Utopía compartida… en el tajo

Utopía compartida… en el tajo

Tres curas acaban de escribir y publicar dos libros. De esos tres sacerdotes, dos están casados. Uno ha sido cura obrero, otro está empeñado en no dejar escapar la oportunidad de visibilizar su opción por los más pobres aquí en la Región de Murcia y con los refugiados en diversas partes del planeta. Y todos ellos decidieron en algún momento de su vida que su ministerio sacerdotal había que derramarlo en medio del mundo, alejado de oropeles y del boato, de un cometido que no fuera el de encarnarse en realidades que habitualmente parecen destinadas a otro tipo de personas. Una utopía compartida… en el tajo.

Amigos y compañeros

Hablar de Joaquín Sánchez Sánchez (Vilanova de Sau, Barcelona, 1962) y de Fernando Bermúdez López (Alguazas, Murcia, 1943) es hacerlo de dos amigos y compañeros en mil batallas por la solidaridad y el compromiso. Habitualmente aparecen en medios de comunicación, bien como destacados columnistas o como activistas frente a los desahucios, concentraciones en favor de las personas refugiadas, los derechos humanos y la cercanía a quienes son descartados del sistema. Joaquín Sánchez es la bondad personificada, portador de un corazón tan grande para amar que a veces le juega una mala pasada, capellán de prisiones y de centros de salud mental o de mayores. Fernando Bermúdez, con su barba cana, es la imagen de quien un día llegó a América Latina y se enamoró de su pobreza y rebeldía, de su pasión para vivir la fe de otra manera distinta a la que estaba acostumbrada en estas tierras. Y para dialogar entre las religiones desde una posición de igual a igual.

Diálogo epistolar

En La utopía compartida (Alianza Con-Vida 20, 2023) ambos entablan un diálogo epistolar repleto de reflexiones sobre todo aquello que les inspira en sus diferentes opciones de vida. Desde el sentido de la acción sociopolítica a la crisis de la ética, desde la conversión y el sentido de la propia vida a la corrupción y, paradójicamente, a los signos de esperanza o al Reino de Dios. Del diálogo interreligioso a preguntarse si las religiones sirven para algo. Por supuesto, sin dejar pasar la Iglesia que sueñan, los retos ante la vida y la declaración de principios de que el amor vence los discursos de odio.

Y para culminar este libro escrito a cuatro manos, un regalo tras este intercambio de cartas: su credo. Una confesión repleta del alimento de la fe y la esperanza de que este mundo tiene sentido, bajo el impulso de la utopía en la búsqueda de nuevos horizontes. Desde sentir a Dios como una fuerza espiritual, trascendente, en el corazón del Universo, infinitamente mayor que cualquiera de las religiones que lo hacen suyo. Una declaración de fe en Jesús de Nazaret, de su encarnación en los últimos y de su anuncio de la buena noticia y esperanza para las personas empobrecidas. Una proclama acerca del Reino de Dios en la historia presente que es capaz de convertir los corazones agrietados de los hombres y mujeres en semillas de liberación, en una Iglesia nueva soñada que ama a María que «sacó a los poderosos de sus tronos y puso en su lugar a los humildes».

Mantener la memoria

El tercero de los autores es Pedro Castaño Santa (Yecla, Murcia, 1940), cura obrero afincado desde los comienzos de su ministerio en Cartagena y del que hace unos meses dimos cuenta de La otra cara de la Catedral Antigua (2022), un retrato de lo vivido en la parroquia de Santa María la Antigua entre los años 1967 y 1976, en los que estuvo adscrita a la Diócesis de Cartagena. Su anterior trabajo, en el que en sus poco más de cien páginas, logra cumplir el principal objetivo que le llevó a remover recuerdos y a recopilar documentos y fotografías de esos años: mantener viva la memoria de lo que allí aconteció.

Pedro Castaño acaba de publicar En el tajo. Avatares de un cura en su trabajo (octubre 2023), prologado por el historiador y secretario comarcal de CC.OO. José Ibarra Bastida, en el que se narra todo su periplo vital como cura obrero desde sus tiempos de seminarista, atravesado por el impulso que estos testimonios de encarnación en el mundo del trabajo llevaron a cabo los curas obreros franceses. Una inspiración que le llegó de la mano de los grupos de Jesús Obrero, la experiencia de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y de la presencia de Guillermo Rovirosa, primer promotor de la HOAC, y del sacerdote Tomás Malagón, en el propio Seminario Mayor de Murcia.

