Caras de póquer

Caras de póquer

ILUSTRACIÓN | NANA PEZ

Declaración de principios: la derecha va ganando la batalla cultural. Esto es: el relato, el discurso, el elefante en la habitación. Derogar el sanchismo, que te vote Txapote, el caradura del Falcon, los que sacan de la cárcel a violadores, los antiespañoles, los que no quieren a cazadores y taurinos, los okupas, los que indultan, quienes abren las fronteras a los indeseables… ¿Alguien da más? Esto un día y otro, y otro, y otro. Un bombardeo contínuo vivido desde hace meses en la mayoría de los informativos, las redes sociales, memes, canales de WhatsApp, programas de entretenimiento, humoristas gráficos, tertulias…

Menudos cansinos, erre que erre. Discursos simples que lanzan un gancho de derecha directamente al hígado, sin pasar por la razón. Las vísceras han pasado a ser el centro de la discusión, del entendimiento, porque del debate, nada de nada. De la razón mejor tampoco hablamos, ¡uf!, qué molesta es, si hay que calentarse la cabeza. Me vale más la propaganda, que a esa no hay que aplicarle un filtro que valga. ¿Qué me mienten? Pues me da igual. Si yo soy el primero que practico las artimañas cuando me tapo los ojos para no reconocer la realidad o niego la mayor cuando me la ponen delante.

Derecho divino

Pues sí. De todo esto va lo del domingo. Lo de las elecciones que parecen ganadas de antemano por una persona que practica el cinismo, amparado por la polarización y el enfrentamiento. Que se cree lo de la democracia a medias, cuando le interesa, y siempre y cuando la sacrosanta derecha se alce con la victoria porque ésta siempre se ha creído que el poder, el gobierno y todo lo demás lo tiene reservado por derecho divino. Cuando los pierde por la soberbia y la corrupción asegura que se los han arrebatado de manera ilegítima, o cuando es incapaz de tejer lazos para alcanzar acuerdos acusa al contrario de vender sus principios. Claro, los suyos, porque las convicciones no tienen precio y, sobre todo, coste, ¿verdad? Puede defender una cosa y la contraria, sin despeinarse. Puede subir a un barco de un narcotraficante y negarlo. Mentir y, a la vez, acusar al oponente de falsear la realidad.

Lo del próximo domingo va, sobre todo, de no caer en el fatalismo y en la melancolía. De no resignarse ante lo que, aparentemente, está perdido de antemano. No, no, mis queridos amiguitos y amiguitas. Que no nos engañen. Que, como bien saben los taurinos, y quienes fuimos educados con refranes, “hasta el rabo, todo es toro”. El propio Instituto Cervantes nos recuerda que nada debe considerarse rematado hasta que no llegue su final. Por eso, no hay que confiarse sino estar preparado para alguna sorpresa o imprevisto, como el torero que piensa que el astado ya ha recibido bastante castigo cuando la verdad es que puede revolverse inesperadamente y darle una cornada. ¿Se imaginan la cara de póquer que se le quedaría a más de uno y a más una si no se cumplen sus expectativas? Pues yo sí. ¿Y sus lloros y lamentos? Que si debería de gobernar la lista más votada, que si no sería legítimo un nuevo gobierno del felón y la vicepresidenta. Que si patatín, que si patatán. 

Bombardeo de encuestas

Si en otras campañas las propuestas de medidas de gobierno eran las que parecían movilizar al personal, ahora son el bombardeo de las encuestas las que marcan el ritmo. Que si hoy he bajado tres diputados mientras que el contrario ha subido dos. Que si la derecha está a equis puntos de alcanzar la mayoría, que si gana, que si pierde… El objetivo no es otro que desmovilizar al personal, que cansar al respetable… mientras que por la puerta de atrás rascar voto tras voto. La estrategia es ruin, porque discute la esencia de la legitimidad democrática. Para ponerla en cuestión no hay límites. Si hay que sembrar la duda del voto por correo, pues se siembra. Si hay que inyectar la dosis de recuerdo del terrorismo etarra derrotado, pues se inyecta. Las víctimas y la dignidad son lo de menos. Cuando la derecha se pone, se pone a conciencia. No hay excusa que valga.

