No hay día que pase que algún familiar me pregunte por qué me he metido en esto de la política. Por qué no he preferido quedarme en mi lugar de trabajo como periodista en la Administración regional, «en donde estabas muy bien», me dicen, o dedicado a mis aficiones y a los míos. Todos temen que la política me cambie, que me deje llevar por aquello que para ellos es el compromiso en un partido político: que sólo busque mi beneficio personal, que todo valga para conquistar algún fin y que mienta. Lamentablemente es una visión de la política que está muy extendida entre la gente, y de ahí que los últimos informes del Centro de Investigaciones Sociológicas y otros estudios reflejen la desafección que existe entre los ciudadanos y los políticos.
A mis hijos también trato de explicarles en ocasiones por qué dedico tantas horas del día a la actividad política, bien al formar parte de un equipo de campaña como el de Begoña García Retegui, o bien a la hora de participar en la candidatura del PSRM-PSOE a las elecciones autonómicas del próximo 22 de mayo por la circunscripción del Altiplano, la que comprende los municipios de Jumilla y Yecla. Precisamente mañana lunes participaré e intervendré en el acto de presentación de la candidatura municipal de Yecla que lidera Antonio Villaescusa y de la lista autonómica, en un mitin en el que nos acompañará Juan Fernando López Aguilar, ex ministro de Justicia y presidente de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo.
Pues resulta que para mí, como aparece en la imagen de esta entrada, la política es todo. Siempre lo ha sido. Desde niño, cuando acompañaba a mi padre a las reuniones del SindicatoVertical, y sentía su pasión por el sindicalismo y el compromiso político en un contexto mucho más complicado que el actual, puesto que vivíamos bajo una dictadura. En el colegio y en el instituto, cuando defendíamos nuestros derechos como estudiantes en plena transición democrática. En Yecla, en los albores de la democracia, participando en los primeros ayuntamientos democrácticos y en las movilizaciones pacifistas en contra de la entrada de España en la OTAN. En Madrid, en la universidad, como delegado de las Candidatura Unitaria Democrática de Estudiantes (CUDE) de la Facultad de Ciencias de la Información, tratando de mejorar las condiciones de los centros universitarios y reivindicando las becas para que todos pudiéramos estudiar, independientemente de nuestros recursos económicos. Política que también tuve presente desde el primer momento en el que empecé a trabajar como periodista, porque política es también ejercer un periodismo crítico con el poder, denunciar las injusticias y darle voz a quienes no la tienen. Es mojarse por un tipo de información y reportajes que mantenga viva la luz del periodismo auténtico, ese que trata de ejercer la libertad de expresión por encima de los poderes económicos, culturales, financieros, religiosos y, por supuesto, políticos.
Pues bien. La política siempre ha formado parte de mi vida porque la política es parte de la vida. De la mía y de la de cualquier persona que vive en sociedad. Algo tan simple como ello. Es decir, es política cualquier asunto que tenga que ver con cómo organizamos nuestra vida, las opciones que tomamos a la hora de vivir en un sitio o en otro, de implicarnos en una asociación o colectivo, de llevar a nuestros hijos a un colegio o a otro, y de no permanecer al margen de lo que nos implica a cada uno de nosotros. Por eso no entiendo a quien afirma que no es político, o mejor dicho, que es apolítico. Como si eso fuera posible.
Todo es política. Desde el aire que respiramos a la tierra que pisamos. Es una actividad noble, que tiene que ver con implicarnos con la historia, con la vida, con la época, con la ciudad, con la sociedad… en la que nos ha tocado vivir. La política se puede experimentar en distintos lugares, en diferentes instituciones, en diversos contextos. Desde el compromiso sindical, al estudiantil, al del consumo, la ecología, la educación como padres y madres, el compromiso vecinal o el de la cooperación internacional. Yo he vivido cada uno de ellos en diferentes momentos de mi vida. Ahora me ocupa el compromiso en un partido político, en camino al trabajo institucional en un parlamento regional, para tratar de hacer una política diferente en la Región de Murcia a la que estamos acostumbrados en los últimos dieciséis años de gobierno del Partido Popular.
No es ni mejor ni peor compromiso que el de muchas otras personas que no quieren pasar por la vida sin pena ni gloria. Es decir, sin comprometerse con los otros en el momento histórico que nos ha tocado vivir. Y en mi caso ese compromiso está ligado a mi fe, ya que desde mis convicciones cristianas, desde el Evangelio de Jesús, no puedo permanecer al margen de las alegrías y las tristezas de los demás. Especialmente de los que no tienen voz, de aquellos que sufren las consecuencias de nuestro sistema económico injusto. Por eso este compromiso va más allá de las convocatorias electorales y de las propias estrategias de los partidos políticos. Forma parte de la esencia de mi vida y lo hago en unión de muchas otras personas, hombres y mujeres, que creen que es posible otra forma de hacer política.
En definitiva, mi compromiso político forma parte de la propia esencia personal que respiré desde niño con mis padres. Con mi madre, desde su opción por una escuela democrática y transformadora, y sus diversos compromisos que aún hoy mantiene al lado de los más pobres desde Cáritas. Con mi padre, a través de su compromiso sindical y luego de partido en el PCE. Y ahora, reconociendo que son muchas las opciones que se nos presentan en la vida, con la ilusión de formar parte de un proyecto transformador de la realidad de nuestra Región de Murcia. Un proyecto en el que cabemos muchas personas y para el que estoy dispuesto a dejarme la piel en ello.
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