Encarnación en el mundo obrero

A lo largo de sus páginas podemos conocer los diferentes lugares de trabajo que este yeclano conoció desde adolescente, en su pueblo, y ya de joven, en la vendimia francesa. Su verdadero bautismo como cura obrero, como él mismo reconoce, en Unión Explosivos Río Tinto, ya en Cartagena, en empresas auxiliares, en la Refinería de Escombreras, su posterior despido, el paso por la cola del paro hasta llegar a una empresa auxiliar de Bazán, para luego emplearse en otra de jardinería. Un periplo como estibador frustrado, pescador, reparador de barcos de recreo, librero en Espartaco durante unos meses y miembro de una cuadrilla de yesaires o yeseros en Zamora y Cocentaina (Alicante), así como en La Palma, hasta recalar en Correos, donde conoció diferentes destinos hasta su jubilación. Un recorrido vital en el que ha primado siempre su deseo de encarnación en el mundo obrero. Desde su condición sacerdotal, aunque en un momento de su vida decidiera unirse a Rosa, su mujer, con la que ha tenido dos hijos y nietos.

Dos libros que son unos nuevos hijos para estos jóvenes inquietos, ministros de la utopía, la dignidad y el compromiso. De la esperanza que no desfallece.

Callejón sin salida

Callejón sin salida

Ilustración: NANA PEZ

No sé si fue premeditada, pero en las imágenes de la entrega del ‘Informe sobre abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica y el papel de los poderes públicos’ por parte del Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, a la presidenta de las Cortes Generales, Francina Armengol, me llamó la atención un detalle: la cruz que colgaba del cuello de la tercera autoridad del Estado. No creo que la elección fuese por casualidad. Desconozco la intención, pero, como católico, sí me siento interpelado por el hecho de que haya sido una institución como la del Defensor del Pueblo la que haya tenido que abordar en profundidad, y por vez primera, un asunto tan grave que afecta a la esencia de una institución como la que representa la Iglesia española, de la que formo parte, como humilde miembro del Pueblo de Dios.

Silencio y vergüenza

El silencio de quienes pudieron hacer más para evitar la pederastia, la soledad y el dolor de las víctimas, la reacción de la Iglesia, la necesaria compensación económica a las víctimas para la reparación del delito y las dificultades en la aportación de los datos por parte de las diócesis y los institutos de vida consagrada, son las cinco claves del Informe del Defensor del Pueblo. Frente a esta última, Ángel Gabilondo valoró durante la presentación del documento la investigación que desde el año 2018 viene haciendo el diario El País. Una respuesta que la Iglesia, desde el papado hasta el último rincón de la última diócesis o congregación religiosa, debería de haber dado desde el minuto uno.

Gravedad máxima

No oculto el sentimiento de vergüenza, como creyente de a pie, al pertenecer a una institución que durante mucho tiempo ha guardado silencio, cuando no, cómplice, por sus cautelas o por querer minimizar unos hechos que son motivo y causa de escándalo. Y, además, no comprendo las reacciones de algunos de nuestros obispos, sacerdotes y otras personas consagradas -además de seglares de la Iglesia- al cuestionar las cifras de posibles víctimas en nuestro país, extrapoladas de los datos que ofrece el informe. El problema no está en si son o no 440.000 las personas abusadas. El asunto ya es de una gravedad máxima con que solo una de ellas haya sufrido abuso sexual por parte de quien tenía encomendada su labor de formarla y/o acompañarla en la fe.

Aquí puedes acceder al Informe sobre los abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica y el papel de los poderes públicos.

Me cuesta pensar que sea el temor a hacer frente a indemnizaciones millonarias el principal motivo de las reacciones a la defensiva por parte de nuestros obispos. Los superiores de las órdenes religiosas han ofrecido una respuesta más adecuada a la gravedad de este problema. Desde la petición de perdón y la disposición a colaborar con el Defensor del Pueblo y el resto de instituciones.

Valentía y determinación

Mirar para otro lado, trasladar a otro destino a la persona agresora, minimizar el asunto o extender y generalizar los abusos a otros ámbitos de la sociedad (como el familiar, educativo o deportivo) han sido prácticas comunes por parte de muchas diócesis e institutos religiosos. No solo en España, sino en una larga lista de países, con ejemplos y consecuencias muy notorias como las ocurridas en Estados Unidos o Irlanda. A esos comportamientos se suman otros, como tratar de victimizar a las propias víctimas o no atenderlas como se merecen, o esconder la cabeza como los avestruces, sintiéndose incluso mártires de una supuesta cruzada frente al ateísmo o el anticlericalismo. Y todo por no abordar con valentía y determinación un asunto tan grave como el de la pederastia, en el que te juegas la credibilidad como institución educadora de las conciencias y valores para toda una vida. Lo sé de primera mano porque en mi vida profesional me ha tocado gestionar comunicativamente más de un caso de pederastia y abusos protagonizados por sacerdotes o religiosos.