Lo que no vale, son los lamentos. Los quejíos de lo que puede venir acompañado con las papeletas que pretenden negar la realidad de los últimos años. De los avances sociales, laborales y derechos. De haber afrontado una pandemia desde una posición y no otra. De combatir la inflación con unas medidas que han pretendido paliar las consecuencias entre las personas más vulnerables. De mejorar los salarios, especialmente el mínimo para sobrevivir, o actualizar las pensiones de acuerdo a la subida del IPC. Quienes viven de una pensión o apoyan a los suyos gracias a ellas lo saben. Se trata de esto. No de las tripas. No se pierdan las caras de póquer de quienes se sienten ganadores. Voten y animen a los suyos. Aunque solo sea por el gusto de verlas el domingo por la noche.         

El valor de la palabra

El valor de la palabra

ILUSTRACIÓN | EVA VAN PASSEL GAMBÍN

Desconozco el hecho de si la próxima presidenta de Extremadura habrá podido dormir bien en la última semana. Los problemas de sueño son uno de los males que nos acechan en estos tiempos convulsos. El cuerpo es sabio y no entiende de atenuantes que valgan. Podemos estimularlo con productos que alguna vez funcionaron o tratar de sedarlo con relajantes varios, pero a las emociones no hay quien las detenga, ni en el mejor control dispuesto por la Benemérita. No hay quien les dé el alto sin que nuestro organismo sufra algún desajuste.

De ahí que María Guardiola, que así se llama la política extremeña, no sé si habrá podido conciliar el sueño después del espectáculo que ofreció tras jurar y perjurar que no dejaría entrar en su gobierno a quienes niegan la violencia de género o deshumanizan a los inmigrantes. Argumentos que repitió desde ese instante, y días más tarde, en su periplo por programas de televisión y entrevistas en radio y periódicos. Sólo ella sabe lo que habrá tenido que vivir hasta llegar al momento de la firma del acuerdo con los hasta entonces malos malísimos de Vox y afirmar que su palabra no es tan importante como el futuro de los extremeños. Madre mía. Por nadie pase.

Falsas seguridades

No entiendo qué demonios recorre el interior de determinadas personas que son capaces de afirmar con rotundidad una cosa y, unas horas después, defender lo contrario. Además, impertérritas, con la misma falsa seguridad para aseverar un argumento y su opuesto. ¿Tienen estómago para soportar los mensajes que sus tripas les deben estar enviando a su cerebro en esos momentos? No lo sé, la verdad. Solo me cabe considerar que, o se han sometido a una gastrectomía en toda regla o, cuando menos, a una cirugía bariátrica que en vez de reducir el buche para perder peso sirva para aminorar la vergüenza torera de un sonrojo en toda regla.

Los boomers fuimos educados en el valor de la palabra dada. Muchos recordamos a nuestros padres cuando afirmaban que un apretón de manos, un acuerdo verbal o una mirada directa a los ojos iba a misa y sellaba un pacto o un contrato. Esto es, que esas expresiones tenían igual o más fuerza que una firma en un papel. Es verdad que se le añadía, en ocasiones, una expresión sexista de que eso lo hacían los hombres que se vestían por los pies, pero siempre en el sentido del honor y la dignidad de que los que nos digan que van a cumplir sobre un determinado asunto, lo cumplan. Eso es la palabra dada… salvo causas de fuerza mayor, porque si estas se dieran siempre tratarían de solucionarlo o de hacerlo, cuando las circunstancias se lo permitiesen.

La política parece haberse convertido en una actividad donde está todo permitido. Donde no entran en juego los pareceres de otros ámbitos a la hora de establecer proposiciones

Ejemplo de lo que hablo, con la agravante de la firma incluida, lo vivimos hace dos años en la Región de Murcia cuando quienes suscribieron con su rúbrica una moción de censura -que se iba a protagonizar en el parlamento regional- se retractaron a las pocas horas. Bueno, algunas de ellas, ni a las pocas horas. Y aquí paz, y después gloria.

