En el carrusel de las expectativas, los deseos no cumplidos, los gestos aparentemente altruistas y las miradas furtivas se entremezclan, estos días, toda una troupe de bienintencionados seres que aspiran a ser elegidos de entre la masa para convertirse en representantes de no se sabe muy bien qué. Apuestan por subirse al escenario para convertirse en pléyade que se conforma en ser reconocida por la calle, en una pantalla o en el timeline que arranca estas semanas y que culminará dentro de cuatro años. Se lo han jugado todo, incluso lo que no poseen. Esto es, la simple dignidad de la derrota tras derrota en sus carnes.
Imaginen la escena, cual apóstoles en la comida de traición previa a la detención y posterior condena del Crucificado. El ¿acaso soy yo, señor? de la felonía se extrapola estos días al ¿estaré yo, señor (o señora) en las listas? Con lo que yo valgo, con lo que yo me he jugado, con lo que podría dar al partido, a la candidatura, a vuecencia… Esto se merece algo más que unas buenas palabras, que unas palmaditas en la espalda y un hasta luego, Lucas y otra vez será. Que no, que no. Que no es por ser más que nadie, que es por prestar un servicio, una entrega desinteresada, una generosidad sin límites, un altruismo insaciable… En definitiva, que aquí estoy yo porque lo valgo, y cómo es posible que hasta ahora nadie se haya dado cuenta, que no haya sido escogido por ese dedo salvífico ante la mediocridad existente.
Tiempo de incertidumbre
Este es un período de incertidumbre, de dudas, de anhelos, de ansiedades y desvelos. Es un tiempo de ensoñaciones, de proyectos, de cuentos de la lechera. Son instantes de gloria para quienes tienen la sartén por el mango a la hora de escoger a quienes completarán candidaturas, bajo un halo de santidad que ni el más beatífico de los mortales es capaz de alcanzar. Es tiempo de fugas y entregas, de infidelidades, de amores interesados, de compra de voluntades, de exacerbar, de irritar, de causar enfados y enojos por doquier. Porque muchas son las llamadas… y pocas las que traen buenas noticias.
Arden teléfonos, tiemblan los grupos de WhatsApp, abundan los cafés, comidas, cenas y demás contubernios a la espera del anuncio soñado. Proliferan los cotilleos, los dimes y diretes, los debates, polémicas y controversias. Que si yo me lo merezco más, que si con lo que yo me he sacrificado, que si con lo que yo he traicionado por la causa, con los desvelos que he tenido por el partido… y así me lo pagan. Se trata de pensamientos que anteceden a las decisiones salomónicas de los prohombres, y que preparan la mente y el cuerpo para encajar lo inevitable… si llega. Porque ya volverán las oscuras golondrinas de unos nuevos comicios a sus urnas posar, y llegarán entonces nuevos instantes de vacilación y perplejidad.
Era de las traiciones
Es la estación de los amores interesados, de la cooptación de voluntades, de la apropiación de ideas y proyectos, de opiniones inusitadas, de esas que nunca se han utilizado para algo más que presumir de ellas. Es la era de las traiciones, de las puñaladas por la espalda, del si te he visto no me acuerdo, de cuándo he prometido yo algo, venga ya. Del reproche y la venganza, que se sirve incluso en plato frío y sin fecha de caducidad. Incluso es tiempo frugal de los impactos frontales, porque mirar a los ojos para comunicar decisiones no es costumbre a la hora de poner en práctica la asertividad.
Aún restan momentos de tempestad antes de que llegue la calma. La agitación es palpable. Las arritmias, amenazantes. El estómago se revuelve como un torbellino y las jaquecas anidan una tras otra a la espera de la solución final. Todo llega. Se lo dice uno que las vivió en otras épocas. Tan lejanas que ni se añoran, ni se desean para nadie. Ahí quedó todo. Tropezar cien veces en la misma piedra es un privilegio que los humanos nos permitimos con todas sus consecuencias. ¡Oh, tiempos preelectorales! P’a habernos matao.
Mientras las ruedas traquetean por el desgaste de tantas estaciones y terminales, contemplo extremidades inferiores de todo tipo y condición dirigirse a quién sabe qué lugar, andén, terminal, pasarela o ascensor, camino de término de aventuras o simplemente escenarios de la cotidianidad. Aprovecho la capacidad de imaginar las historias que encierran esos cuerpos vivientes en su recorrido por asfalto, pistas, losas, encerados, moquetas y tarimas. Cada uno de ellos arrastra anhelos, sueños y deseos pocas veces cumplidos, lo que no les impide ir de aquí para allá, una y otra vez, como un carrusel que gira y gira mientras observa a su paso el mismo lugar de partida como de llegada.
A veces tengo la sensación de que la vida es una sucesión de salidas de casa sin sentido, cada mañana, para llegar a quién sabe dónde a hacer quién sabe qué. Un día y otro. Y vuelta a empezar. Como autómatas, guiados por un plan de viaje preconcebido que, en realidad, apenas posee detalles o matices. Un trazado salpicado de pulsiones que nos dictan órdenes para el giro, la parada, el arranque, el acelero y la pausa. Impulsos que, en definitiva, carecen de un procedimiento sin más razón que el mero ritmo de arrebatos que justifican sentirnos vivos. Qué triste, ¿verdad? De ahí que la sensación sea la de llegar a ninguna parte.
Final del camino
Es la inercia cansina de repetir, una y otra vez, esos comportamientos que no conducen a lugar alguno. Es la retahíla de titulares que se han oído una y otra vez, en épocas distintas, sin aportar novedades. Crisis o avances, desastres o logros, estadísticas o generalidades, tragedias o premios, qué más da. Los protagonistas regresan de mundos que parecían inalcanzables y, sin embargo, cuando ponen los pies sobre la tierra son incapaces de conquistar aquellas geografías sonoras que tanto se anhelan. Es el final de un camino iniciado desde el momento en el que la sorpresa ha dejado paso a lo académicamente aceptado. El instante en el que la ingenuidad ha sido sepultada por normas, ritos, cánones, pautas y reglas. El tránsito de la niñez a la edad adulta. El momento castrante de la inocencia a la engañosa madurez.
Un día descubres que esa realidad no elegida te sacude en la cara como si una puerta hubiera aparecido de la nada en tu camino,
En ese fardo se guardan aquellos recuerdos de lo que un día fueron experiencias felices de un tiempo vivido en plenitud. No importaba entonces que algunas incluso fueran el resultado de una imaginación desbordante. Ni que otras ni siquiera hubieran acontecido. Bastaba con el hecho de constatar que aquellas formaban parte de la biografía de una infancia a punto de romperse. De la pequeñez vibrante ante lo desconocido. De la sorpresa continua al sentirse querido y acompañado, sin juicios, chantajes o exigencias. Simplemente custodiado en ese tiempo vital de pasos adelante, de sorpresas continuas, de asombros de inocencia, de cálida candidez, de búsqueda incansable para lograr ese lugar en el mundo del que no puedas marcharte.
Un día, de manera inopinada, descubres que esa realidad no elegida te sacude en la cara como si una puerta hubiera aparecido de la nada en tu camino, en mitad de un pasillo o al girar una esquina. Sin avisar. Sin adivinar apenas que era una posibilidad plausible, lo real se convierte en aquello que finamente va a marcar tu existencia. Ahí ya no queda apenas espacio para la duda, ni para un atisbo de voluntad. El golpe es tan fuerte que llega a tambalear los exiguos cimientos que hasta entonces sustentaban la vida.
Trayecto a ninguna parte
La edad adulta es como ese equipaje arracimado que inunda espacios sin sentido alguno. Desprovisto de finalidades, una y otra vez se guardan esos objetos que jamás encuentran acomodo en lo que resta por venir. Es la constatación palpable de que es necesario despojarse de tantos paquetes superfluos que acumulamos a lo largo del tiempo. Es la prueba de que es el trayecto a un lugar en ninguna parte, el empeño en llevar la contraria de próceres e insignes adultos frente a quienes tratan de sobrevivir.
Todo es mucho más sencillo, pero llegar a descubrirlo implica que hay que deshacerse primero de lo planeado. Resulta imprescindible deshacer ese nudo que ha llegado a convertirse en la imagen de un patíbulo emocional que no deja lugar para la apertura a lo inexplorado. En ese instante, ese bulto pasa entonces a convertirse de maleta a maletín, a bolsa, a simple envoltorio que apenas cubre la desnudez de la inocencia. El embalaje se esfuma al quedar despojado de todo lo superfluo para mostrar con nitidez quiénes somos.
Su seguro servidor cumple en unos meses los 59, nací lejos de aquí, trato de dejar esto un poco mejor de cómo lo encontré… pero lo confieso: soy machista. No leninista, como bromeábamos hace unos años, pero sí hijo de la cultura y tradición heredadas tras muchos siglos de empeño en los que el varón, como uno de la especie que les habla, campa a sus anchas por el vasto mundo. Y eso que vine a dar en una familia que sorprendía por los pasos que llevaba por delante, donde el patriarca no era el único que traía el sustento a casa y las tareas compartidas sorprendían a propios y a extraños.