Respuestas ambiguas

El propio Benedicto XVI ya identificó hace casi tres lustros, en su Carta pastoral a los católicos de Irlanda (como recordaba el periodista José Martínez de Velasco en su prólogo al libro de Juan Ignacio CortésLobos con piel de pastor), varios factores como causa del escándalo: procedimientos inadecuados para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y la vida religiosa; insuficiente formación humana, intelectual y espiritual en los seminarios y noviciados; tendencia a favorecer al clero y otras figuras de autoridad, así como una preocupación desmesurada por el buen nombre de la Iglesia. En estos tiempos de sinodalidad no caben respuestas ambiguas, ni miradas esquivas, ni callejones sin salida. De frente y sin titubeos.

Ética del cuidado y kardía

Ética del cuidado y kardía

ILUSTRACIÓN | NANA PEZ

Entre el nuevo y grave episodio del conflicto palestino-israelí y la imagen de la España se rompe protagonizada por esos grandes personajes de la unidad y la concordia, como son Abascal, Ayuso y Feijoo, me permito introducir un espacio de sosiego para reflexionar sobre de lo que apenas se habla en lo que nos va la vida: el cuidado. En concreto, sobre El principio ético del cuidado (La Tapia, 2023), un libro que vio la luz a comienzos de este año de la mano de dos editores del extrarradio geográfico y del pensamiento académico crítico, Juan Escámez Sánchez y Ramón Gil Martínez. Un texto que nace afectado de lleno por la experiencia de la pandemia en nuestras vidas y el conflicto entre Rusia y Ucrania. Desde la constatación de la vulnerabilidad del ser humano, que traspasa aquella convicción de que todo estaba bajo control.

Vulnerabilidad

A este contexto que ha dado tantos frutos bibliográficos se le pueden sumar una infinidad de situaciones vitales que salpican la realidad de lo cotidiano o de lo que, aparentemente, pueda resultar más distante. Hablamos de los dramas humanitarios en cualquier parte del planeta, las migraciones, los desastres naturales y aquellos provocados directamente por la intervención del hombre. Nuestra civilización tiene mucho de gigante con pies de barro. Es precisamente esa vulnerabilidad la que nos ha llevado con más intensidad a la afirmación de que necesitamos cuidados y a preguntarnos si sabemos los que nos pasa, si estamos preparados para ellos, qué podemos hacer y, sobre todo, a quiénes afecta la realidad del cuidado.

Universalización del cuidado

A lo largo de los nueve capítulos que componen esta monografía tenemos elementos más que suficientes para entrar en el juego de la reflexión, el análisis científico y el rigor intelectual y a la vez poner los pies en el suelo para salir al encuentro, con el resto de los mortales, en las periferias de nuestros mundos. Desde los fundamentos de la ética del cuidado a los sujetos de la misma, para acabar con la relación con la Inteligencia Artificial, el sistema educativo y la universalización del cuidado en la familia humana.

Un apartado, sin embargo, que, a mi juicio, es uno de los meollos de este trabajo, es el que tiene que ver con el cuidado de uno mismo. Porque a estas alturas de la película, además de definir al ser humano como vulnerable, esto es, reconocerlo como ser relacional, interdependiente e inacabado, podemos afirmar que quien no sabe cuidar su cuerpo, su mente y su corazón no podrá acoger con verdadera entrega ni responder adecuadamente a la demanda de cuidados de las otras personas.

Huir de la autosuficiencia

La semana pasada, al hilo de la última columna sobre lo irascible que estamos, un amigo de hace años y colega en estas mismas páginas me decía que todo eso de lo que hablaba se curaba con la edad. Seguro que tiene razón, pero intuyo que, además, necesitamos ponernos frente al espejo de nuestra realidad para una sincera búsqueda del sentido y de la relevancia del cuidado de uno mismo. Pesquisas, como reconocen los autores, en las que debemos alejarnos de posiciones narcisistas sobre el propio yo, que generalmente conducen a no conocerse a sí mismo, sino a identificarse con imágenes proyectadas, en cierto sentido falsas y alienantes. También habrá que huir del paradigma falaz de la autosuficiencia producto de la fantasía del subjetivismo y del individualismo. ¿No les suena esto ante tanto ego suelto en nuestros ambientes o en las realidades de la política y el trabajo profesional?

