Dolor y paz en Palestina
IlustraciĆ³n | NANA PEZ
Contemplar las imĆ”genes de la destrucciĆ³n de barrios enteros. Escuchar el llanto de unas madres ante el cadĆ”ver de sus hijos. Conocer el testimonio de quien lo ha perdido todo o se encuentra aislado en mitad de la nada. Desconocer el lugar donde puede encontrarse un ser querido. ĀæQuiĆ©n no puede conmoverse ante cualquiera de estas realidades? ĀæCĆ³mo es posible que haya personas que muestren una frialdad de tal nivel que les permita mirar para otro lado, justificar lo injustificable o tomar partido por el poderoso?
El desequilibrio que existe en el conflicto palestino-israelĆ es tan grande que resulta muy complicado no exigir una paz justa, un acuerdo que parece inalcanzable, un respeto mĆnimo por la vida y un grito desgarrador para que callen las armas. Que el terrorismo y la guerra no conducen a soluciĆ³n alguna deberĆamos de saberlo ya. La dolorosa experiencia en el escenario de Oriente Medio, como en otros muchos lugares a lo largo y ancho del planeta, no puede conducirnos a una fatal complicidad con lo inevitable. Hay que tomar partido hasta mancharse las manos con el dĆ©bil, de uno y otro bando, porque aquĆ las vĆctimas no entienden de credos, nacionalidades o razas.
Entrevista: Ā«Como creyentes no podemos permanecer al margen del conflictoĀ»
La geopolĆtica juega con los intereses de aquellos que sustentan su poder sometiendo a otros. Ya sean pueblos o naciones que exigen su lugar en un mundo complejo e interrelacionado. Donde todo no es blanco o negro, sino que existe una infinidad de tonos grises para los que hay que estar preparados y dispuestos a asumir las consecuencias. En todos los territorios se encuentran escenarios para ajustar cuentas. AquĆ, como en cualquier otro Ć”mbito de la vida, no podemos caer en el maniqueĆsmo simplista de buenos y malos. Se trata de encontrar espacios en el que quepamos todos. Igual que en Europa no podemos cerrarle las puertas al hambre y a la miseria, en lugares como Palestina e Israel tampoco cabe aniquilar al contrario para edificar sobre muerte y destrucciĆ³n.
Tragedias humanas
Solo una ciudadanĆa consciente, dispuesta a conmoverse ante cualquier tragedia humana y que a la vez clame y exija en el nivel en el que le toque, serĆ” capaz de llegar a la profundidad del corazĆ³n de quien tiene en sus manos la posibilidad de resolver un drama como este. Los creyentes lo hacemos desde una actitud de ayuno y oraciĆ³n, junto a otra gente de buena voluntad, a la vez que trabajamos por la paz y la justicia. No podemos mirar hacia otro lado, ni permanecer al margen de un desastre como este y otros que acontecen mĆ”s allĆ” de nuestras fronteras.
Ā«Nada de cuanto es humano me es ajenoĀ». Este proverbio latino resuena con fuerza ante los acontecimientos que vivimos desde hace poco mĆ”s de una semana. Un capĆtulo mĆ”s de un genocidio contra un pueblo de manos de otro que ya sufriĆ³ algo similar en sus carnes y con especial crudeza en la primera mitad del siglo pasado. Pueblos que intercambian papeles de agresor y agredido, eso sĆ, en desigual combate, donde ambos parecen haber perdido la esperanza a una soluciĆ³n justa. De poco han parecido servir los acuerdos de paz suscritos en algĆŗn momento de la historia reciente. Mientras tanto, los movimientos estratĆ©gicos de Ćŗltima hora para sembrar divisiĆ³n han desencadenado una espiral de difĆcil salida.
Signos de paz
Anhelamos una fina lluvia de signos de paz para sembrar toda esa tierra castigada por el odio, por el ojo por ojo, diente por diente. QuĆ© paradoja que donde surgieron las tres grandes religiones monoteĆstas sean, desde antaƱo, lugares de confrontaciĆ³n, disputa, muerte y destrucciĆ³n. Trabajar por la paz supone una apuesta que va mĆ”s allĆ” del momento presente. Implica dejarse la piel en la cotidianidad. Desde la serenidad y la contemplaciĆ³n de que otra vida es posible. Con los pies en la tierra.