Diez lecciones del 23J

Diez lecciones del 23J

Una vez transcurridas poco más de setenta y dos horas desde que vivimos la noche electoral quizá sea un buen momento para hacer un repaso de algunas lecciones que podemos aprender del 23J. Bien es verdad que, a menudo, olvidamos muy pronto el argumento defendido un tiempo atrás para subirnos al carro de un nuevo análisis y lanzar así una opinión que siente cátedra. Somos fieles seguidores del sesgo de retrospectiva, que no es otro que el prejuicio definido como un sesgo cognitivo que sucede cuando, una vez que se sabe lo que ha ocurrido, se tiende a modificar el recuerdo de la opinión previa a que ocurrieran los hechos en favor del resultado final. En la pandemia tuvimos tiempo de ejercerlo, pero es que desde el mismo domingo por la noche la opinión publicada (que no la opinión pública) este fenómeno se ha repetido. Sirvan estas notas para un humilde análisis de lo ocurrido.

Lección 1: Hasta el rabo, todo es toro. 

La sabiduría del refranero español nos enseña que hasta el final de un hecho o acontecimiento no hay que confiarse, sino estar preparado para alguna sorpresa o imprevisto, como el torero que piensa que el astado ya ha recibido bastante castigo cuando la verdad es que puede revolverse inesperadamente y darle una cornada. Nunca hay que dar nada por hecho, nada por perdido, nada por ganado… Y, en nuestro caso, nunca hay que dar por derrotado a Pedro Sánchez, al sanchismo o como lo que quieran llamar. Eso lo sabe muy bien Mariano Rajoy, Pablo Casado, Albert Rivera, y, si me apuran, hasta Susana Díaz y Pablo Iglesias. El propio Feijóo le ha visto las orejas al lobo y ya se espera a la siguiente candidata.

Lección 2: Las encuestas son solo eso, encuestas. 

Y, sobre todo, nada neutrales, porque salvo raras excepciones siempre se nos ofrece una interpretación de sus resultados a partir de los datos recogidos en bruto (eso que se llama la cocina de la encuesta). Llevamos ya varias convocatorias electorales en la que nos saturan con informaciones sobre predicciones, tendencias, trackings, porcentajes, oleadas, etcétera, etcétera. ¿De qué han servido tantos y tantos gráficos sobre el reparto de escaños por bloques, partidos, coaliciones? Y, sobre todo, ¿qué interés había en dar por hecho que la victoria del PP y Vox era inevitable? ¿O que la experiencia del Gobierno de coalición había sido negativa por el apoyo de los separatistas catalanes y los filoetarras vascos? Este fenómeno demoscópico está ligado, inexorablemente, a la siguiente lección.

Lección 3: Los medios de comunicación no son neutrales.

Nunca lo han sido, desde que el mundo contemporáneo comenzó a contar la actividad comercial de las principales ciudades del capitalismo naciente a través de las hojas de avisos. Pero a veces se nos olvida y parece como si necesitásemos que alguien nos confirmase nuestras opiniones por encima de las propias intuiciones o criterios objetivos. Los grandes grupos de comunicación siempre toman partido en un escenario de confrontación política y lo hacen a través de sus programas informativos o de entretenimiento, da igual, y, desgraciadamente, por medio de sus profesionales que, salvo excepciones, son la voz de su amo. En esta campaña lo han hecho y tenemos en la mente casos muy sonados.

Lección 4: La agenda de lo que se habla no es la de los problemas cotidianos.

Unida a la anterior, podemos aprender que muchas veces hablamos sobre los temas que alguien nos marca y que, coincidirán conmigo, no tienen que ver con los graves problemas que afectan a la ciudadanía. Cogemos el “que te vote Txapote” y no debatimos sobre la precariedad, la vivienda, la falta de futuro, de las verdaderas dificultades de las familias, al menos los que se juegan en el presente y en el medio plazo. O en el ámbito de la izquierda, por ejemplo, nos enredamos en temáticas que afectan a la identidad sexual y absolutizamos las posiciones de una parte del feminismo y las convertimos en lugares excluyentes frente a otros debates en los que tendríamos que incidir en este conflicto cultural en el que nos encontramos.

Lección 5: Las ramas de la superioridad moral no deben ocultar el bosque.

O lo que debe llevarnos a ser más humildes en los análisis y en la defensa de nuestras convicciones. Si una parte de la clase obrera se siente identificada con las posiciones que defiende Vox, sin ir más lejos, como pasa con otras fuerzas de la ultraderecha europea o americana, debemos preguntarnos, cuando menos, a qué se debe este fenómeno. El conflicto cultural debe de estar en el centro de la acción política. De ahí que partidos, organizaciones sindicales y asociaciones de todo tipo que trabajan por el cambio social deben de cuidar todos aquellos aspectos que tienen que ver con la formación de la conciencia.