La política parece haberse convertido en una actividad donde está todo permitido. Donde no entran en juego los pareceres de otros ámbitos a la hora de establecer proposiciones. Se le atribuye al profesor Enrique Tierno Galván, histórico dirigente del Partido Socialista Popular (luego integrado en el PSOE), la frase de que las promesas electorales se hacen para no ser cumplidas. En realidad, lo que el entonces alcalde de Madrid le dijo a su vicealcalde Alonso Puerta (y así lo atestiguó éste) es lo siguiente: “Mire usted, Alonso, se dice que las promesas electorales se hacen para no ser cumplidas, pero yo le digo a usted que las que nosotros hicimos las cumpliremos”.

Sentir vergüenza

Por tanto, ya está bien de acogerse a una supuesta bula a la que parecen acudir personajes de esa calaña. No, no nos vale que traten de desprestigiar la política como el terreno en el que todo se permite, en el que se puede decir una cosa y la contraria sin consecuencia alguna. ¿Qué mensajes están transmitiendo con ello al resto de la sociedad? ¿Y a sus hijos? ¿O a los hijos de sus hijos?

Sinceramente, estoy seguro de que usted, como un servidor, si protagonizase situaciones como las que conocemos a diario, con promesas incumplidas, acuerdos no respetados, reiteradas mentiras y afirmaciones grandilocuentes que se desvanecen con los hechos de quienes las pronuncian, su reacción sería la de meterse en casa y no salir. La vergüenza que nos produciría incumplir la palabra dada sería la respuesta normal. Porque la mínima ética nos llevaría a reconocer que la mentira no tiene que ver con nosotros. Pues ahora, póngase a recordar aquellos casos y personas que conoce en los que no se produce esto y piense en sus estómagos.


La ilustración de Eva van Passel Gambín está basada en el juicio de Osiris. En la mitología egipcia, el alma de los difuntos pasa por un juicio antes de entrar al paraíso: su corazón, que representa sus buenas acciones, será pesado contra la pluma de la verdad, que representa los malos actos de la persona. Si la pluma pesa más que el corazón, implica que el difunto realizó más acciones inmorales que morales. Si, por el contrario, el corazón pesa más, para los egipcios esa persona fue buena en vida. Al parecer, para los egipcios las “malas hazañas” son cosas como mentir, la hipocresía o la incoherencia, más que ser “malo” en el sentido de hacer daño. El dios Anubis es el que tiene la cabeza de chacal, y Tot, el dios de la sabiduría (entre otras), el de la cabeza de ave.
No somos tontos

No somos tontos

ILUSTRACIÓN | NANA PEZ

Me siento raro. El momento presente es otro después de casi quince años de haber formado parte de los dispositivos comunes en las campañas electorales. Eran semanas vividas con intensidad e incertidumbre, de escrutar las encuestas y las tendencias de voto, de revisar los lemas, eslóganes, cuñas de radio y spot de televisión, analizar tendencias en redes sociales, la respuesta en mítines o mercados y programar agendas del día a día de candidatos y encuentros sectoriales. La tensión que nace del conflicto en la confección de listas, la planificación de estrategias y el diseño de acciones comunicativas que traen, al fin y a la postre, unos resultados u otros, ha dado paso a sentirme un espectador más del teatro partidista en el que se desarrolla esta parte de la política.

Visión amplia

Al estar ubicado en otro espacio y en otra parte, la de la ciudadanía, el lugar del común de las personas, la visión se amplía hasta el punto de comprobar que la realidad ofrece otra mirada distinta a la de quienes se hayan embarcados en esa operación –muchas veces enloquecida- de caza y captura para arañar votos y quitárselos al rival. Es la mirada del público que cada día trata de entender lo que está pasando, que trabaja y descansa, ríe y llora, disfruta y sufre una y mil veces. Porque de eso se trata, de construir una existencia repleta de matices, de ilusiones y esperanzas, de hacer frente a las adversidades que se presentan de muy diversas formas. De ejercer un derecho a elegir a quienes nos representan en municipios y comunidades autónomas, instituciones creadas para el bien común. Y reclamar que se nos tome en serio.