El colegio se encargó de dejar claro las actividades que eran para unos y para otras. Si había alguna duda, en las misas, el predicador de guardia también contribuía a despejarlas. Pero fíjate tú que pronto aparecieron algunos curas a lo largo del tiempo que sorprendían con un relato que no tenía mucho que ver con el oficial. Tal y como lo presentaban, el galileo parecía romper moldes a la hora de relacionarse con las mujeres, pero eso era muy diferente a las imágenes ñoñas de las advocaciones marianas, las procesiones y cómo se organizaba la vida en los templos.
Destino superior
A las amigas del instituto no las dejaban volver a casa tan tarde a como a nosotros, pero eso nos llegaba a parecer normal. Bien es verdad que si lo analizábamos fríamente no entendíamos que la hora o la oscuridad fuesen factores para que no ocurriera lo que tuviera que ocurrir. Esos atropellados besos, las primeras caricias o los torpes intentos para consumar el sexo eran fuente de tensión y conflicto, especialmente, para ellas. Nosotros ya andábamos ocupados en ese convencimiento grabado a fuego de que nuestro destino era superior, había que dar la talla y con cuantas más chicas, pues más éxito alcanzábamos.
En la universidad me tocó vivir un episodio singular. Un viejo profesor de literatura hispanoamericana se permitió descalificar a aquellas feministas que trataban de obligar al hombre a pasar por dónde ellas querían, llegó a decir. En la clase se hizo un gran silencio y ninguna de las compañeras se atrevió a decir algo. Ingenuo de mí, levanté la mano y le dije que no me parecía justo que descalificara a quienes habían sido pioneras en avances sociales en la historia reciente. Mi queja se quedó ahí y no fui capaz entonces de comprender el porqué de ese mutismo por parte de mis compañeras, que ya entonces eran mayoría en el aula. No me consideraba un héroe. Es más, me veía en ocasiones asintiendo el discurso dominante sobre las diferencias de hombres y mujeres, sus papeles e identidades. Pero quizá aprendí una de las primeras lecciones sobre esta asignatura del machismo: que se empieza a aprobar cuando las mujeres alzan la voz y dicen aquello de “aquí estoy yo, porque he venido”. Y la materia se supera con nota cuando nosotros, los machitos, nos sumamos al encuentro.
Maldita la hora
Qué decir cuando ya, avanzados los años, caí en todo aquello que en la teoría parecía tener aprobado. Que las tareas de casa o el cuidado de los hijos no se asumen de una manera equitativa. Que no parece estar en el ADN porque siempre hay fines supremos que justifican todo lo contrario. Y mira que me duele reconocerlo. Primero, en mí. Luego, en los otros. Aunque, a decir verdad, siempre es más fácil quedarse en la superficie del asunto y esconder la cabeza como un avestruz. En el trabajo, en el ocio, en el compromiso social y político… todo parece estar por delante de los asuntos cotidianos del hogar, porque siempre lo doméstico parece estar resuelto y, lamentablemente, destinado a otras.
Maldita la hora en que uno cae en lo que más abomina. Al menos, en las teóricas convicciones de las que uno presume en algún momento de la vida. Humildad, queridos niños, humildad. Os digo y, por tanto, me digo a mí mismo sin descanso, que el camino que nos queda por recorrer hay que empezarlo ya mismo. Sin perder tiempo. Sin necesidad de que nos lo recuerde nadie. Es de suyo. Como también salir a la calle junto a vosotras, en un día como el de hoy, para reivindicar lo que es de justicia: dignidad económica, legal y social para llegar a ser simplemente personas.
Propósito de enmienda
La escritora de origen marroquí Najat El Hatchmi nos lo ha recordado hace unos días, “porque a las puertas del 8-M cabe recordar que ser mujer no es ni un sentimiento ni una identidad (…) y en casi todo el mundo lo que sigue dominando es precisamente esa red de normas también conocida como patriarcado. También aquí, por supuesto, donde la esclavitud se oculta detrás de felices términos como temporeras, trabajadoras sexuales o gestación subrogada”.
Hago propósito de enmienda y cumpliré la penitencia que me toca: sentirme vulnerable y débil, porque tropiezo cien mil veces con la piedra de creer que en algún momento de la vida estoy por encima de vosotras. Soy varón, y mientras no lo reconozca, lo combata y lo remedie, machista. En ello estoy.
Nada más ser nombrado vicepresidente del Gobierno de Franco, en junio de 1973, Luis Carrero Blanco encargó un informe relativo a las deterioradas relaciones entre la Iglesia postconciliar y el Estado nacional-católico. En ese trabajo realizado por los servicios de información, entre ellos, la temida Brigada Político-Social, destaca un curioso dato: mientras que el 11 por ciento del clero secular español es desafecto al régimen franquista, en el caso de la Diócesis de Cartagena, de los 387 sacerdotes seculares, los desafectos eran 89 (un 23 por ciento, casi uno de cada cuatro). Sólo las diócesis del País Vasco y de Navarra tenían porcentajes superiores de desafección política.
Primeros recuerdos
A ese año se remonta mi primer recuerdo de Cartagena. Hay olores que se agarran a tus fosas nasales de tal forma que, hasta pasado un tiempo, siguen trasladándote al lugar en el que se inhalaron, por mucha distancia que haya. Se convierten en la evocación de una experiencia que tarda muchos años en diluirse. Era la primera que viajé a la ciudad y en mi memoria quedó grabado un lúgubre piso de la barriada de la Puerta de la Villa, al que se accedía por unas empinadas escaleras. En él vivía mi amiga Conchi junto a sus padres, Carmen Álvarez y Santiago Pintado, y el resto de sus hermanos: Juanito, Santi y Luci. Todos compartían vida con un sacerdote yeclano, a la sazón párroco de la Catedral Antigua.
Santa María la Vieja atesoró a finales de los 60 muchas historias de vida repletas de deseos de cambio
Sí, sí… entre las ruinas de la que es, sin duda, una de las primeras sedes episcopales de la península ibérica, se alzaba una parroquia llamada de Santa María la Antigua. En ese momento yo apenas tenía nueve años. Aunque traspasé sus derruidos muros y conocí los locales anexos a la pequeña capilla que aún permanecía en pie, no podía ser capaz de adivinar la vida que se atesoraba en ese recinto desde mediados de los años sesenta. Una savia que fue pasión pura para muchas personas, jóvenes y mayores, atraídas por los deseos de cambio social, político y religioso, en el contexto del denominado tardofranquismo de una ciudad militarizada, no solo marcada por la presencia del Ejército sino por una serie de empresas estratégicas en las que una convulsa clase obrera trataba de abrirse paso en sus reivindicaciones.
Renovación conciliar
Esas historias de vida son las que tratado de recoger ese cura yeclano Pedro Castaño Santa en La otra cara de la Catedral Antigua (2022), que retrata todo lo vivido en la Parroquia de Santa María la Antigua entre los años 1967 y 1976 en los que estuvo adscrita a la Diócesis de Cartagena y donde, en sus poco más de cien páginas logra cumplir el principal objetivo que le ha llevado a remover recuerdos y a recopilar documentos y fotografías de esos años: mantener viva la memoria de lo que allí aconteció. Y lo hace de una manera ordenada que arranca con su ubicación en la ciudad y los primeros pasos de las misas que allí se celebraban desde los años cuarenta en la única capilla que se salvó de los bombardeos del ejército sublevado, sí, de los ataques de las fuerzas de la mal llamada Cruzada contra el comunismo y el ateísmo.
A la izquierda, un momento de la presentación del libro en el Casino de Cartagena. En la imagen de la derecha, Pedro Castaño, en el centro, junto a quienes participaron en la presentación del libro, el pasado 23 de febrero, en el Edificio Moneo, en Murcia.
No resulta extraño, pues, que entre esas ruinas creciera una experiencia litúrgica de la mano de la renovación conciliar del Vaticano II, así como una pastoral encarnada en la realidad del mundo obrero de entonces. Desde los más jóvenes de la JOC, a los más veteranos de la HOAC y lugar de encuentro de los curas obreros de la comarca, junto a muchos otros que bien podrían formar parte de aquel numeroso grupo del clero secular desafecto al Régimen.
