Tres curas acaban de escribir y publicar dos libros. De esos tres sacerdotes, dos están casados. Uno ha sido cura obrero, otro está empeñado en no dejar escapar la oportunidad de visibilizar su opción por los más pobres aquí en la Región de Murcia y con los refugiados en diversas partes del planeta. Y todos ellos decidieron en algún momento de su vida que su ministerio sacerdotal había que derramarlo en medio del mundo, alejado de oropeles y del boato, de un cometido que no fuera el de encarnarse en realidades que habitualmente parecen destinadas a otro tipo de personas. Una utopía compartida… en el tajo.

Amigos y compañeros

Hablar de Joaquín Sánchez Sánchez (Vilanova de Sau, Barcelona, 1962) y de Fernando Bermúdez López (Alguazas, Murcia, 1943) es hacerlo de dos amigos y compañeros en mil batallas por la solidaridad y el compromiso. Habitualmente aparecen en medios de comunicación, bien como destacados columnistas o como activistas frente a los desahucios, concentraciones en favor de las personas refugiadas, los derechos humanos y la cercanía a quienes son descartados del sistema. Joaquín Sánchez es la bondad personificada, portador de un corazón tan grande para amar que a veces le juega una mala pasada, capellán de prisiones y de centros de salud mental o de mayores. Fernando Bermúdez, con su barba cana, es la imagen de quien un día llegó a América Latina y se enamoró de su pobreza y rebeldía, de su pasión para vivir la fe de otra manera distinta a la que estaba acostumbrada en estas tierras. Y para dialogar entre las religiones desde una posición de igual a igual.

Diálogo epistolar

En La utopía compartida (Alianza Con-Vida 20, 2023) ambos entablan un diálogo epistolar repleto de reflexiones sobre todo aquello que les inspira en sus diferentes opciones de vida. Desde el sentido de la acción sociopolítica a la crisis de la ética, desde la conversión y el sentido de la propia vida a la corrupción y, paradójicamente, a los signos de esperanza o al Reino de Dios. Del diálogo interreligioso a preguntarse si las religiones sirven para algo. Por supuesto, sin dejar pasar la Iglesia que sueñan, los retos ante la vida y la declaración de principios de que el amor vence los discursos de odio.

Y para culminar este libro escrito a cuatro manos, un regalo tras este intercambio de cartas: su credo. Una confesión repleta del alimento de la fe y la esperanza de que este mundo tiene sentido, bajo el impulso de la utopía en la búsqueda de nuevos horizontes. Desde sentir a Dios como una fuerza espiritual, trascendente, en el corazón del Universo, infinitamente mayor que cualquiera de las religiones que lo hacen suyo. Una declaración de fe en Jesús de Nazaret, de su encarnación en los últimos y de su anuncio de la buena noticia y esperanza para las personas empobrecidas. Una proclama acerca del Reino de Dios en la historia presente que es capaz de convertir los corazones agrietados de los hombres y mujeres en semillas de liberación, en una Iglesia nueva soñada que ama a María que «sacó a los poderosos de sus tronos y puso en su lugar a los humildes».

Mantener la memoria

El tercero de los autores es Pedro Castaño Santa (Yecla, Murcia, 1940), cura obrero afincado desde los comienzos de su ministerio en Cartagena y del que hace unos meses dimos cuenta de La otra cara de la Catedral Antigua (2022), un retrato de lo vivido en la parroquia de Santa María la Antigua entre los años 1967 y 1976, en los que estuvo adscrita a la Diócesis de Cartagena. Su anterior trabajo, en el que en sus poco más de cien páginas, logra cumplir el principal objetivo que le llevó a remover recuerdos y a recopilar documentos y fotografías de esos años: mantener viva la memoria de lo que allí aconteció.

Pedro Castaño acaba de publicar En el tajo. Avatares de un cura en su trabajo (octubre 2023), prologado por el historiador y secretario comarcal de CC.OO. José Ibarra Bastida, en el que se narra todo su periplo vital como cura obrero desde sus tiempos de seminarista, atravesado por el impulso que estos testimonios de encarnación en el mundo del trabajo llevaron a cabo los curas obreros franceses. Una inspiración que le llegó de la mano de los grupos de Jesús Obrero, la experiencia de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y de la presencia de Guillermo Rovirosa, primer promotor de la HOAC, y del sacerdote Tomás Malagón, en el propio Seminario Mayor de Murcia.

Encarnación en el mundo obrero

A lo largo de sus páginas podemos conocer los diferentes lugares de trabajo que este yeclano conoció desde adolescente, en su pueblo, y ya de joven, en la vendimia francesa. Su verdadero bautismo como cura obrero, como él mismo reconoce, en Unión Explosivos Río Tinto, ya en Cartagena, en empresas auxiliares, en la Refinería de Escombreras, su posterior despido, el paso por la cola del paro hasta llegar a una empresa auxiliar de Bazán, para luego emplearse en otra de jardinería. Un periplo como estibador frustrado, pescador, reparador de barcos de recreo, librero en Espartaco durante unos meses y miembro de una cuadrilla de yesaires o yeseros en Zamora y Cocentaina (Alicante), así como en La Palma, hasta recalar en Correos, donde conoció diferentes destinos hasta su jubilación. Un recorrido vital en el que ha primado siempre su deseo de encarnación en el mundo obrero. Desde su condición sacerdotal, aunque en un momento de su vida decidiera unirse a Rosa, su mujer, con la que ha tenido dos hijos y nietos.

Dos libros que son unos nuevos hijos para estos jóvenes inquietos, ministros de la utopía, la dignidad y el compromiso. De la esperanza que no desfallece.