Mejor vivir
Durante gran parte de mi vida no conocà la muerte de cerca. De niño no tuve unos abuelos a los que les llegara el dÃa de marcharse mientras yo crecÃa. Ya se habÃan ido casi todos. La primera, la materna, cuando apenas mi padre habÃa superado los cuatro años. Su marido, cuando mis padres aún no se habÃan casado. Los bronquios de mi abuelo materno, Juan, no aguantaron mientras yo alcanzaba los siete meses de vida. Por tanto, hasta que la muerte me golpeó aquel fatÃdico año de 1993 no habÃa tenido experiencias cercanas de procesos que acababan con el último aliento de seres queridos. Y cuando llegaron de golpe, sin avisar, como un ladrón en la noche, lo hicieron para despertarme del sueño en el que habÃa permanecido adormecido hasta entonces. (más…)
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