Hay personas que se creen muy listas. En realidad, son pillas, ya que parten de la base de que la ciudadanía es tonta. Que juegan con la ingenuidad o la bondad innata del ser humano para tratar de alcanzar objetivos innobles. El engaño, la mentira, la falsedad, la trampa o las artimañas no entran en este juego. Porque sí, nos jugamos mucho en cualquier proceso electoral. Máxime en el que tenemos a la vuelta de la esquina, que afecta a los gobiernos de trece de las diecisiete comunidades autónomas y a más de ocho mil ayuntamientos repartidos por toda la geografía nacional. Nos referimos a la política institucional más cercana a la gente, la que decide políticas con las que las familias puedan disfrutar de un nivel de vida digno y servicios públicos de calidad. Que permita luchar contra la desigualdad y el empobrecimiento desde la centralidad del trabajo decente, así como conseguir una educación y una formación pública de calidad.

Lugares habitables

Hablamos de contar con las aportaciones en todos los ámbitos de desarrollo (investigación tecnología, educación, sanidad…) para crear una sociedad más ética y comprometida, al igual que hacer posibles políticas que reviertan la situación de la España vaciada y desarrollar las medidas legislativas aprobadas que faciliten los derechos y la inclusión social de las personas y colectivos más vulnerables. Como hacer de nuestras ciudades y pueblos lugares habitables para las personas, cuidando el medio ambiente y la casa común.

Y para todo ello contamos con muchas pequeñas personas que, con pequeñas decisiones, con pequeños gestos de gratuidad y entrega al servicio público, hacen cosas muy grandes. Son esas concejalas, esos concejales, diputados y parlamentarias que se toman en serio su trabajo, por el bien común, frente a quienes solo lo hacen por intereses ocultos de minorías privilegiadas que buscan el beneficio propio. Y no solo ellas, porque en este empeño debemos estar todos y todas, allí donde vivamos. Con el fondo de nuestros barrios, pueblos y ciudades.

Promesas vacías

Por eso comprenderán que, cuando hay quienes quieren convertir la política en un espectáculo con la descalificación, el insulto y la crispación, les lancemos una serie de preguntas: ¿No tenéis nada mejor que hacer? ¿Es que vuestro mejor proyecto solo pasa por culpar a los otros de lo que hacen? ¿Es que no os dais cuenta de que las ocurrencias de última hora o las promesas vacías de contenido son la muestra de la poca seriedad que le dais a la política? En definitiva, ¿es que os habéis creído que somos tontos? Pues no. Pasen de largo.

Qué pereza

Qué pereza

ILUSTRACIÓN |NANA PEZ

Vaya por delante el reconocimiento de la distancia generacional que ya me separa de adolescentes y jóvenes. Que cuando escuchaba a mis hijos la expresión que encabeza estas letras como respuesta a alguno de los interrogatorios a los que tratamos de someterlos había algo en mi interior que se estremecía. Sí, con mala conciencia, porque debía despertarles algo que agudizaba más esa brecha generacional que siempre existe entre padres y prole. Cuando ya estoy a punto de alcanzar la tercera temporada de Merlí, la serie creada por Héctor Lozano y dirigida por Eduardo Cortés, entiendo mejor de dónde procede esa expresión que, en boca de esos chicos y chicas, reproduce un hastío hacia lo peripatético del mundo adulto. Lo más gracioso del asunto es que he llegado hasta esta serie un poco tarde y, manda huevos, por invitación del pequeño de mis vástagos, “porque creo que os va a gustar”, nos dijo hace unas semanas.

Y vaya que nos está gustando, sobre todo porque no tuve la suerte en mi Bachillerato de contar con una profesora que nos hiciera amar la filosofía para entender los grandes problemas existenciales que, como futuros boomers, nos armara nuestra estructura mental o, cuando menos, simplemente vital. Pero sin melancolía alguna, y con permiso o sin él, me apropio de ese grito de flojera que nos lanzan a los mayores esas jóvenes promesas que vienen pisando fuerte.

Victimismo fraudulento

Qué pereza, es verdad, resulta escuchar cada día a quienes niegan lo evidente de las consecuencias del cambio climático. Que ya no podemos esperar más. Que no hay tiempo para seguir demorando un alto en el camino de la destrucción de nuestros recursos naturales. Que Doñaña se seca, como el Mar Menor se muere, son la evidencia palpable de la esquilmación de nuestro territorio. Que los procesos son prácticamente irreversibles. Que la sequía ha llegado para quedarse. Que no valen ya los discursos del Agua para todos, entendidos como la expresión más palpable de un nacionalismo hídrico que ha servido en algunos territorios para pescar votos, aderezados con arengas de un victimismo fraudulento y cobarde en el que aún se amparan ciertas voces para esconder el fracaso de su gestión. O, lo que es más grave, con la defensa de los intereses de la agroindustria depredadora o el urbanismo y el turismo salvajes.