El cultivo del pensamiento crítico, el cuidado del propio cuerpo y mente, el fomento de la autoestima, la fuerza de la voluntad y el cultivo de la inteligencia emocional son los ingredientes esenciales para un camino que nos lleva de la prosocialidad (nuestra preocupación por el otro) a la fraternidad universal. Es el vínculo que articula a todos sin distinciones y, porque une, mueve a corregir las desigualdades y a ejercer la libertad con más responsabilidad. Fratelli Tutti, la encíclica del papa Francisco sobre la fraternidad y la amistad social, centra su mirada, precisamente, en dos actitudes vitales: el cuidado y el encuentro, que deben impregnar todas las respuestas a los procesos de reconstrucción y recuperación que necesitamos. Y ello, tanto en el plano personal como en el comunitario.

Apuesta por la cordura

La defensa del principio del cuidado no entra en contradicción con el principio de la justicia. Ésta propugna el trato igual a todas las personas, mientras que el que sostienen los autores, el primero, propugna lo contrario: el trato desigual a todas ellas. Se basa en la dependencia y la vulnerabilidad del ser humano frente a la autonomía promulgada por el de justicia. Pero no se contraponen. Sobre todo, si, como Adela Cortina, apostamos por la cordura en estos tiempos, virtud humana por excelencia en la que confluyen la prudencia, la justicia y la kardía, la virtud del corazón lúcido. Casi nada. De ahí que formar en la compasión, en la capacidad de ser con otros y de comprometerse con ellos es, a su juicio, la clave irrenunciable de la formación humanista que debe ofrecerse en el siglo XXI. Sumérjanse en este libro y seguro que encuentran motivos para la esperanza y el comienzo de un camino para contemplar su realidad de otra manera. Y si no es suficiente, busquen los diez problemas que Jorge Bergoglio considera que hay que acometer para un futuro con esperanza, con el que los autores cierran su trabajo. Casi nada.


Por gentileza de los autores, el libro está disponible para ser leído y/o descargado desde aquí.


Silencio de un reloj de arena

Silencio de un reloj de arena

ILUSTRACIÓN | NANA PEZ

Acaban de regalarme un reloj de arena. Sí, amiguitos y amiguitas, un reloj de arena es ese instrumento mecánico que sirve para medir un determinado período de tiempo. Tiene dos receptáculos de vidrio conectados entre sí permitiendo el flujo de arena desde el situado en la parte superior al de la inferior. A quienes no lo hayan visto en vivo y en directo les remito a esos dibujitos que aparecen girando sobre sí mismos cuando en ocasiones cambiamos de pantalla en un ordenador personal o intentamos arrancar una aplicación. Los hay de diferentes tamaños y, por tanto, de cantidad de arena que pasa de un lugar a otro, lo que permite delimitar claramente el principio y el final del periodo de tiempo en el que se requiere concentración.

Paso del tiempo

Desconozco la intencionalidad profunda que anidaba en quien me ofreció el obsequio, porque el tiempo de duración del que desde hace unos días está sobre mi mesa de trabajo es de quince minutos. Ni más… ni menos. Un espacio suficiente para que la vista se me nuble si quiero seguir el ritmo con el que esos granos de arena se derraman desde el cubículo de arriba al de abajo. La donante me ha confesado que era una invitación a ser consciente de la realidad, a reconocer el paso del tiempo y a valorar el silencio. Sí, como suena. La paz, el sosiego o la tranquilidad, esos instrumentos imperceptibles y tan repletos de valor. Esos lujosos instantes que a menudo anhelamos pero que, en buena parte de las ocasiones, eludimos porque nos ponen en un brete. Menudo despropósito.

Guardar silencio en estos tiempos convulsos y de polarización no es un hábito que goce de gran predicamento

No es más verdad que esa sentencia atribuida a Aristóteles de que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras, en cuanto que nos sitúa en una posición de control de situaciones y, sobre todo, de las emociones que se disparan en multitud de momentos. Porque en innumerables circunstancias tendríamos que habernos mordido la lengua antes que destapar nuestras cartas. Pero guardar silencio, máxime en estos momentos de convulsiones políticas y sociales, no es un hábito que goce de gran predicamento. Todo lo contrario. Cuanto más ocurrente sea una respuesta ante una situación de enfrentamiento o debate quien ejerce ese papel dominante parece ganar más terreno. Lamentablemente es así, pero el precio que a menudo hay que pagar es muy alto.