Lección 6: La pureza de principios puede esconder intereses personales.

Relacionada con alguna de las anteriores otra enseñanza que nos ofrece el 23J es que, a menudo, se utilizan argumentos sobre la pureza ideológica y de principios cuando, en realidad, entran en juego los factores personales que tienen que ver más con los egos, protagonismo, envidias y posiciones antagónicas que forman parte de la tradición de la izquierda. La incompatibilidad de las familias que vienen del socialismo o del comunismo, con las mezclas que en su interior han ido fraguándose a lo largo de los años, se han agudizado en estos tiempos líquidos de la inmediatez y de las redes sociales, que ofrecen una militancia que, en ocasiones, se mueve pisando poco la realidad de la calle y mucho la virtualidad de los me gusta, retuits y número de seguidores.

Lección 7: Las emociones dominan la acción política. 

La movilización en las semanas previas al 23J ha sido determinante para que la ciudadanía más concienciada acudiera a votar, por encima de todo. Una movilización a la que han contribuido los sindicatos, con su apelación a que el mundo del trabajo se jugaba mucho. Al lobo neoliberal se le han visto por fin las orejas y lo que podía traer aparejada la coalición PP-Vox una vez conocidas sus posiciones mantenidas hasta ahora sobre la reforma laboral, pensiones, salarios, sanidad o educación. Si en la campaña de las municipales y autonómicas del 28 de mayo triunfaron los argumentos viscerales contra el denominado sanchismo, con los pactos con Bildu y ERC, la tolerancia a la ocupación de viviendas y el apoyo de la inmigración irregular, ahora se le ha dado la vuelta a ese mantra frente al peligro de lo que se avecinaba.

Lección 8: Las campañas electorales, a veces sirven. 

Si los resultados de la campaña del 28M dieron al traste con buenos gobiernos municipales y autonómicos –con alcaldes y alcaldesas de lujo– porque el foco estuvo en otro sitio, la del 23J ha permitido enseñar que en dos semanas la tendencia de los votos puede cambiar el escenario. Al equipo de campaña de Feijóo, sin ir más lejos, aún deben de estar pitándole los oídos por no haber tenido resuelta la comunicación de crisis frente al caso del narco Marcial Dorado. O cómo afrontar la prepotencia de su candidato frente los periodistas que ejercen como tales (caso de Silvia Intxaurrondo, de TVE), o la animadversión frente a los medios públicos por la soberbia de no haber querido asistir al debate de RTVE y los ataques de miembros de su equipo de campaña a la radiotelevisión pública, como hizo González Pons. Esta presunta derecha moderada se mostró como realmente es. La campaña empezó de una manera y acabó de otra.

Lección 9: España tiene un problema territorial. 

Los pactos postelectorales vuelven a traer al escenario de la actualidad y la agenda política el conflicto entre territorios que, más temprano que tarde, habrá que afrontar. Eso sí, siempre que haya madurez y altura de miras de querer trabajar por el bien común (todas las partes) y no hacer batalla de la identidad nacional por encima de todo. Cataluña y Euskadi, especialmente, deben encontrar su acomodo en un Estado federal, por ejemplo, para el que se deben sentar bases comunes de compromiso solidario en el encaje de las identidades, los sentimientos y la equidad territorial y la solidaridad en el reparto de los recursos existentes. Paradójicamente, estas semanas de calor deberían enfriar un poco los ánimos para llegar al final del verano y comienzos del otoño con los primeros acuerdos. Las opciones no son sencillas y no descarten un verdadero bloqueo, porque el PSOE no puede pagar un precio alto. Hay que escuchar mucho lo que tiene que decir el PSC de Salvador Illa.

Y Lección 10: La política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. 

Esto es, que lo que aquí se juega afecta a toda la ciudadanía. Por lo tanto, que, una vez metidos nuestros votos en las urnas, no podemos retirarnos para que se lo jueguen todo solo unas pocas personas o grupos interesados. Los partidos o coaliciones deben impulsar la participación de la militancia y del resto de la sociedad, porque los profesionales de la cosa pública no son los únicos que deben ejercer este papel. Como tampoco de los asesores de comunicación, esos supuestos expertos y politólogos que pecan, en buena parte de los casos, de una parcialidad palmaria. Es verdad que hemos delegado en los primeros para que actúen con responsabilidad, pero el futuro también depende de que no nos retiremos a los cuarteles de invierno. De todo se aprende.