Lugar de la memoria
Santa María la Antigua fue sede de reuniones clandestinas donde se organizaban huelgas, almacén de distribución de la editorial ZYX (una de las pocas que combatía la ignorancia y la indiferencia del franquismo a través de la cultura popular), lugar que acogería la Educación de Adultos y el colectivo Carmen Conde, centro de formación y de ocio para jóvenes, comedor comunitario, guardería laboral, hasta sala de conciertos, sede de la Cofradía del Cristo de Socorro, punto de encuentro de las Comunidades de Base y Casa de Acogida. Cada una de esas realidades está atravesada por hombres y mujeres embarcados en deseos de cambio. Muchos quedan en mis recuerdos personales, como Pepe Ros o Juan Andreu. La mayoría de esa gente estaba contagiada por una fe que los llevaba a no tener miedo a manifestarla. También había personas que, desde su agnosticismo o ateísmo militantes, eran capaces de estrechar lazos por un bien superior que no era otro que combatir la injusticia.
El historiador Antonio Martínez Ovejero, que fue aprendiz en la Bazán, dirigente de la JOC, militante de la USO y destacado político socialista en los primeros años de la democracia, tiene muy claro que la Catedral Antigua reúne todos los requisitos para ser designada como Lugar de la Memoria Democrática de Cartagena. Tras recorrer el libro de Pedro Castaño no quedan duda y estoy seguro que quienes vivieron esos años podrán dar fe de ello. De ahí que no resulte extraño suscribir la afirmación de Milan Kundera, acerca de que la lucha contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. Una memoria que ayudaría a entender, entre otros, los momentos presentes de la política, la Iglesia y el sindicalismo.
No le hizo falta exhibir la navaja. Fue suficiente con la amenaza y el amago de esgrimirla desde el interior de su raída chupa. El joven yonqui era incapaz de mirar directamente a los ojos. Su voz cascada, su tono exasperado y su mano izquierda interponiéndose entre su maltrecho cuerpo y la puerta de la cabina telefónica fueron suficientes. Tranqui, colega, le espeté, que te doy lo que tenga. Y lo que tenía era un arrugado billete de 5.000 pesetas con el que pensaba pasar la semana. Han transcurrido cuatro décadas, pero tengo viva esas imágenes como si hubieran acaecido hace unas horas. Acababa de hablar con mis padres para darles cuenta de las novedades de los últimos días. Experimenté la vulnerabilidad, la impotencia y el desasosiego frente a quien que es capaz de lo que sea para meterse un chute. No merecía la pena hacerse el valiente. Eran las ocho de la tarde y había una vida por delante.
Lazos de hermandad
La escena tuvo lugar en una calle lateral de la entonces Parroquia (desde 2007, Centro Pastoral) de San Carlos Borromeo, en Entrevías, en el extrarradio del barrio de Vallecas. Una iglesia en la que celebraba Enrique de Castro (Madrid 1943-2023), y a la que acudíamos una variopinta grey convocada por la prueba de una fe que es capaz de mover montañas, corazones y deseos escondidos. Eran los años en los que el caballo campaba a sus anchas por los distritos más pobres de la capital. Barrios obreros, repletos de conciencia, castigados por el jaco, y hermanados por el paro, la precariedad y la pobreza. Allí, ente aquellas paredes, en un templo humilde, en sus locales, bajo la advocación de un santo que, paradojas del destino, era el patrón de los trabajadores de la bolsa y de la banca, se fraguaba un testimonio encarnado de los que marcan una vida.
Esos salones parroquiales estaban pariendo redes de solidaridad, de denuncia, de lazos de hermandad, como los de las Madres contra la Droga, los Traperos de Emaús, la Coordinadora de Barrios y, un poco después, los movimientos de Papeles para Todos y para Todas. Vivir cualquier eucaristía en sus bancos provocaba un escalofrío que recorría los cuerpos mortales como expresión palpable de un misterio de fe y trascendencia que era imposible aprisionar entre aquellos muros. Eso ocurría en un lugar llamado Entrevías… y entonces, sin metro.
Ternura derramada
Muy cerca de allí, camino del Pozo del Tío Raimundo, en una casita baja con patio, Enrique de Castro abría sus puertas a chavales de la calle, a aquellos que Carlos Saura retrató en Deprisa, deprisa (1981). A jóvenes parejas que habían huido de sus casas en busca de un hogar en medio de la nada. Allí siempre había una mesa dispuesta para celebrar la vida en torno a un plato de comida. La ternura se derramaba en aquellas estancias, en mitad de historias de dolor. Eran tiempos para saborear que la miseria y el desarraigo son capaces de vapulear los proyectos y las tentaciones de quedarse al margen de la vida de los otros. De quienes no cuentan.
San Carlos Borromeo, con Pepe Díaz y Javier Baeza, compañeros de Enrique, era un santuario, un lugar de peregrinación y acogida, un lugar de encuentro en el que sentir a un Dios cercano, a un Dios que lucha en la calle, a un Dios de rostro curtido, al que se aprecia que forma parte de tu gente. Que no es distante ni está secuestrado por quienes se creen poseedores de una verdad absoluta, arrebatada a las personas sencillas, a las humildes, a las sin nadie.
Luz en su mirada
Años después volví a encontrarme con Enrique de Castro en las batallas protagonizadas por la Coordinadora de Barrios a lo largo y ancho de toda España. Estuvo varias veces aquí, en Murcia. A mediados de los 90 se le notaba cansado, agotado, pero nunca vencido. No había desaparecido esa luz de su mirada. Una mirada que se apagó la semana pasada pero que ha estado repleta de fortaleza y compromiso. Primero, como cura obrero, apoyando el sindicalismo que renació en las sacristías. Después, como acompañante de toxicómanos, de sus madres, y de personas migrantes. Defendió, sin avasallar, su opción por los últimos y, como suele ser habitual, se granjeó la incomprensión de parte de la jerarquía de su iglesia, esa misma que fue cómplice de la ejecución del obrero de Nazaret hace dos milenios.
Parte de sus vivencias las dejó por escrito en ¿Hay que colgarlos? (Popular, 1985), y en aquel otro que encabeza estas letras, Dios es ateo (Popular, 1997), un título que es un aparente oxímoron pero que reflejaba sus convicciones y vivencias más profundas. Allí afirmaba, entre otras cosas, que «para el rico siempre será peligroso que el pobre encuentre su fe porque entiende ésta como una amenaza contra sus seguridades y poderes adquiridos, por lo que ha decidido comprarla y devolverla como una moneda adulterada que sirve a sus propios intereses. Ya no será fe sino creencia, cuyo objeto es un Dios garante del orden establecido impuesto por los poderosos, de la sumisión, la obediencia y la moral clasista. Un dios que garantizará los pactos de religión con el poder de los Estados, las inquisiciones medievales y las de ahora, que impondrá dogmas oscurantistas, al igual que las sectas, sólo accesibles a teólogos y eclesiásticos, pero no al pueblo…». Hasta pronto, Enrique.
Un bello (y a la vez, duro) libro que recoge toda una vida sustentada en grandes ideales
“Si quieres vivir libremente, nos ha dicho José Bergamín, procura vivir encadenado. Y encadenada vivo a los recuerdos abusando de la paciencia de los que me escuchan”. Así refiere María Teresa León (Logroño, 1903 – Madrid, 1988) las páginas conclusivas de su Memoria de la melancolía (Roma, 1970), uno de los textos más bellos que han caído en mis manos en los últimos tiempos. El conmovedor testimonio de quien tuvo la dicha de vivir el tiempo de cambio y utopías de nuestra dolorosa España de los años 30, y la tragedia, a la vez, por pagar un alto precio en el exilio argelino, francés, argentino o romano junto a Rafael Alberti. Rica y privilegiada memoria de quien ha sido testigo de un siglo y de innumerables compañeros de viaje, como Picasso, Unamuno, Neruda, Machado, Rosa Chacel, Louis Aragon, Rubén Darío, Bertolt Brecht, Frida Kahlo, Camus, Paul Éluard…
Heridas que paralizan
Vivir encadenado a los recuerdos nos trae a veces complicaciones arracimadas de sueños, golpes, vivencias y heridas que paralizan y frenan impulsos vitales que precisan unas gotas de aire para alimentar la esperanza. Evocar todo aquello que hemos sido desde niños, invocar a nuestros ancestros y tratar de hallar esas resonancias que aparecen cuando menos se les espera se convierte en un sanador juego para descubrir, sinceramente, quiénes somos y en qué nos hemos convertido.
De ahí que homenajear a una de las Sinsombrero es la mejor ocasión para el reencuentro con las páginas de este diario en el que, a lo largo de casi veinticinco años, siempre he intentado estar al cabo de la calle. Con mayor o menor lucidez, según el momento vital, con ausencias y lapsos incluidos. Dios nos libre de quienes se creen poseedores de una clarividencia lineal a lo largo de su existir.
María Teresa León fue una de aquellas mujeres de la Generación del 27 que apenas estudiamos en ese BUP de Vicente Aleixandre, Cernuda y, a lo sumo, Alberti. Eclipsadas por el peso cultural repleto de expresiones políticas y culturales que hoy podríamos calificar de patriarcales, ya no sirven excusas para colocar en primera línea a aquellas destacadas figuras de la pintura, la escultura, la literatura, la escena, la universidad y la investigación en sus diferentes manifestaciones.