Menudo dilema

Una amiga me confesaba hace unos días que en el silencio de una capilla que permanece abierta día y noche había encontrado un poco de sosiego ante lo que bullía en su interior. Toda su vida ha girado en estar ahí, siempre dispuesta para resolver los problemas de los demás, fueran sus hermanos, sus padres, sus hijos o el resto del mundo mundial. ¿Y a mí cuándo me toca?, se interrogaba. ¿Por qué no ha encontrado antes un lugar para mirarse a sí misma y disponer de la posibilidad, incluso, de equivocarse en su camino? Menudo dilema, con el agravante de que había sido educada en la creencia de que si se preocupaba de ella misma era una egoísta y contravenía los designios de no se sabe bien qué ser superior que nos juzgaba por ello. Esas disyuntivas morales, en las que la culpa aparecía cuando menos la esperaban, le había acompañado toda su vida.

Hombres grises

Esa niña había querido ser un día un hombre cuando su padre la había interrogado sobre su futuro. Un varón para no tener que hacerse cargo de sus hermanos pequeños y compartir habitación sin tener que avergonzarse por ello. Y además, en ese tercer grado al que la sometió su progenitor manifestó su deseo de poder convertirse en vagabundo con el fin de saborear lo que supone no depender de nadie ni de las circunstancias que la atenazaban a diario. Estoy seguro de que, sin saberlo de antemano, querría haber sido Momo, la protagonista de la novela de Michael Ende, que solo con escuchar conseguía que todos se sintieran mejor. Tampoco se dejaría engañar por la promesa de los hombres grises de que ahorrar tiempo es lo mejor que se puede hacer, lo que provocaba que, poco a poco, nadie tuviese tiempo ni para jugar con los niños.    

No me extraña que el silencio se haya convertido en el período más nutritivo de su existencia. De la suya y de la nuestra. Un territorio en el que reencontrarse con esas voces apagadas durante tantas estaciones atravesadas por relojes de arena.

A imagen y semejanza

A imagen y semejanza

ILUSTRACIÓN | NANA PEZ

Han pasado ya más de tres décadas desde que en nuestra boda escuchásemos uno de los bellos poemas de Khalil Gibran recogidos en El Profeta (1923). Eran tiempos de unión entre el amor espiritual de raíz cristiana con el misticismo sufí o el judaísmo, y sentíamos una plena identificación con esa manera de entender el camino que la vida nos tenía preparado. En este caso, Del matrimonio, ofrecía una mirada que encajaba con el incipiente proyecto vital: “Amaos uno a otro, más no hagáis del amor una prisión” o esas estrofas finales que invitaban a permanecer unidos, “mas no demasiado juntos:/ porque los pilares sostienen el templo, pero están separados. / Y ni el roble ni el ciprés crecen el uno a la sombra del otro”.

Tus hijos no son tus hijos

Unos años después volvimos a este poeta libanés, cristiano maronita, con otro de los poemas dialogados por ese profeta que unos años antes de su muerte abandona el pueblo que lo ha acogido y sus moradores le piden que reflexione sobre diversos temas. Todos ellos, sumados en conjunto, componen ese texto que merece la pena volver a leer. De los hijos ha sido el poema que, casi sin pretenderlo de manera consciente, ha guiado la educación de nuestra descendencia. Comienza con esa potente afirmación de que “Vuestros hijos no son vuestros hijos. / Son los hijos y las hijas del anhelo de la Vida, / ansiosa por perpetuarse”. Y desde el principio, por mucho que te empeñes, es así. En mi caso, tras sentirme golpeado doblemente por la muerte en un corto espacio de tiempo.

Estoy seguro de que cada padre, cada madre, en la soledad del silencio interior, es capaz de reconocer que, aunque estén a nuestro lado, no nos pertenecen. Ni cuando proyectamos en ellos, en ellas, todo aquello que un día quisimos ser y no fuimos capaces de afrontar de cara, con valentía. Cuando nos damos cuenta de que las intenciones -mejor dicho, las expectativas- eran erróneas, porque estaban sustentadas en un deseo inalcanzable. Khalil Gibran nos dice que “podéis darles vuestro amor; no vuestros pensamientos:/ porque ellos tienen sus propios pensamientos. / Podéis albergar sus cuerpos; no sus almas:/ porque sus almas habitan en la casa del futuro, / cerrada para vosotros, cerrada incluso para vuestros sueños.” / Faltaría más. Por mucho que ese chantaje emocional que hemos sufrido la generación del baby boom y siguientes nos salga por los poros y, acaso de manera automática e inconsciente, hayamos incurrido en prolongar el maldito hábito que pretende controlar la existencia de nuestra prole.