Superioridad moral

Superioridad moral

ILUSTRACIÓN | NANA PEZ

Una de las pocas imágenes que pude ver en televisión el domingo por la noche fue la salida del equipo de campaña de Feijoo, ataviado de blanco ibicenco, al balcón de la sede Génova. Tras casi dieciséis horas de jornada como apoderado en dos colegios electorales, y tras conocer los resultados, las únicas ganas que me quedaban eran para contemplar los rostros de quienes se creían vencedores desde hace meses. Me costó contener la risa al intentar seguirle el ritmo a González Pons, un superviviente del prepotente y corrupto PP valenciano, el mismo que fue el encargado de crucificar a RTVE por una entrevista en la que los periodistas ejercieron de lo único que se les pide: ser periodistas. Lo sigo un poco más que a otros porque me une que somos compañeros de la generación del 64, como Javier del Pino, Jorge Drexler, Pepa Bueno, Sandra Bullock o, sin ir más lejos, alguien que quizá les suene, Javier Lorente, el artista y colaborador de este diario.

Caras de póquer

Pues bien, como les decía, en esa aparición estelar de los primeros componentes del aparato popular dominaba el blanco nuclear, salpicado con algún gris marengo, aunque la nota del verdadero color en el desfile la puso Isabel Díaz Ayuso (no es para menos). Iba acompañada del pequeño alcalde de Madrid, con ese rojo comunidad y una fingida sorpresa cuando la aclamaban como lo que, más temprano que tarde, parece llamada a ser: aspirante a presidenta del Gobierno. El candidato a ocupar la Moncloa, también de blanco, trataba de esbozar un discurso sentido. Pero la procesión iba por dentro. Las caras de póquer, eso era lo que yo buscaba. Las caras de póquer.

Tengo que reconocerles que no sé de dónde sacan esa fortaleza quienes se dedican a la política del primer nivel para aguantar lo que aguantan. Defender con empeño una cosa y la contraria. Afirmar una decisión y desdecirse con el mismo temple a las pocas horas No quisiera ser yo una tripa suya. No les digo un corazón, o una simple emoción suya, y poder luego llegar a casa. Soltarme la camisa o la cremallera del vestido. Quedarme en pelota picada, con la desnudez frente al espejo e irme a la cama sin más.

Escrutar perfiles

Sé de lo que les hablo. Al menos de un nivel que nunca he traspasado, pero que me cuesta mucho reconocer como esa dimensión de la gente normal, la que duda, la que sufre y padece, la que se alegra y ríe también, la que pisa el suelo y no tiene una corte de falsos aduladores que dios los mantenga bien lejos.

El tiempo en un colegio electoral pasa muy rápido si vienen votantes. Si no es así, hay oportunidades para escrutar los perfiles de quienes no tienen problema en escoger sus papeletas ante la mirada indiscreta del público objetivo. Entonces llegan las sorpresas o las conclusiones del tipo de que uno debe ser ya viejo a ojos vista de esas jóvenes generaciones que escogen candidaturas del pasado como si transgredieran lo políticamente correcto. O quizá sí es por eso. Porque es lo más transgresor, lo antisistema, ante los argumentos que imponen esos adultos que se preocupan por eso del cambio climático, se empeñaron en vacunarnos y tenernos retenidos en casa y nos miran raros.

Complicarse la vida

Les confieso que esta ojeada trato de no dirigirla desde esa pretendida superioridad moral que algunos esgrimen para todo lo que les molesta. A la izquierda se le acusa de ejercerla cuando habla de la cultura, los derechos humanos, la solidaridad, la justicia o la ecología, mirando por encima del hombro. Estoy seguro de que algunos de ustedes quizá también lo hayan pensado al leer en algún momento estas columnas que, a lo largo de los años, han pretendido ser un mero reflejo de lo que acontece al cabo de la calle. Desde un lado, claro que sí, pero sin impartir doctrina. Si han pensado lanzar la acusación de ejercer esa superioridad moral a quien suscribe no se corten, háganlo. Les prometo que me lo haré ver. Sinceramente.

No les arriendo las ganancias, sin embargo, si persisten en el empeño de querer tropezar una y mil veces con los hábitos de complicarse la vida. De pretender dirigir la mirada y el esfuerzo en algo que es imposible de solucionar. Que el otro tenga que darse cuenta del error, porque siempre será a costa de creerse investido de un poder y de una razón que, a fin de cuentas, solo trae desolación y tristeza. Disfrutemos de estos días de asueto, con calor o, cosa rara, sin él, y recarguemos pilas para lo que está por llegar. Que siempre, lo queramos o no, será mejor y novedoso frente a lo que hayamos vivido.            