Páginas que trascienden
Las páginas de Memoria de la melancolía trascienden la mera biografía de quien ha vivido en primera persona un compromiso político en una turbulenta etapa de la España que pudo haber sido algo más que una unidad de destino en lo universal en la que quedó. Testigo de los cambios que se vivían en un mundo marcado por los totalitarismos, algunos sustentados en una ideología por la que dejó sus orígenes burgueses por la opción que le iba a complicar su vida, no se resignó a mirar de lado ante lo que se avecinaba.
En otro momento escribí que la melancolía es un estado de ánimo que nos une a través de fronteras físicas y temporales y es difícil encontrar un periodo histórico o una cultura sin rastro de sentimientos melancólicos. Ahora lo hacemos sobre todos esos sentimientos que suscitan a la autora el exilio, el desarraigo. La evocación por otro tiempo pasado, uno que pudo haber sido y no fue.
No consigo ser capaz de sentir lo que puede pasar por el corazón de una persona exiliada, de una refugiada. El exilio es atroz
Hablar de la obra de María Teresa León es hacerlo de la novela, el teatro, el cuento, la poesía, el ensayo y el guion para cine. Ella educó, cantó y animó en la Guerra, y fue parte de empresas teatrales y de colectivos culturales. Activa protagonista en la supervisión del traslado de las obras del Prado, de Toledo, de El Escorial, hablaba por la radio y era traductora. Como ella recuerda, «siempre haciendo algo”. Y se pregunta: “¿Por qué estaremos siempre haciendo algo las mujeres? En las manos no se nos ven los años sino los trabajos…».
No consigo ser capaz de sentir lo que puede pasar por el corazón de una persona exiliada, de una refugiada. El exilio es atroz. El desarraigo, una maldición ante el que cabe poco más que dirigir una mirada de ternura. Cuando veo esas imágenes en blanco y negro de quienes tuvieron que abandonar su país para morir en otra tierra no puedo por menos que dejar escapar unas lágrimas de dolor. Tanta esperanza e ilusiones frustradas en el paso de los Pirineos o en los barcos que cruzaban el Atlántico camino de México o la Argentina, o se quedaban a pocas millas en destino a Orán. Como hoy lo hacen en Siria, en la República Democrática del Congo o Sudán, entre otros países. Son más de 25 millones las personas refugiadas bajo el mandato de ACNUR a consecuencia de conflictos y persecuciones.
Pobre España
María Teresa se permite pedir perdón por “la reiteración de las palabras tristes” al hablar de la guerra. “No he evitado cuando lo creí necesario llamar pobre a mi España ni desgraciado a mi pueblo, ni desamparados a los que padecieron persecución, ni desesperados a los que sufrieron tantas enfermedades de abandono”, afirma. Desesperada a finales de los años 60 porque “sé que ya en el mundo apenas se nos oye” reafirma, sin embargo, que “siempre habrá quedado el eco, pues el único camino que hemos hecho los desterrados de España es el de la resignación. Pero feliz el pueblo que puede recuperarse tantas veces para sobrevivir. Es el orgullo del desdichado. (…) Tal vez yo no debería haber escrito este libro, pero escribir es mi enfermedad incurable”. Como la nuestra.
Nana Pez ilustrará esta nueva etapa de Al Cabo de la Calle. Es una artista plástica multidisciplinar, pedagoga social y psicopedagoga.
Justina Jiménez Salcedo falleció en la madrugada del pasado martes, 18 de octubre de 2022, en el Hospital Morales Meseguer de Murcia. No murió sola. Se entregó en los brazos del Padre-Madre Dios tras una vida intensa, en compañía de sus hermanas Juani y María. El resto de su familia, amigas, compañeras y compañeros de mil de batallas en la fábrica, el barrio, la librería Demos, en la HOAC… hemos estado junto a ella con la fuerza y energía del Espíritu que a lo largo de su vida le ha derramado y llenado de dones y gracia.
Nacida en la pedanía caravaqueña de Cañada de la Cruz en el año 1951, a los pocos años llegó junto a sus padres y hermanos a Molina de Segura, polo de atracción de centenares de personas en busca de un empleo en las fábricas de la conserva y sus industrias auxiliares. En una de esas empresas, Emursa, dedicada a la fabricación de envases metálicos, recaló Justina muy joven, donde empezó a vivir sus primeras experiencias de compromiso sindical para la mejora de las condiciones de trabajo de sus empleadas, especialmente mujeres.
De la fábrica a la Demos
Allí conoció a la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y a la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y su compromiso como enlace sindical dio paso, posteriormente, a implicarse directamente en el impulso de la Librería Demos de Molina de Segura, una de las tres que se crearon en la Región (además de la de Murcia y la de Yecla), de manos de la Editorial ZYX y con militantes hoacistas.
Gracias al centro de adultos de la Escuela Equipo consiguió el Graduado Escolar. Le movía implicarse en la difusión de la lectura como instrumento de la promoción del pueblo, en unos años donde la cultura dominante venía marcada por el franquismo y la represión social, política y sindical. Una implicación en favor de la cultura obrera que le llevó durante varias décadas a estar en el mostrador, la trastienda, los expositores de libros y, sobre todo, con la sonrisa, la acogida y la palabra amable a cualquiera que traspasase la puerta de la tienda en busca de algún texto o juego educativo que precisase.
Actividades con niños y menores en San José Obrero.
Opción por las mujeres
Su compromiso también le llevó al barrio de San José Obrero de Alcantarilla, donde vivió unos años trabajando en favor de la promoción de las mujeres gitanas. Esas que en su funeral declararon que gracias a ella habían llegado a ser hoy lo que son, y que ofrecieron una corona de flores como recuerdo de “Tus gitanicas de La Puebla”. Su humilde vivienda acabó siendo una ludoteca.
En la Eucaristía de despedida en la Parroquia de la Sagrada Familia, presidida por su gran amigo, el sacerdote y consiliario Joaquín Sánchez, la familia hoacista de su Equipo Trinidad (que le ha acompañado en los últimos veinte años) le dedicó unas palabras que trataron de resumir quién ha sido Justi para todas y cada una de las personas que acudieron la tarde del miércoles 19 a su despedida entre lágrimas, risas y, sobre todo, a sumarse en agradecimiento y homenaje por su vida.
1234
Algunas imágenes de la vida de Justi en la HOAC: 1. En un Día de la HOAC, junto a Eulalia (ya en manos del Padre) y Carmen Álvarez | 2. Durante una Asamblea Diocesana (al fondo, Pepe Tornel) | 3. En su casa, junto a sus compañeros y compañeras de su equipo Trinidad. 4. En la Librería Demos, en el año 2011, durante una visita de la presidenta de la HOAC, Pino, junto a Irene Torregrosa y Consuelito.
Humildad y generosidad
En primer lugar, destacaron que, seguro que estaba muy contenta por reunir a tantas personas, pero, a la vez, estaría abrumada por ser ella el centro de atención de este encuentro. Ella nunca ha querido llamar la atención y sobresalir a lo largo de su vida. Pero dejemos que sean una serie de rasgos que la definen el mejor homenaje que podamos ofrecer de esta militante obrera cristiana, que tanto ha querido a la HOAC y que, en acción de gracias, lo ha dado todo a lo largo de su vida.
Justi es humildad. En la sencillez y en la atención a los detalles, Desde sus regalos a la atención a lo pequeño. A sus plantas. A su patio cuidado con esmero y con la ayuda de su cuñado Paco.
Justi es generosidad. De su tiempo, de su dinero, de su entrega a los demás, especialmente a las personas más sencillas.
Justi es compromiso. En el cuidado a sus hermanos pequeños, especialmente Ventura y Juani. En la fábrica, junto a sus compañeras Alicia, Mariana, Maruja, Antoñica, Asunción, Antonia, Mari Cruz, Marisol y Julia, entre muchas otras. En los barrios de San José Obrero, en Alcantarilla, y Fátima, en Molina de Segura. En la cultura, a través la Librería Demos.
Justi es esperanza. En sus largos años de enfermedad no ha habido quejas. Ha dado gracias a Dios cuando se despertaba cada día, como nos ha recordado su entrañable amiga Elena.
Justina Jiménez, tras el mostrador de la Librería Demos, en Molina de Segura.
Rebeldía y felicidad
Justi es humanidad y acogida. Con su mirada lúcida y brillante, en esa cercanía y pasión por la familia a la que siempre ha querido reunir junto a sus hermanas María y Juani, con su hermano Ventura que falleció prematuramente hace unos años, con sus cuñados Paco, Fernando y Toñi, sus sobrinos, sus padres, su perro Jacky…
Justi es rebeldía. Nada de lo humano le ha sido ajeno. Tuvo claro desde siempre que era hija de la clase obrera y a ella se debía. Era crítica, observadora y rebelde. En realidad, siempre se ha rebelado contra cualquier poder establecido y lo ha hecho siguiendo el modelo de quien ha sido guía en toda su vida: Jesús de Nazaret.