El ser humano tropieza dos y mil veces con la misma piedra de la ignorancia, sobre todo en sociedades como la murciana, cuando ya no hay manera de justificar lo injustificable

Qué pereza da, es verdad, encontrarse con el discurso de quien fuera durante casi veinte años un todopoderoso presidente regional al argumentar -por cierto, y para rizar el rizo de lo absurdo, a través de quien era su valedor mediático y asesor de prensa que ha estado a punto de sufrir una hernia por el tremendo esfuerzo de ejercer el periodismo independiente y crítico del que hace gala a la vez- que todo era pensando en el bien común. Vamos, ¿de verdad siguen pensando que nos chupamos el dedo?  Un poco de pudor, por favor. Pero si el argumento de que el agua de los ríos se pierde en el mar no va a ninguna parte, por muy poderosa imagen que se trate de llevar al imaginario de la gente. No es de recibo, sinceramente, que queden impunes quienes han defendido (y más grave aún, lo siguen haciendo) mensajes como esos.

Pero como el ser humano tropieza dos y mil veces con la misma piedra de la ignorancia, en sociedades como la murciana cuando ya no hay manera de justificar lo injustificable, pues se saca el tema del agua, y otra vez está el lío montado. Como no nos quieren, pues a repartir pitos y pelotas, fotografiarnos en las procesiones y buscar enemigos fuera. Porque de eso se trata, de que vuelva a triunfar la ignorancia, que para eso vivimos en la mejor tierra del mundo.         

Proyectos de saldo

Qué pereza da toparse con las palabras vacías de quienes aseguran promesas de mundos idílicos en nuestras ciudades y pueblos, de aquellos que venden proyectos a precios de saldo, de anuncios y más anuncios de estrategias, planes, marcas y habilidades en tiempo electoral. Menuda pereza da contemplar a quienes deambulan con principios que acaban en el momento de justificar lo injustificable. O el hastío que produce reconocer el fracaso ante una cultura dominante que cala hasta lo más profundo del ser humano.

Pero eso sí, señoras y señores, la verdadera pereza es la que sentirán en algún momento quienes hoy se sonríen cuando llegue el día -que llegará- en el que nos cansemos del desafecto y de la dejadez por las cosas que se deben hacer. Será el momento en el que cogeremos las riendas frente a esa falta de voluntad y esfuerzo. Sin cejar en el empeño. Vamos, que ya llega ese tiempo. A por ellos.

El ingenuo era yo

El ingenuo era yo

Hace escasamente una semana, durante un foro político, me permití cuestionar la supuesta ingenuidad en la que habían podido incurrir quienes pensaban que podía llegar a buen puerto una operación de calado como era la moción de censura con personajes tan singulares que participaban en el juego. Bien es cierto que abogaba por que en la política siempre es necesario contar con la ingenuidad como uno de los factores que intervenían para alcanzar un objetivo. Horas más tarde, cuando no uno sino varios de los presentes en aquel debate entregaron los audios de las intervenciones a un diario, no pude por menos que caer en la cuenta y exclamar que el ingenuo, realmente, era yo.

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Luz en las cloacas

Luz en las cloacas

No sé qué fue antes: la pasión por el periodismo o por la literatura. Si el deseo de elaborar reportajes de investigación o la aventura para sumergirme en el género negro. No importa. Cualquiera de los dos perseguía un mismo objetivo: desentrañar lo que se esconde detrás de los acontecimientos. Por muy mundanos que estos puedan parecer. Con el periodismo, para contar lo que algunos pretenden ocultar. Con la literatura, para jugar con la ficción como un elemento más de una supuesta realidad, salpicada de lugares comunes en los que hay unos personajes fácilmente identificables que pululan por recónditos escenarios en los que se mueven como pez en el agua. Historias que ayudan a entenderse mejor uno mismo, o lo que le rodea, y a jugar con el lenguaje como ese junco que se mece ante cualquier viento acariciador. (más…)

