosotros ya andábamos ocupados en ese convencimiento grabado a fuego de que nuestro destino era superior, había que dar la talla y con cuantas más chicas, pues más éxito alcanzábamos.

En la universidad me tocó vivir un episodio singular. Un viejo profesor de literatura hispanoamericana se permitió descalificar a aquellas feministas que trataban de obligar al hombre a pasar por dónde ellas querían, llegó a decir. En la clase se hizo un gran silencio y ninguna de las compañeras se atrevió a decir algo. Ingenuo de mí, levanté la mano y le dije que no me parecía justo que descalificara a quienes habían sido pioneras en avances sociales en la historia reciente. Mi queja se quedó ahí y no fui capaz entonces de comprender el porqué de ese mutismo por parte de mis compañeras, que ya entonces eran mayoría en el aula. No me consideraba un héroe. Es más, me veía en ocasiones asintiendo el discurso dominante sobre las diferencias de hombres y mujeres, sus papeles e identidades. Pero quizá aprendí una de las primeras lecciones sobre esta asignatura del machismo: que se empieza a aprobar cuando las mujeres alzan la voz y dicen aquello de “aquí estoy yo, porque he venido”. Y la materia se supera con nota cuando nosotros, los machitos, nos sumamos al encuentro.

Maldita la hora

Qué decir cuando ya, avanzados los años, caí en todo aquello que en la teoría parecía tener aprobado. Que las tareas de casa o el cuidado de los hijos no se asumen de una manera equitativa. Que no parece estar en el ADN porque siempre hay fines supremos que justifican todo lo contrario. Y mira que me duele reconocerlo. Primero, en mí. Luego, en los otros. Aunque, a decir verdad, siempre es más fácil quedarse en la superficie del asunto y esconder la cabeza como un avestruz. En el trabajo, en el ocio, en el compromiso social y político… todo parece estar por delante de los asuntos cotidianos del hogar, porque siempre lo doméstico parece estar resuelto y, lamentablemente, destinado a otras.   

Maldita la hora en que uno cae en lo que más abomina. Al menos, en las teóricas convicciones de las que uno presume en algún momento de la vida. Humildad, queridos niños, humildad. Os digo y, por tanto, me digo a mí mismo sin descanso, que el camino que nos queda por recorrer hay que empezarlo ya mismo. Sin perder tiempo. Sin necesidad de que nos lo recuerde nadie. Es de suyo. Como también salir a la calle junto a vosotras, en un día como el de hoy, para reivindicar lo que es de justicia: dignidad económica, legal y social para llegar a ser simplemente personas.

Propósito de enmienda

La escritora de origen marroquí Najat El Hatchmi nos lo ha recordado hace unos días, “porque a las puertas del 8-M cabe recordar que ser mujer no es ni un sentimiento ni una identidad (…) y en casi todo el mundo lo que sigue dominando es precisamente esa red de normas también conocida como patriarcado. También aquí, por supuesto, donde la esclavitud se oculta detrás de felices términos como temporeras, trabajadoras sexuales o gestación subrogada”.

Hago propósito de enmienda y cumpliré la penitencia que me toca: sentirme vulnerable y débil, porque tropiezo cien mil veces con la piedra de creer que en algún momento de la vida estoy por encima de vosotras. Soy varón, y mientras no lo reconozca, lo combata y lo remedie, machista. En ello estoy.    


ILUSTRACIÓN | Nana Pez

Querida mamá

Querida mamá

Desde pequeño me contaste que vine al mundo la madrugada de un 15 de julio, tras romper aguas esa tarde en la que bailaste junto a papá en el Bosque de Boulogne, en el distrito XVI de París. Era la fiesta del Día Nacional de Francia y martes. Quizá ya sabías entonces que a mí me iba a gustar el juego de las coincidencias en las fechas, los años, las conmemoraciones. Un 14 de julio de 1789, a la sazón también martes, tuvo lugar la toma de la fortaleza medieval de la Bastilla, símbolo del final del Antiguo Régimen y comienzo de la Revolución francesa.

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“Hay países donde el ‘MeToo’ se ha quedado en el nivel de las famosas”

“Hay países donde el ‘MeToo’ se ha quedado en el nivel de las famosas”

La sueca Åsa Charlotte Regnér (Malmberget, 1964) salió en marzo del primer Gobierno feminista de la historia, el de Suecia, para ejercer como directora ejecutiva adjunta de ONU Mujeres. Como ministra vivió el MeToo sueco que estalló en la academia del Nobel, que suspendió la entrega del galardón de Literatura. (más…)

Cuidadoras en una economía de cuidados

Cuidadoras en una economía de cuidados

Respóndame a esta pregunta: ¿es posible que algún ser humano viva sin ser cuidado? Pese a que la contestación parezca obvia, no me negarán que en el noventa y nueve por ciento de los casos al frente de los casos hay una mujer, o varias mujeres, o un grupo de mujeres, que protagoniza una actividad tan poco reconocida como es la que tiene que ver con el trabajo de cuidados no remunerados. Vayamos por partes. (más…)

Monjas

Monjas

Tuve mis primeras noticias de estas mujeres diferentes en la fila de preescolar, cuando en su colegio nos pinchaban en el hombro y a cambio recibíamos un terrón de azúcar. Los rastros de las vacunas quedaron para siempre, como pequeños cráteres en la piel, y los lucíamos cual tatuajes guerreros durante la EGB. Fue en Ibi, en la provincia de Alicante, hace ya cincuenta años. (más…)

Mujeres y más mujeres

Mujeres y más mujeres

Les propongo un sencillo juego. Párense. Deténganse por un instante tras leer estas letras. Cierren los ojos. Imagínense que llegan a su casa, a su edificio. Recorran cada una de las plantas y frente a las puertas de las viviendas traten de recordar cuántas mujeres viven en ellas. Desde bebés recién nacidas hasta la vieja que aparece de vez en cuando en el ascensor, acompañada por sus nietos o baja la basura. Las que trabajan fuera del hogar, ¿dónde lo hacen? ¿A qué se dedican? Las que sólo viven al parecer para atender a sus hijos, esposo, nietos, tías o abuelas, ¿qué aspecto tienen? ¿Se les ve contentas? ¿Se oyen sus gritos por el patio de luces? (más…)