Plantar cara

La vida no retrocede ni se detiene en el ayer. Cuánto tiempo y vida ganaríamos si llegásemos a comprender que esto es así. No estaríamos paralizados con la mirada atrás, a la espera de que suceda algo que ya está aquí. Porque resulta muy común eludir nuestras propias responsabilidades a causa del miedo y la culpa, esas dos amigas y aliadas que forman un tándem para hacernos la existencia más difícil todavía. El primero es capaz de sojuzgar la voluntad del más pintado. El miedo paraliza, provoca el caos existencial, somete y avasalla ante cualquier atisbo de libertad, de autonomía. Y lo hace frente al que ostenta el poder en cualquier faceta de la vida. De ahí que plantar cara a quien nos provoca temor -que muchas veces somos nosotros mismos- sea el primer paso para la libertad.    

La segunda, la culpa, es la hija perfecta del chantaje emocional. Es aquella dimensión que provoca ansiedad, angustia y un malestar que se derrama por el cuerpo, la mente y el propio hábitat. En ocasiones, nuestros progenitores -seguro que muchas veces de manera inconsciente- nos la han inoculado. Somos herederos de esa manera de actuar y, en determinados momentos, caemos en la trampa de intentar perpetuarla. No olvidemos que es un síntoma de la pandemia de mediocridad e infantilismo que pulula por el mundo. Muchos son quienes pretenden contagiar de miedo y culpa las relaciones humanas. Con esa pareja de hábitos se sienten poderosos y se permiten juzgar la conducta del respetable, mientras que eluden la mirada de su yo más profundo.

Flechas vivientes

De ahí la exhortación a ser “el arco desde el que vuestros hijos son disparados como flechas vivientes hacia lo lejos”. Así concluye Khalil Gibran esas reflexiones sobre la estirpe: “Dejad que vuestra tensión en manos del arquero se moldee alegremente. / Porque así como Él ama la flecha que vuela, / así ama también el arco que se tensa”. El reto está en querer mantener vivo el arco sin esperar nada a cambio.      

Vidas adolescentes

Vidas adolescentes
ILUSTRACIÓN | Eva van Passel Gambín

El mundo adulto está sobrevalorado. Es una meta a alcanzar que aparece ya en las etapas iniciales de la vida, aquellas que arrancan desde el instante en el que nuestros progenitores se empeñan en presentarla como una cima a conquistar a costa de lo que sea. Un trayecto que deja a su paso tal reguero de frustraciones y sinsabores que uno llega a preguntarse si merece la pena pagar ese precio. Especialmente en lo tiene que ver con ese mapa tan complejo como es el de la denostada adolescencia, un mundo que hemos atravesado como hemos podido. En buena parte de los casos, cuando nos tocaba. Pero no nos engañemos, conocemos a quienes ni siquiera han salido de ese estado en el momento que ahora se encaminan a la senectud.   

Piezas de un rompecabezas

Este período del crecimiento que nuestros divulgadores científicos de cabecera sitúan entre los 10 y 19 años es el tiempo del odio a todo lo que se mueve, sobre todo si tiene que ver con el escenario de los mayores, sean los padres y madres, profesores, hermanos mayores -y, por supuesto, menores- o que juegue a cualquiera de los prototipos de la autoridad. Es el odio que siente Trini/Tritona, la protagonista de La novias (InLimbo Ediciones, 2022) una gran novela coral de Cristina Morano (Madrid, 1967) situada en mitad del género social y el distópico en la que esta adolescente no llega a entender el mundo del instituto (de sus profes agotados) y de su casa que le esperar (con sus Jefes explotados).

La historia de sus personajes es la de la carrera emprendida en la búsqueda del reconocimiento, mientras resulta muy complejo encajar las piezas de un rompecabezas en el que se convierten las historias de estos niños y niñas. Unos pequeños seres que son los nuestros, carne de cañón de las apuestas con las que se enriquecen esos adultos farsantes e hipócritas que se llenan la boca (y, por supuesto, los bolsillos) de promesas de un mundo mejor. Un camino lleno de obstáculos que intenta vencerse con innumerables retos. La trama conjuga a la perfección el horror y la belleza, con evocaciones repletas de poesía, el mundo de los retos virales y las apuestas de todo tipo. Una gran novela en la que se mezcla la realidad y la ficción con un sinfín de guiños a personajes cercanos y a líderes sociales.