Caras de póquer

Caras de póquer

ILUSTRACIÓN | NANA PEZ

Declaración de principios: la derecha va ganando la batalla cultural. Esto es: el relato, el discurso, el elefante en la habitación. Derogar el sanchismo, que te vote Txapote, el caradura del Falcon, los que sacan de la cárcel a violadores, los antiespañoles, los que no quieren a cazadores y taurinos, los okupas, los que indultan, quienes abren las fronteras a los indeseables… ¿Alguien da más? Esto un día y otro, y otro, y otro. Un bombardeo contínuo vivido desde hace meses en la mayoría de los informativos, las redes sociales, memes, canales de WhatsApp, programas de entretenimiento, humoristas gráficos, tertulias…

Menudos cansinos, erre que erre. Discursos simples que lanzan un gancho de derecha directamente al hígado, sin pasar por la razón. Las vísceras han pasado a ser el centro de la discusión, del entendimiento, porque del debate, nada de nada. De la razón mejor tampoco hablamos, ¡uf!, qué molesta es, si hay que calentarse la cabeza. Me vale más la propaganda, que a esa no hay que aplicarle un filtro que valga. ¿Qué me mienten? Pues me da igual. Si yo soy el primero que practico las artimañas cuando me tapo los ojos para no reconocer la realidad o niego la mayor cuando me la ponen delante.

Derecho divino

Pues sí. De todo esto va lo del domingo. Lo de las elecciones que parecen ganadas de antemano por una persona que practica el cinismo, amparado por la polarización y el enfrentamiento. Que se cree lo de la democracia a medias, cuando le interesa, y siempre y cuando la sacrosanta derecha se alce con la victoria porque ésta siempre se ha creído que el poder, el gobierno y todo lo demás lo tiene reservado por derecho divino. Cuando los pierde por la soberbia y la corrupción asegura que se los han arrebatado de manera ilegítima, o cuando es incapaz de tejer lazos para alcanzar acuerdos acusa al contrario de vender sus principios. Claro, los suyos, porque las convicciones no tienen precio y, sobre todo, coste, ¿verdad? Puede defender una cosa y la contraria, sin despeinarse. Puede subir a un barco de un narcotraficante y negarlo. Mentir y, a la vez, acusar al oponente de falsear la realidad.

Lo del próximo domingo va, sobre todo, de no caer en el fatalismo y en la melancolía. De no resignarse ante lo que, aparentemente, está perdido de antemano. No, no, mis queridos amiguitos y amiguitas. Que no nos engañen. Que, como bien saben los taurinos, y quienes fuimos educados con refranes, “hasta el rabo, todo es toro”. El propio Instituto Cervantes nos recuerda que nada debe considerarse rematado hasta que no llegue su final. Por eso, no hay que confiarse sino estar preparado para alguna sorpresa o imprevisto, como el torero que piensa que el astado ya ha recibido bastante castigo cuando la verdad es que puede revolverse inesperadamente y darle una cornada. ¿Se imaginan la cara de póquer que se le quedaría a más de uno y a más una si no se cumplen sus expectativas? Pues yo sí. ¿Y sus lloros y lamentos? Que si debería de gobernar la lista más votada, que si no sería legítimo un nuevo gobierno del felón y la vicepresidenta. Que si patatín, que si patatán. 

Bombardeo de encuestas

Si en otras campañas las propuestas de medidas de gobierno eran las que parecían movilizar al personal, ahora son el bombardeo de las encuestas las que marcan el ritmo. Que si hoy he bajado tres diputados mientras que el contrario ha subido dos. Que si la derecha está a equis puntos de alcanzar la mayoría, que si gana, que si pierde… El objetivo no es otro que desmovilizar al personal, que cansar al respetable… mientras que por la puerta de atrás rascar voto tras voto. La estrategia es ruin, porque discute la esencia de la legitimidad democrática. Para ponerla en cuestión no hay límites. Si hay que sembrar la duda del voto por correo, pues se siembra. Si hay que inyectar la dosis de recuerdo del terrorismo etarra derrotado, pues se inyecta. Las víctimas y la dignidad son lo de menos. Cuando la derecha se pone, se pone a conciencia. No hay excusa que valga.