Justi es felicidad. La que ha trasmitido a lo largo de su vida y que en la tarde de su despedida disfruta por estar reunidos en su recuerdo, atribulada por tanta expectación, contenta por celebrar la vida. Orgullosa de formar parte de la gran familia de la HOAC y colocarse junto al Padre-Madre Dios en la compañía de Eulalia, Tere Contreras, Pepe Tornel, Pedro López, Manuel Arnaldos… entre muchos otros.
De lo que estamos seguros es de que Justi nos guardará un sitio cálido y cómodo junto a ella en esa vida eterna en la que reina la paz y la justicia. Y hará mientras suena el Gracias a la vida, como lo hizo esa tarde, en su funeral, en la voz del barítono Julián Millán, hijo de su amiga Elena.
Siempre nos quedan los clásicos. Cuando perdemos la esperanza a la hora de encontrar algún autor que nos emocione, llega un clásico de la literatura de cualquier época y despierta a ese bicho que nos ha inoculado la pasión por las buenas historias, los personajes desgarrados, los diálogos dinámicos y las tramas que se sostienen.
En este verano de escaparate de la crisis climática, con sus incendios devastadores, el medio año guerrero en Ucrania, el disfrute de vacaciones como si fueran las últimas y el visto bueno a la ley del sí es sí (y así, mal que le pese a nuestra derecha gritona), han tenido que llegar dos clásicos de la novela negra (George V. Higgins y Raymond Chandler) para recordarnos que aún hay motivos para la esperanza. La esperanza de gozar con las conspiraciones de una serie de personajes grabados en nuestra memoria ligada al cine, las patrañas negras y a un desfile de héroes, secundarios y personalidades corrompidas en su día a día o, simplemente, pasando sin pena ni gloria por la vida.
El placer del diálogo
El primero de ellos nos ha ofrecido el placer del diálogo por el diálogo, sin grandes descripciones ni interioridades varias para explosionar en unas vivencias marcadas por la violencia en el Boston de la segunda mitad del pasado siglo. En Los amigos de Eddie Coyle, publicada en el año 1970 y cuya edición en español la tenemos en Libros del Asteroide (2018, 6ª edición), George V. Higgins es capaz de adentrarnos en una red de situaciones y villanos que no sorprenden haber embelesado a autores de la talla como Don Winslow o Dennis Lehane.
Diálogos, tramas y personajes se alejan de los estereotipos que hasta entonces parecían dominar la novela negra, con esa visión maniquea de los buenos y los malos. Aquí hay cantidad de grises. La propia experiencia del autor, como periodista, abogado y ayudante del fiscal, permite dar una voz real a quienes se mueven en ese mundo del hampa, no tan lejano a los ambientes que nos tocan vivir a diario. Por mucho que, en ocasiones, parezcan distantes. No se pierdan a estos amigos.
Escritura de agonía
Y si les queda alguna duda sobre qué llevarse a sus manos antes de comenzar el otoño, Raymond Chandler les resuelve el enigma. De entre las novelas en las que su protagonista estelar, Philip Marlowe, tiene que enfrentarse a lo que los clientes le reclaman,El largo adiós, publicada en el año 1953 y que en España la podemos encontrar en diversas ediciones (como la de Cátedra de 2005), ofrece una imagen madura y más humana del genial detective. La serie comenzó en el año 1939 con El sueño eterno, pero el propio Chandler reconocería que esta novela que nos ocupa sería la mejor y más lograda, “mi mejor libro”, calificando su proceso de escritura como de “agonía”.
Al igual que sucedió con Pierre Lemaitre (el parisino que inauguró esta serie de Lecturas veraniegas), me alegra su coincidencia con Chandler al profesar admiración con estos escritores tardíos. Son buenos ejemplos de que nunca debemos perder la esperanza en alcanzar los sueños, por mucho que cueste materializarlos.
El detective irónico
En El largo adiós se mezclan dos historias aparentemente distintas, pero con más puntos en común de los que cabría imaginar. El propio detective se convierte en solucionador de los embrollos y víctima de estos, atrapado en un clima de relaciones vacías y exentas de sinceridad, de mansiones y urbanizaciones alejadas de la dureza de la gran ciudad, pero salpicadas del poder, la corrupción y la violencia física e institucional. Ni la entereza moral, ni la ironía, ni, por supuesto, la franqueza de nuestro héroe, quedan a salvo de que se vea envuelto en los entresijos de personas que, o bien ocupan profesiones en las que se les suponen comportamientos honrados, o su estatus es inalcanzable y se creen dueños de un poder infalible frente al resto de los mortales.
La vida es una novela negra, en la que los variopintos actores y actrices bailan con lo que deparan sus decisiones. Nunca viene mal saberlo y, sobre todo, degustarlo.
Ficha técnica de LOS AMIGOS DE EDDIE COYLE
N.º de páginas: 202 Editorial: LIBROS DEL ASTEROIDE ISBN: 9788492663446 Año de edición: 2011
Ficha técnica de EL LARGO ADIOS (SERIE PHILIP MARLOWE 6)
N.º de páginas: 456 Editorial: CATEDRA ISBN: 9788437621241 Año de edición: 2005 Colección: LETRAS UNIVERSALES
… y si quieres leer otras entradas relacionadas con mis gustos literarios, accede a Mis Lecturas
Sobre prejuicios y literatura dentro de la literatura
Los prejuicios son siempre eso, prejuicios. Y en cualquier aspecto de la vida como de la literatura solo nos llevan a perdernos oportunidades, embadurnadas, eso sí en muchas ocasiones, de soberbia, altanería y una supuesta autoridad moral e intelectual rayana en la ignorancia. En el campo de las letras, a la hora de enfrentarme a los superventas, estoy seguro de que esa manía me ha llevado a perderme textos y autores sobre los que han actuado más la ofuscación que un simple acercamiento crítico a lo que ha triunfado en el mercado editorial.
Un sugerente autor
Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) era uno de esos autores a los que nunca había decidido adentrarme, pese a la intriga que despertaba el hecho de algunas de las temáticas que abordaba en sus novelas. Hasta que llegó Terra Alta (Planeta, 2019), un premio Planeta ni más ni menos. Quién iba a decir que, a partir de ese momento, habría un antes y un después en mi visión sobre el escritor al que debo para siempre el poder saborear uno de los textos que más me han impactado, con sus reflexiones de plena actualidad y una trama de las que te enganchan desde las primeras líneas.
No, no me refiero a la historia del brutal asesinato de un rico matrimonio ambientada en esa comarca catalana, cuyo caso trata de resolver Melchor Marín, un joven mosso d’esquadra destinado a una pequeña ciudad en la que podría pasar desapercibido tras su protagonismo en los sucesos de 2017 en Cambrils, tras el atentado de las Ramblas barcelonesas. Resulta que nuestro protagonista es un apasionado lector de Los miserables, la obra de Víctor Hugo en el que la justicia vence a la injusticia, la moral a la irracionalidad, el amor frente al odio y el bien al mal.
Literatura que lleva a literatura
Literatura dentro de la literatura o, mejor dicho, literatura que lleva a la literatura. Ese es al menos el camino que me llevó a conocer a los personajes y ambientes de la Francia revolucionaria post napoleónica, en los que se desenvuelve Cosette, la niña prototipo de la inocencia, hija de Jean Valjean, renacida en el retoño de Melchor y que aparece en toda la serie que completa Independencia (Tusquets Editores, 2021) y, sobre todo, en El castillo de Barbazul (Tusquets Editores, 2022). De ahí que las continuas referencias a la historia de esa novela épica del XIX que aparecen en la primera obra de la trilogía de Javier Cercas sean una invitación a ampliar los lazos con el regusto de poder disfrutar lo que es capaz de suscitar la literatura en cualquier lector. Como es otra sugerente invitación en la referencia a otras lecturas que salpican la vida de Melchor Marín, como es el ruso Iván Turgenev. Algo más de lo que hablamos.
Serie Terra Alta
Invitación a la lectura
Aunque El castillo de Barbazul es la novela que cierra la trilogía, en este verano que entra a su fin, si no lo han hecho ya, devórense la serie completa porque estoy seguro de que no les va a defraudar. Tramas, personajes, giros y un estilo propio, ya que el propio Cercas ha afirmado que su ideal son “novelas fáciles de leer y difíciles de entender”. Si les suman algunos ingredientes de actualidad, como que acaban de cumplirse cinco años del atentado de Las Ramblas y los sucesos de Cambrils, junto al argumento de Independencia que le traerá a la memoria la serie Intimidad, de reciente gran éxito en Netflix, mejor que mejor. No les digo nada más que incluso en ellas aparecen vínculos con nuestra Región de Murcia, en concreto con la pedanía de El Llano de Molina de Segura, donde vive una antigua compañera de profesión de la madre asesinada de nuestro protagonista.