Maniqueísmo simplista

Al hablar de la adolescencia se corre el riesgo de caer en un maniqueísmo simplista. O descalificarla sin más, porque se es incapaz de entender todo lo que bulle en el interno de quienes la viven, o idealizarla, aunque sea desde el desconocimiento atroz que esconde la incompetencia de ponerse en el lugar del otro. Sirva como contrapunto la iniciativa que un grupo de escolares de un colegio de Pamplona ha llevado a cabo estas semanas, con la elaboración de un código ético para personas que están en política. Pero no se han limitado a ese grupo ante el que resulta fácil lanzar críticas y descalificaciones. También lo han hecho para quienes quieran ejercer ciudadanía. Esto es, para el común de los mortales. Para usted, querido y querida lectora. Lo presentaron a comienzos de este mes en el Congreso de los Diputados y lo han firmado hasta la fecha seis de los siete candidatos a la alcaldía de la capital navarra.

Son cinco compromisos que, para los primeros, pasan por decir siempre la verdad, no prometer lo que no pueda cumplir y por combatir la polarización creciente en nuestra sociedad. El tercero es el de intentar buscar puntos de encuentro y consenso con otros partidos políticos, mientras que los restantes pasan por la renuncia a la corrupción en todas sus formas, así como al insulto, la descalificación y el ataque personal hacia el otro. Ni más ni menos. Menuda responsabilidad que habría que exigirle a quienes asuman cualquier puesto político en nuestras instituciones. La misma que tendríamos que adoptar quienes queramos practicar ciudadanía: ejercer mi derecho al voto con la seriedad que merece, el compromiso a informarme con más rigor y pluralidad, y la renuncia a la crítica destructiva hacia políticos e instituciones hacia cualquier forma de violencia como modo de protesta y a la corrupción en todas sus formas.

Logros elevados

La riqueza de esta iniciativa, como las vidas golpeadas de los personajes de la novela de Cristina Morano, es que ambas realidades tienen que ver con un momento vital en el que las expectativas están a flor de piel y los golpes no han permitido malear una estructura de la personalidad que aspira a los logros más elevados. Es el momento de los ideales, de las metas a alcanzar, de las cimas a coronar, de la vida por vivir pese a las adversidades y al empeño de joderlas de quienes solo saben aprovechar las oportunidades para edulcorar de manera artificial su maldita vida.


ILUSTRACIÓN | Eva van passel Gambín
Memoria de la melancolía

Memoria de la melancolía

Un bello (y a la vez, duro) libro que recoge toda una vida sustentada en grandes ideales

“Si quieres vivir libremente, nos ha dicho José Bergamín, procura vivir encadenado. Y encadenada vivo a los recuerdos abusando de la paciencia de los que me escuchan”. Así refiere María Teresa León (Logroño, 1903 – Madrid, 1988) las páginas conclusivas de su Memoria de la melancolía (Roma, 1970), uno de los textos más bellos que han caído en mis manos en los últimos tiempos. El conmovedor testimonio de quien tuvo la dicha de vivir el tiempo de cambio y utopías de nuestra dolorosa España de los años 30, y la tragedia, a la vez, por pagar un alto precio en el exilio argelino, francés, argentino o romano junto a Rafael Alberti. Rica y privilegiada memoria de quien ha sido testigo de un siglo y de innumerables compañeros de viaje, como Picasso, Unamuno, Neruda, Machado, Rosa Chacel, Louis Aragon, Rubén Darío, Bertolt Brecht, Frida Kahlo, Camus, Paul Éluard

Heridas que paralizan

Vivir encadenado a los recuerdos nos trae a veces complicaciones arracimadas de sueños, golpes, vivencias y heridas que paralizan y frenan impulsos vitales que precisan unas gotas de aire para alimentar la esperanza. Evocar todo aquello que hemos sido desde niños, invocar a nuestros ancestros y tratar de hallar esas resonancias que aparecen cuando menos se les espera se convierte en un sanador juego para descubrir, sinceramente, quiénes somos y en qué nos hemos convertido.

De ahí que homenajear a una de las Sinsombrero es la mejor ocasión para el reencuentro con las páginas de este diario en el que, a lo largo de casi veinticinco años, siempre he intentado estar al cabo de la calle. Con mayor o menor lucidez, según el momento vital, con ausencias y lapsos incluidos. Dios nos libre de quienes se creen poseedores de una clarividencia lineal a lo largo de su existir.

María Teresa León fue una de aquellas mujeres de la Generación del 27 que apenas estudiamos en ese BUP de Vicente Aleixandre, Cernuda y, a lo sumo, Alberti. Eclipsadas por el peso cultural repleto de expresiones políticas y culturales que hoy podríamos calificar de patriarcales, ya no sirven excusas para colocar en primera línea a aquellas destacadas figuras de la pintura, la escultura, la literatura, la escena, la universidad y la investigación en sus diferentes manifestaciones.