Igualdad, mérito y capacidad

Igualdad, mérito y capacidad

Gracias a la Fundación Civio, y en concreto a la periodista Eva Belmonte, hemos sabido que el Boletín Oficial del Estado (BOE) del pasado martes publicaba la evaluación de méritos y proyectos de los 95 candidatos al Consejo de Administración de RTVE. Tras esas valoraciones ofrecía la lista de 20 finalistas, que serán los que pasen por Las Cortes para que el Congreso elija a seis consejeros y, el Senado, a cuatro. De esos diez saldrá quien ocupe la Presidencia de la radio televisión pública. (más…)

Máster en fariseísmo

Máster en fariseísmo

Acúsenme de ingenuo, de inocente o de cándido. Pregúntenme de dónde he salido. Hasta incluso, les permito que duden acerca de mi sorpresa ante algunos comportamientos de personas adultas como ustedes o como yo. Bueno, adultas en la dimensión temporal de la edad, porque de madurez personal mejor no hablamos. (más…)

Política de avestruz

Política de avestruz

Francisco lo tiene muy difícil. También sus colaboradores. No digamos el resto de los católicos a lo largo y ancho de todo el planeta. ¿Por qué ha pasado lo que ha pasado con los casos de pederastia y del resto de abusos ligados al sexo con menores en la Iglesia católica en los últimos decenios? ¿Por qué la institución ocultó esos hechos, no puso a los agresores en manos de la justicia terrenal (además de la divina, que a veces parece demasiado laxa visto lo visto) y reparó a las víctimas con la acogida, la escucha y el apoyo sin fisuras, amen de otro tipo de desagravios? (más…)

No se me pongan nerviosos

No se me pongan nerviosos

No pasa nada, por favor. Que nadie se ponga nervioso. Que esta noche es la final de la Champion y hay que tenerlo todo dispuesto: las cervezas, una cena en toda regla, los nervios a flor de piel y la sorna a punto para meterse con los culés, que encima de independentistas se han quedado solamente con dos copas menores. (más…)

Si quieres conocer a fulanico

Si quieres conocer a fulanico

Cuando uno no vive como piensa, acabará pensando como vive. Esta frase se la escuché a Rubalcaba durante la campaña electoral del año 2011, aquella en la que se cargó a la espalda el peso de la responsabilidad por las decisiones de Zapatero para evitar la intervención de la economía española, y, por ende, de la hecatombe que arrastraría al PSOE a la oposición y a la travesía del desierto en la que aún se encuentra. Desgraciadamente. Sí, desgraciadamente, porque no olvidemos que hubo una oportunidad para revertir la situación y no estuvieron dispuestos a ello quienes ahora tratan de que aceptemos como normal adquirir una vivienda por 100 millones de pesetas. Los que intentan presentar como modelo el endeudamiento bancario permanente para construir un proyecto vital. ¡Madre del amor hermoso! (más…)

Propósitos aporofóbicos de Año Nuevo

Propósitos aporofóbicos de Año Nuevo

Consumidos los datos móviles por los miles de vídeos, gifs animados e innumerables memes e imágenes de cualquier signo a través de los que nos hemos felicitado las navidades, el Año Nuevo, el Año Viejo y todo lo felicitable, volvemos a partir de hoy a la realidad cotidiana. A esa a la que abrimos un paréntesis hace quince días y que ahora ponemos fin. Una liturgia que repetimos cada doce meses en los que parece que el mundo se acaba… y vuelta a empezar. Y maldita gana de cosechar la continuidad de algo que finaliza y comienza de nuevo para desaparecer tras ese período de buenas y forzadas intenciones. (más…)

El hado y la fuerza del destino

El hado y la fuerza del destino

En la tradición clásica, el hado es esa fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos. Esa fuerza mediante la que podemos entender muchos de los acontecimientos que nos envuelven en este comienzo del otoño. El proceso catalán o las elecciones en Alemania, si queremos traspasar las fronteras regionales. El despertar de una ciudad con el rechazo al muro del AVE o la marcha de Pedro Antonio Sánchez del primer plano de la política institucional si nos quedamos en los dominios del antiguo Reino de Murcia. Lo curioso es que el hado de alguna gente, esa divinidad o fuerza desconocida hipotética que rige su vida, anda un tanto descarriado a la vista de cómo se precipitan los acontecimientos. (más…)