Lo que no vale, son los lamentos. Los quejíos de lo que puede venir acompañado con las papeletas que pretenden negar la realidad de los últimos años. De los avances sociales, laborales y derechos. De haber afrontado una pandemia desde una posición y no otra. De combatir la inflación con unas medidas que han pretendido paliar las consecuencias entre las personas más vulnerables. De mejorar los salarios, especialmente el mínimo para sobrevivir, o actualizar las pensiones de acuerdo a la subida del IPC. Quienes viven de una pensión o apoyan a los suyos gracias a ellas lo saben. Se trata de esto. No de las tripas. No se pierdan las caras de póquer de quienes se sienten ganadores. Voten y animen a los suyos. Aunque solo sea por el gusto de verlas el domingo por la noche.         

Truco o voto

Truco o voto

Imaginen la escena: Alberto Carlos Rivera, disfrazado de fantasma; Cayetana Álvarez de Toledo, con negro satén vestida de bruja, acompañada de Pablo Casado con un tornillo lateral en la cabeza, cual Frankenstein; Pablo Manuel Iglesias, de zombi; Santiago Abascal, de jinete sin cabeza; Íñigo Errejón, de bebé ataviado con traje de murciélago, con alitas y todo, y Pedro Sánchez, con disfraz de esqueleto superviviente de mil batallas. Todos ellos, de recorrido casa por casa, con la cantinela del “¿truco o voto?”. La respuesta no se hace esperar: “¡truco, truco…!”. Porque del voto, mejor no hablar. Un voto que ha vuelto como un búmeran, recordemos, por la incapacidad de llegar a acuerdos. De dialogar. De mirar un poco más allá de la estrategia de supervivencia y el tacticismo. Amén de construir eso que los politólogos de cabecera llaman ‘el relato’ con el que justificar lo injustificable.

Lo grave del truco o trato tiene que ver con la lección que nos han dado quienes, en teoría, están embarcados en acoger y albergar la representatividad de la ciudadanía. Porque no olvidemos que estamos aquí porque ellos no han sido capaces de sentarse en serio, mirarse cara a cara, a los ojos, no a los plasmas o a los timelines (cronologías) de las redes sociales, y abordar con sentido común que las estrategias son papel mojado cuando las necesidades son tantas, especialmente de quienes peor parte se han llevado de esta etapa de los sacrificios impuestos, en forma de precariedad y desigualdad.    

No me negarán que en este mundo del espectáculo las ramas de los eslóganes emocionales y las frases de laboratorio no nos dejan ver el bosque de la realidad política. Lo alejado que están los temas de las maquinarias electorales de aquellos que afectan a la vida de las  trabajadoras y los trabajadores, en especial los más vulnerables, que deberían ser el objetivo principal de una acción política a la altura de la dignidad humana. No descubrimos nada si se los recuerdo: la pobreza y exclusión, el empleo insuficiente y precario; la insostenible deuda pública y privada, la orientación económica hacia el crecimiento que no resuelve la desigualdad entre sectores de la población, ni entre comunidades autónomas, ni atiende las necesidades de las personas; la débil solidaridad y cooperación internacional al tiempo que aumenta el gasto militar; y el fracaso de las políticas contra el calentamiento global basadas en la mercantilización del entorno.

No todo vale. Bien es verdad que los gurús que mueven los hilos de las campañas electorales tratan de banalizar la política. Y que en ocasiones los propios medios de comunicación, convertidos en actores principales de la vida pública, promueven una visión de las campañas electorales como una competencia descarnada por el poder, sin mayor vocación de servicio, sustituyendo el debate de ideas y propuestas por el espectáculo y el escándalo.

De ahí que sea deseable acabar con la práctica del insulto, la falacia y la crítica indiscriminada a la clase política para no contribuir al envilecimiento de la vida social y al deterioro de la conciencia cívica. Y ahí entramos todos, porque depende también del papel de cada persona y colectivo en las redes sociales y de los medios elegidos para informarnos.

Frente al truco o trato es el momento para renovar nuestra cultura política. No se resuelve en una semana, pero este período es una oportunidad extraordinaria para promover otra manera de entender la política, a través de un mayor grado de participación y compromiso personal que va más allá del voto. Incorporando la dimensión política a nuestras vidas podemos exigir que se atienda a las verdaderas necesidades del pueblo, buscando el bien común y priorizando a los más empobrecidos, y que los programas reflejen la acción de gobierno que efectivamente se quiere llevar a cabo. Movilizaciones ciudadanas como las de #SOSMarMenor o como la del soterramiento de las vías, las mareas, los pensionistas… son ejemplos de ello. La política sigue siendo importante. Y votar, también. Tomen nota y recibiremos un dulce por recompensa. ¡Voto, voto…!