Héroes, villanos, personajes reconocibles, nacionalismo irredento, sentido de la justicia, escenarios cercanos y tramas que no nos son ajenas completan un menú a la altura de un gran escritor, de una gran historia y de una literatura capaz de codearse con la de autoras y escritores más valorados por la crítica. Renuevo la promesa de dejar de lado los prejuicios e intentar la aproximación libre de ataduras e ideas preconcebidas a las obras que caigan en mis manos. A eso también les invito.
Ficha técnica sobre EL CASTILLO DE BARBAZUL (Serie Terra Alta III)
N.º de páginas: 400 Editorial: TUSQUETS EDITORES ISBN: 9788411070843 Año de edición: 2022 Lugar de edición: BARCELONA
Ilustración: EVA VAN PASSEL GAMBÍN
… y si quieres leer otras entradas relacionadas con mis gustos literarios, accede a Mis Lecturas
O de cómo es posible narrar el silencio de tres mujeres
Ilustración: Eva van Passel Gambín
El dolor que provocan a menudo los recuerdos es capaz de traspasar los límites más insospechados. El silencio es, a veces, la única salida que los humanos hallamos para sentirnos vivos. Si esos recuerdos van unidos a las experiencias de la maternidad, a la pena, al desgarro o a cualquier otro drama que se esconde en cada familia, el resultado puede ser un conjunto de historias entrelazadas de tres mujeres de diferentes generaciones.
Esto es algo de lo que sucede en La bajamar (Literatura Random House, 2022), la segunda novela de Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981), una nueva invitación a la lectura en este verano de locura que parece ser el último antes de una gran crisis. Y les aseguro que no es una novela fácil, de esas que dejan un sabor dulce en mitad de la canícula. Como tampoco lo fue La hija del comunista (Caballo de Troya, 2017) un texto íntimo y político que narra una parte de la historia del exilio en el Berlín oriental desde la mirada de una niña que va creciendo y descubriendo la vida en un contexto tan singular como fue el del telón de acero.
Esta fue la primera novela de Aroa Moreno Durán.
Experiencia de la maternidad
En La bajamar encontramos tres planos narrativos que son los de sus protagonistas, marcados por la experiencia de la maternidad, en la que se repiten comportamientos y experiencias que parecen superados en la generación más cercana. Pero qué va, los conflictos se repiten. Los reproches, también, y todo ello en el contexto de unas mujeres que vienen de abajo, de realidades obreras, cercanas, a las que salpican experiencias de promoción y de cambio pero que, al fin y al cabo, parecen destinadas a vivir los mismos conflictos.
El exilio vuelve a estar presente en esta novela, como ocurrió en la primera, al igual que los secretos, los miedos y temores que arrancan del contexto político en el que se desenvuelven los acontecimientos. La potencia narrativa de Aroa Moreno no está exenta de dolor, como ella misma ha reconocido públicamente, porque no es sencillo sumergirte en lo que se siente con la maternidad si no la has vivido en primera persona. Si no has aprendido, junto a tu bebé, cómo huele ese diminuto ser que es capaz de transformar tu existencia desde el cuidado y los propios miedos.
Demonios familiares
La crianza en tres contextos distintos no es tan diferente cuando en el fondo persisten los secretos, los sufrimientos, el dolor propio y ajeno, la práctica ausencia de las figuras paternas (y masculinas, por supuesto) y el reproche. Sobre todo, el reproche. Porque han permanecido ocultas en el tiempo las razones que hubieran podido explicar los porqués de los demonios familiares.
Y no olvidemos, por supuesto, el mar. Tan presente entre las gentes del Norte, que marca la fronteras físicas y mentales. sobre todo, aquellas que tiene que ver con la distancia emocional entre los seres queridos. También es fuente de riqueza, y asociado a ella, motivo de dolor al enfrentarse con un elemento de la naturaleza en el que el género humano es vulnerable.
El dolor duele
Si quieren degustar una prosa bella y, a la vez, desgarradora, de una escritora a la que auguro un futuro envidiable (porque el presente, ya lo es) no dejen de lado a las protagonistas (Ruth, Adriana y Adirane), ni a las secundarias. El dolor duele, pero la literatura es capaz de enlazar ficción e interpretación de la realidad sin perder de vista las emociones y sentimientos que suscitan en quienes la profesan para dejarse llevar por una historia potente y, sobre todo, consciente. Con la mirada de una mujer sobre otras mujeres. Con el silencio que golpea las conciencias. Con la tragedia presente, de generación en generación.
Ficha técnica de LA BAJAMAR
N.º de páginas: 192 Editorial: LITERATURA RANDOM HOUSE Idioma: CASTELLANO ISBN: 9788439739937 Año de edición: 2022
… y si quieres leer otras entradas relacionadas con mis gustos literarios, accede a Mis Lecturas
Historias de amor en una urbanización del ‘boom inmobiliario’
Una pregunta puede ser esta: ¿Es posible construir una historia de amor en mitad de la nada, o lo que es lo mismo, en medio de una urbanización sin terminar que es hija de la burbuja inmobiliaria de hace dos décadas? La respuesta tras leer Lejos (Tusquets, 2022) de Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963) está clara: sí, sí es posible. Otra pregunta: ¿La historia de amor puede estar salpicada de misterio, tensión narrativa, personajes perfectamente identificables y un desenlace inesperado? Otra respuesta: claro, faltaría más.
Varios registros
Pues aquí tienen la última novela de esta gran narradora de la generación de los baby boomers a la que pertenezco y que juega con las sagas de jóvenes investigadoras para aderezar unas historias muy bien contadas y que enganchan desde las primeras páginas. Confieso mi admiración por esta novelista a la que llegué hace unos años por casualidad -como suelen suceder casi todas las buenas experiencias- con la trilogía de la joven periodista Ana Martí ambientada en los años 50 de nuestra España, y cuyas obras Don de lenguas (2013), El gran frío (2014) y Azul marino (2016), publicadas por Siruela, fueron escritas a cuatro manos con Sabine Hoffmann. Casi nada.
Pero Lejos tiene otros registros. Estamos en la actualidad, pero sin necesidad de tener que describir noticias o acontecimientos en el momento presente. Información, la justa, porque de lo que se trata es de crear un clima en torno a un hábitat cerrado y asfixiante, donde se gestiona la tensión y la violencia entre los personajes. Por cierto, personajes que tampoco se nos presentan con retratos detallados acerca de su personalidad o sus historias de vida. Incluso algunos apenas aparecen, si no es por el oficio que desempeñan.
Personajes intensos vs personajes vacíos
Los escenarios asfixiantes en los que se transcurren los hechos no nos son ajenos. Los conocemos bien. Somos capaces de identificarlos, puesto que urbanizaciones fantasmas, a medio terminar, con grúas o sin ellas, con carteles desgastados y vallas metálicas oxidadas, pueblan los extrarradios de nuestras ciudades. Por ello no resultan extraños esos personajes de clase media-alta vacíos en su existencia, como tampoco quienes pueblan las periferias de esas promociones de viviendas, entre los que se esconden historias negras que apenas necesitan ser contadas en detalle. Lo de menos es cómo han llegado hasta allí. Lo interesante es que, al menos, las diversas historias de amor que aparecen en la novela (la actual y la que se adivina en el pasado) son creíbles, puras, intensas. Sin necesidad alguna de conocer sus pormenores para que, quienes las lean y se sumerjan en ellas, sean/seamos capaces de hacerlas nuestras.
Final abierto
Y un aspecto que resulta especialmente interesante es que en una novela no hay que contarlo todo. Ya no solo por final abierto, sino de dónde vienen los personajes, qué han protagonizado en el pasado y por qué se comportan así. Una invitación al lector, a la lectora, a disfrutar tanto de la historia presente como a imaginar su origen y, por supuesto, a construir un desenlace que se ofrece como un candado sin llave o contraseña.
Ficha técnica de LEJOS
Editorial: Tusquets Editores Colección: Andanzas País de publicación: España ISBN: 978-84-1107-096-6 N.º páginas: 288 Fecha publicación: 06-04-2022
… y si quieres leer otras entradas relacionadas con mis gustos literarios, accede a Mis Lecturas
… o el eterno debate sobre si la salsa es un género musical
Muchos de ustedes saben de mi pasión por la novela negra, entusiasmo que arrancó con las historias político-policiales del Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, continuaron con las del comisario Salvo Montalbano de Andrea Camilleri y se recrearon con las series de Kostas Jaritos de Petros Márkaris o del comisario Brunetti de Donna Leon. En ese catálogo de buen hacer se enmarcó el hallazgo del inspector Mario Conde del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955), con unos casos que tienen lugar en diversos escenarios de la Cuba castrista sabiamente ambientados con la singularidad de unos personajes que nos son ajenos.