Virtudes públicas

Virtudes públicas

No termino de entender cómo Mariano Rajoy -y toda la bancada de su partido- se sentía satisfecho tras el debate de la moción de censura de esta semana. No puedo comprender que cualquier persona de bien no se sonroje al escuchar una a una las decenas de casos de corrupción política y económica en la que se encuentran implicados miembros de tu grupo político. O el estómago está preparado a fuerza de golpes de Almax o el cinismo ha calado tan profundamente en el interior que se ha diluido en las entrañas. Como tampoco la reacción de gran parte de la ciudadanía, que se mueve entre la tibieza, el restarle importancia o la complacencia. Desgraciadamente, muchas veces escudándose en el discurso del ‘todos son iguales’. (más…)

La corrupción no puede ser perdonada

La corrupción no puede ser perdonada

Y no puede serla, como afirma el papa Francisco, porque no es un acto, sino una condición, un estado personal y social en el que uno se acostumbra a vivir. En una conversación con el periodista Andrea Tornelli que dio lugar hace un año al muy recomendable libro El nombre de Dios es misericordia, Jorge María Bergoglio afirma que el corrupto está tan encerrado y saciado en la satisfacción de su autosuficiencia que no se deja cuestionar por nada ni por nadie. Ha construido una autoestima que se basa en actitudes fraudulentas: pasa la vida en mitad de los tajos del oportunismo, a expensas de su propia dignidad y de la de los demás. (…) El corrupto no conoce la humildad, no se considera necesitado de ayuda y lleva una doble vida.

El problema se agrava en la medida en que la corrupción va unida a ser justificada por todos los medios. como escribí hace unos años, la mentira nunca puede ser bien comunicada, y si encima afecta a casos de corrupción, se comete un doble atropello al atentar a la ética y al sentido común. A la razón de ser y a frustrar la confianza depositada en nuestros responsables políticos o de otras instituciones económicas, culturales, sociales o religiosas. Permítaseme en este momento recomendar el reciente trabajo del teólogo Bernardo Pérez Andreo que titula este artículo en parte, La corrupción no se perdona, al analizar de forma crítica la corrupción en la Iglesia, tras repasar este fenómeno en la Biblia, en el mundo de hoy como problema social y en España como un caso peculiar.

La corrupción contamina nuestra existencia. Le hace perder su sentido más profundo. Es el abuso de poder otorgado para obtener un beneficio privado, o para transgredir las normas establecidas, o para pudrir el fin que persiguen nuestras instituciones. La corrupción se extiende en todas las esferas de la vida. Es un pecado estructural, por tanto, que se puede perseguir desde las actitudes personales y las pequeñas decisiones del día a día, porque nadie está a salvo de él. Desde el momento en el que no se mira para otro lado, desde el instante en el que cada uno y cada una se enfrenta a la injusta tolerancia de quien se cree en poder de la verdad y la impunidad.

Un combate, por tanto, en el que andan embarcadas también instituciones como la Justicia (que no está exenta, desgraciadamente tampoco, de caer en sus garras) o entidades como Transparencia Internacional o los propios medios de comunicación, aunque muchos de sus profesionales sufran presiones y amenazas. Hablamos de una ofensiva en la que el fin nunca puede justificar los medios, en la que hay gradaciones distintas según el nivel de responsabilidad que se ocupe en nuestra sociedad, pero en la que nadie puede quedarse al margen. Por eso es tan importante no perder de vista el horizonte del objetivo a conseguir: la lógica de nuevas relaciones basadas en la entrega y el servicio al bien común, la misericordia (que no es más que ponerse en lugar del otro) y la justicia. La lógica del don y el amor, en su más amplio sentido. Ah, y por cierto, me aseguran que la persona corrupta sí puede ser perdonada cuando reconoce lo que ha hecho, restituye la robado o la confianza y asume su responsabilidad.