Pero el libro que quiero recomendarles tiene más que ver con la faceta periodística del autor que con la puramente literaria. Se trata de Los rostros de la salsa (Tusquets, 2021), algo más que una recopilación de entrevistas y reflexiones con los grandes maestros de la música latina en torno a la pregunta de si existe la salsa o no. No obstante, Padura no se dedicó por completo a la literatura hasta el año 1995, y fue precisamente dos años después cuando publicó en Cuba una primera edición de este libro y en 1999 en México.
ILUSTRACIÓN | Eva van Passel Gambín
Algo más que entrevistas
La versión actualizada de este trabajo recoge entrevistas actualizadas con los grandes maestros del género de la talla de Ruben Blades, pasando por las conversaciones mantenidas con Cachao López, Willie Colón, Juan Luis Guerra, Mario Bauzá, Johnny Ventura, Pappo Lucca… y así hasta trece músicos que han hecho historia. Entrevistas realizadas en diferentes lugares del mundo con motivo de las giras que estos geniales músicos o bien en las ciudades en las que viven y los ha visto nacer.
Para algunos de ellos no hay más salsa que la de tomate de los espaguetis, como confiesa Johnny Pacheco y, sin embargo, no se puede negar la existencia de un género que es la versión actualizada en los años 70 del son cubano en el contexto de las comunidades latinas de Nueva York. Ciudad donde nace un sello discográfico, Fania Records, que reúne a una serie de artistas que revolucionan el panorama de la música latina con diferentes visiones sobre la ortodoxia de ritmos y expresiones musicales. Es música caribeña que nace de una manera singular en la ciudad de los rascacielos, con ramificaciones en República Dominicana, Puerto Rico o Panamá.
Imagen de la rueda de prensa posterior al concierto de las Estrellas de Fania del 2 de agosto de 1990, a la que asistió el autor de este blog. En el centro, la genial Celia Cruz, junto a los artistas que participaron en el evento, entre ellos, Johnny Pacheco.
El gozo con la Fania
Una de las experiencias más gozosas a la hora de sumergirme en este libro que, como digo, es más que un texto recopilatorio de entrevistas, fue rememorar uno de los conciertos que la Fania All Star protagonizó en España en el verano de 1990. Ver reunidos a Willie Colon, que abrió el concierto en la madrileña Plaza de Toros de Las Ventas tal día como hoy, un 2 de agosto, pero de hace treinta y dos años, con un elenco de los principales artistas agrupados en ese sello de discos, no tiene nombre. Pasado el tiempo es una de las experiencias más gozosas de mi vida.
Una formación de lujo que reunió en esa ocasión, bajo la batuta del dominicano Johnny Pacheco, a los cantantes Celia Cruz, Cheo Feliciano, Ismael Quintana, Adalberto Santiago, Pete (El Conde) Rodríguez, Ismael Miranda y Roberto Blades -hermano pequeño de Rubén-; a una sección rítmica en la que figuraban los percusionistas Ray Barretto, Roberto Roena y Nicky Marrero, el pianista Papo Lucca o el bajista Bobby Valentín, y a un notable grupo de trompetistas y trombonistas.
Varios de esos artistas son entrevistados por Leonardo Padura en Los rostros de la salsa, y las referencias a otros tantos no dejan pasar inadvertida una música que es capaz de suscitar movimiento, vida, alegría, pasión, sensualidad y ritmo. Y en las páginas de este texto aparecen en boca de sus protagonistas y del propio autor.
Ficha técnica de LOS ROSTROS DE LA SALSA Nº de páginas: 288 Editorial: TUSQUETS EDITORES ISBN: 9788411070157 Año de edición: 2021 Lugar de edición: BARCELONA Fecha de lanzamiento: 06/10/2021
Discografía básica de la salsa
En la parte final del libro se incluye una discografía básica sobre la salsa, que he recopilado en esta lista de Spotify.
… y si quieres leer otras entradas relacionadas con mis gustos literarios, accede a Mis Lecturas
Uno de los grandes descubrimientos de este año en el Taller de Escritura Creativa en el que participo desde hace un tiempo, bajo la atenta mirada y dirección de la narradora y psicoanalista Lola López Mondéjar, ha sido el de la escritora norteamericana Bonnie Jo Campbell (Kalamazoo, 1962), una potente narradora y de primer nivel de la Norteamérica rural. En concreto, ha sido a través de Madres, avisad a vuestras hijas (Dirty Works, 2021) uno de sus escasos libros editados en España.
Es un hallazgo de los pocos que consigue despertar emociones al sumergirte en el denominado “realismo sucio”, en el que los personajes no se estilizan y giran en torno a una trama oscura. Un género que hereda la denominada literatura del arroyo o grit lit, aquella que se basa en los ambientes rurales, normalmente sureños o del Medio Oeste, de la Norteamérica profunda.
ILUSTRACIÓN | Eva van Passel Gambín
Relatos salvajes
Nos encontramos ante un libro de relatos salvajes, de cuentos en los que las madres reclaman a sus hijas que no repitan los errores que ellas han cometido. Cuentos en los que aparecen unas relaciones intensas de rivalidad entre madres e hijas, donde aflora la falta de comprensión y la violencia sexual, directamente cometidas contra las mujeres. Espacios en los que las madres están sometidas al poder de los hombres. No nos enfrentamos a madres acogedoras, en la que, por tanto, se deduce que la maternidad no ha sido elegida voluntariamente.
Tenemos una escritura limpia, diferente, sorprendente, que avanza a un ritmo sereno que poco a poco va golpeando al lector, a la lectora. Es, si me permiten la expresión, de una oralidad literalizada. Otro de los grandes logros de la escritora norteamericana Bonnie Jo Campbell.
Son historias duras, realistas y, en ocasiones, desconcertantes. En las que el tema del silencio atraviesa todos los relatos, en los que las protagonistas no hablan de sus miedos ni de sus experiencias directamente (van apareciendo de forma casual, porque no quieren o no pueden expresar su debilidad. De una manera tan descarnada que sorprende, en ocasiones, la sordidez de las situaciones vividas y la pobreza de emociones que les han suscitado.
ILUSTRACIÓN | Eva van Passel Gambín | Basada en la portada del libro ‘Madres, avisad a vuestros hijos’
Mujeres fuertes
En el relato que da título al libro, Madres, avisad a vuestras hijas, nos encontramos con un monólogo interior de una madre dirigida a su hija que, en realidad, es un falso diálogo, un soliloquio. Y en medio de este, la progenitora ironiza sobre los estudios de género que han hecho triunfar a su pequeña, como muchas mujeres que han sufrido la violencia machista. Vomita las experiencias de una vida repleta de rabia en la hija que sale de la situación opresiva.
Se trata de un hilo conductor de un relato en torno a la masculinidad. Es la antítesis de mujeres fuertes, que han parido muchos hijos y que han perdido la sensibilidad. La maternidad queda ocultada por detrás de la pasión, la genitalidad… en busca de un hombre.
Estamos ante un libro insólito, como afirma Tes Nehuén en su blog Bestia lectora, que nos va a obligar a escuchar en bucle a Dolly Parton en The House of the Rising Sun, que fue una de las canciones que inspiraron el título y acompañaron la escritura de este libro extraordinario, tal y como afirmó la propia autora.
Literatura del arroyo
Les confieso que tras leer este libro de Bonnie Jo Campbell quedé seducido por este tipo de literatura del arroyo o noir rural, y hurgué en los orígenes de este subgénero con la lectura de El callejón de las almas perdidas (Sajalín, 2022), de William Lindsay Gresham. No se la pierdan. Una novela adaptada al cine por Guillermo del Toro, que comenzó a ser escrita por su autor, miembro de las Brigadas Internacionales, muy cerca de Valencia en el año 1938.
Y, por supuesto, no dejen de lado otros libros de Bonnie Jo Campbell, como Desguace americano, Érase un río, su secuela Q Road, todos ellos publicados en Dirty Works, el proyecto editorial consolidado por Javier Lucini y Nacho Reig.
Me cuento entre los miles de lectores que Pierre Lemaitre tiene en todo el mundo. No recuerdo cuándo y ni por qué cayó en mis manos Irène, la primera de las novelas de la serie del comandante Camille Verhoeven, pero desde el primer instante caí en sus garras. Las de un autor que es capaz de mantener la tensión hasta el último extremo y de ambientar los crímenes con una plasticidad similar a la de Quentin Tarantino.
He querido que estos artículos sobre lecturas veraniegas, a las puertas de una octava ola de la Covid-19, sean una invitación a compartir con quien corresponda las lecturas que caen en mis manos en esta canícula pandémica.
Textos que forman parte del acervo de sus creadores y creadoras, a la par que son capaces de suscitar recuerdos y emociones a la hora de la inmersión en las tramas.
Riqueza de personajes
Estreno la temporada con La gran serpiente (2022, Salamandra Narrativa) al parecer la primera novela del genial escritor y guionista francés que no tuvo suerte de encontrar vida literaria entre los lectores hasta este mismo año en el que ha sido editada en España. De ahí que el propio autor dudase en retocarla antes de entregarla a la imprenta porque en estos tiempos líquidos algunas referencias parecen pasadas de moda (por ejemplo, algunos jóvenes lectores no sé si conocerán las cabinas telefónicas que había en nuestras calles y plazas y que gozan de una presencia constante en la historia que nos ocupa).
Pierre Lemaître, fotografiado por SAMUEL KIRSZENBAUM | Imagen tomada de www.elpais.com
Sus personajes no tienen desperdicio. Desde Mathilde, la protagonista, hasta los perros, el inspector que la persigue, su amor platónico que le señala los objetivos a eliminar y el resto de los policías, asesinos y víctimas. Llena de un humor ácido, negro hasta la médula, con héroes oficiales convertidos en villanos, la novela es capaz de sumergirnos en una atmósfera llena de tensión y violencia pese a la lluvia parisina y a una narración repleta de ironía.
Historias negras
Realmente nos enfrentamos a una historia negra que es una delicia (pese a la violencia inherente y, en la mayoría de las ocasiones, sin sentido alguno). La aconsejo como lector y, llegados a este punto, habrán adivinado también, como apasionado de la literatura y las historias truculentas. Y lo hago a quien quiera sumergirse en este autor tardío al que profeso, inevitablemente, devoción.
Quienes prefieran entrar de lleno en la tetralogía del comandante Verhoeven, vayan al título que señalé al comienzo y continúen con Alex, después Rosy & John, y finalicen con Camille. La figura de este héroe urbano contrasta con su apariencia física que, en todo momento, La comparo con la imagen del pintor Toulouse-Lautrec de la película que dirigió John Huston en 1952. No les cuento más acerca de esta saga para que la descubran ustedes.
Miserias del capitalismo
Pero aún hay más. Gracias a José Luis Palacios, redactor jefe de la revista Noticias Obreras, saboreé otra novela de Pierre Lemaitre hace ya unos cuantos veranos. Se trató de Recursos inhumanos, en la que la desesperación por el desempleo, el juego de las empresas con sus trabajadores que pasan de los 50 y las falsas ideas preconcebidas del éxito y el mal llamado empoderamiento (que achaca cualquier logro al simple deseo en la jungla del mercado), dan paso al desenlace trágico nunca esperado por las compañías. Netflix ofrece una versión de la novela en formato de serie que, pese a estar bien lograda en la caracterización de sus personas y trama, nunca está a la altura de la narración del texto que refleja las miserias humanas del capitalismo actual y el secuestro de los asalariados.
Y, para terminar: no se pierdan la trilogía de entreguerras Los hijos del desastre, formada por Nos vemos allá arriba (2014), Los colores del incendio (2018) y El espejo de nuestras penas (2020). Ya me dirán qué les parece a la hora de escoger sus lecturas veraniegas.
Ficha técnica de La gran serpiente
Nº de páginas: 320
Editorial: SALAMANDRA (PUBLICACIONES Y EDICIONES SALAMANDRA, s.a.)
ISBN: 9788418681240
Año de edición: 2022
Reseña en la edición en papel de «La Opinión» de Murcia.
Puedes leer otras reseñas personales en esta misma página: Mis Lecturas
Si alguien me preguntase por qué he mantenido siempre en mi vida un deseo de cambio social y político respondería que se debe a mi experiencia con la HOAC. El ADN del compromiso me caló desde niño al comprobar el intento de vivir la fe cristiana en medio del mundo del trabajo. Por eso, la tarde ha estado repleta de recuerdos, imágenes, sensaciones y miradas de personas que se han cruzado en mi vida, en la de mi familia y en la de decenas y decenas de hombres, mujeres y niños que pertenecen a esa biblioteca de vida que cada uno arrastra consigo. Hace 75 años nacía la Hermandad Obrera de Acción Católica en la Basílica de la Milagrosa, en Madrid, y una eucaristía de acción de gracias ha servido como colofón a los actos desarrollados en toda España por este aniversario. Han aflorado fotogramas en los que acompañaba a mi padre a sus reuniones del sindicato vertical en el que actuaba infiltrado como enlace sindical de su fábrica de Talleres Avenida en Ibi, al puesto de libros de la editorial ZYX, al encierro en el colegio de los Jesuitas de Alicante (en el verano del 75), las sucesivas asambleas diocesanas, de zona y generales, incluso de jóvenes… de un movimiento de frontera en el que la formación de militantes obreros cristianos tiene su razón de ser para ser y sentirse Iglesia en el mundo del trabajo. Un barco sobre aguas turbulentas.
ILUSTRACIONES | Eva van Passel Gambín
#Domingo 07nov | LÁGRIMAS EN EL TREN
Si no tuve suficiente ayer con la misa de los 75 años de la HOAC (y todos los reencuentros con varias generaciones de cristianos comprometidos en el mundo sindical, político, de la exclusión y de la propia Iglesia), Zisis Lambros va y me hace llorar. Reconozco que estoy muy sensible, vulnerable, frágil. Es lo que tienen estos primeros días de noviembre, en los que nuestros muertos llaman a la puerta para recordarnos que siguen ahí. ¡Eh, eh… que no nos olvides!, parecen decirnos. Ese viejo comunista de la saga del comisario Kostas Jaritos (del escritor Petros Márkeris, no se olviden), viene a recordarnos que la izquierda ha muerto y que la revolución pendiente es la de los pobres. Me cuesta aceptar que sea así, pero no le falta razón cuando comprueba (y comprobamos) que muchas de las grandes utopías han sido adocenadas por este sistema que es capaz de justificar lo injustificable. La pobreza nos golpea, aunque la vorágine del consumo nos anestesie para ocultar que la penuria de millones de seres humanos es otro de los barcos sobre aguas turbulentas.
#Lunes08nov | MADRID, DE PUENTE
Este pasado fin de semana me ha permitido añorar los años vividos en Madrid. La capital está de puente por la Almudena y siempre he disfrutado al recorrer sus calles en bicicleta y descubrir rincones variopintos repletos de personas y personajes para todos los gustos. Ahora los espacios, los barrios, están afectados por la gentrificación, y quienes han vivido la experiencia de ser y sentirse madrileños (aunque hayan venido de cualquier rincón de España y del mundo) se consideran extraños y desplazados en su ciudad. Es un fenómeno que suma un nuevo barco sobre aguas turbulentas.
#Martes 09nov | FARSA ELECTORAL
Deriva es la que vive Nicaragua desde hace años. Un sátrapa y antiguo guerrillero sandinista, Daniel Ortega, lleva tiempo avergonzando a quienes un día creímos ver en la revolución nicaragüense una experiencia distinta a la que habían llegado otros países latinoamericanos. La experiencia poética de artistas como Ernesto Cardenal, los puentes tendidos entre la religiosidad y la política o la solidaridad internacional fueron bandera hasta que los instintos más primarios triunfaron sobre los racionales y un nuevo dictador vino a sumarse a una saga que nunca desaparece en ese continente. Como en otras partes del mundo. La sinrazón es otro barco sobre aguas turbulentas
#Miércoles 10nov | GENTE ESPECIAL
En la visita que realizo al centro de día y a la residencia de Aspapros de Molina de Segura, que acoge a personas con discapacidad intelectual, vuelvo a constatar que tengo la sensibilidad a flor de piel. Que una mirada, una sonrisa, un saludo, un gesto, un regalo o una palmada en la espalda son capaces de conmoverme. Si ya nos cuesta vivir con todo aquello que nos parece distinto a lo habitual, qué decir si tenemos que relacionarnos con personas especiales que rompen nuestros rígidos moldes de lo que es normal o no. Nuestros prejuicios son un barco sobre aguas turbulentas.
#Jueves 11nov | VOTO COHERENTE
Trato de ponerme en el lugar de Odón Elorza y seguramente hubiera votado lo mismo que él en la elección de los magistrados del Tribunal Constitucional. Asumiendo las consecuencias. Él ya lo hizo cuando se negó a la abstención en aquella investidura fatídica para que Mariano Rajoy fuera presidente. Es verdad que la derecha nunca se hubiera sacrificado para desbloquear la parálisis política, como sí lo hicieron aquellos parlamentarios. Pero todo tiene un límite. En política, como en la vida, no todo vale, y la conciencia está por encima de la conveniencia y el realismo. Es cierto que cuando uno forma parte de un club asume sus normas y decisiones de la mayoría. Aunque no todo vale. La coherencia es, en ocasiones, un barco sobre aguas turbulentas.
Debe estar conectado para enviar un comentario.