Páginas que trascienden

Las páginas de Memoria de la melancolía trascienden la mera biografía de quien ha vivido en primera persona un compromiso político en una turbulenta etapa de la España que pudo haber sido algo más que una unidad de destino en lo universal en la que quedó. Testigo de los cambios que se vivían en un mundo marcado por los totalitarismos, algunos sustentados en una ideología por la que dejó sus orígenes burgueses por la opción que le iba a complicar su vida, no se resignó a mirar de lado ante lo que se avecinaba.

En otro momento escribí que la melancolía es un estado de ánimo que nos une a través de fronteras físicas y temporales y es difícil encontrar un periodo histórico o una cultura sin rastro de sentimientos melancólicos. Ahora lo hacemos sobre todos esos sentimientos que suscitan a la autora el exilio, el desarraigo. La evocación por otro tiempo pasado, uno que pudo haber sido y no fue.

No consigo ser capaz de sentir lo que puede pasar por el corazón de una persona exiliada, de una refugiada. El exilio es atroz

Hablar de la obra de María Teresa León es hacerlo de la novela, el teatro, el cuento, la poesía, el ensayo y el guion para cine. Ella educó, cantó y animó en la Guerra, y fue parte de empresas teatrales y de colectivos culturales. Activa protagonista en la supervisión del traslado de las obras del Prado, de Toledo, de El Escorial, hablaba por la radio y era traductora. Como ella recuerda, «siempre haciendo algo”. Y se pregunta: “¿Por qué estaremos siempre haciendo algo las mujeres? En las manos no se nos ven los años sino los trabajos…».

No consigo ser capaz de sentir lo que puede pasar por el corazón de una persona exiliada, de una refugiada. El exilio es atroz. El desarraigo, una maldición ante el que cabe poco más que dirigir una mirada de ternura. Cuando veo esas imágenes en blanco y negro de quienes tuvieron que abandonar su país para morir en otra tierra no puedo por menos que dejar escapar unas lágrimas de dolor. Tanta esperanza e ilusiones frustradas en el paso de los Pirineos o en los barcos que cruzaban el Atlántico camino de México o la Argentina, o se quedaban a pocas millas en destino a Orán. Como hoy lo hacen en Siria, en la República Democrática del Congo o Sudán, entre otros países. Son más de 25 millones las personas refugiadas bajo el mandato de ACNUR a consecuencia de conflictos y persecuciones.    

Pobre España

María Teresa se permite pedir perdón por “la reiteración de las palabras tristes” al hablar de la guerra. “No he evitado cuando lo creí necesario llamar pobre a mi España ni desgraciado a mi pueblo, ni desamparados a los que padecieron persecución, ni desesperados a los que sufrieron tantas enfermedades de abandono”, afirma. Desesperada a finales de los años 60 porque “sé que ya en el mundo apenas se nos oye” reafirma, sin embargo, que “siempre habrá quedado el eco, pues el único camino que hemos hecho los desterrados de España es el de la resignación. Pero feliz el pueblo que puede recuperarse tantas veces para sobrevivir. Es el orgullo del desdichado. (…) Tal vez yo no debería haber escrito este libro, pero escribir es mi enfermedad incurable”. Como la nuestra.


Nana Pez ilustrará esta nueva etapa de Al Cabo de la Calle. Es una artista plástica multidisciplinar, pedagoga social y psicopedagoga.

Lecturas veraniegas (y 7) | Georges V. Higgins & Raymond Chandler

Lecturas veraniegas (y 7) | Georges V. Higgins & Raymond Chandler

La vida es una novela negra

Siempre nos quedan los clásicos. Cuando perdemos la esperanza a la hora de encontrar algún autor que nos emocione, llega un clásico de la literatura de cualquier época y despierta a ese bicho que nos ha inoculado la pasión por las buenas historias, los personajes desgarrados, los diálogos dinámicos y las tramas que se sostienen.

En este verano de escaparate de la crisis climática, con sus incendios devastadores, el medio año guerrero en Ucrania, el disfrute de vacaciones como si fueran las últimas y el visto bueno a la ley del sí es sí (y así, mal que le pese a nuestra derecha gritona), han tenido que llegar dos clásicos de la novela negra (George V. Higgins y Raymond Chandler) para recordarnos que aún hay motivos para la esperanza. La esperanza de gozar con las conspiraciones de una serie de personajes grabados en nuestra memoria ligada al cine, las patrañas negras y a un desfile de héroes, secundarios y personalidades corrompidas en su día a día o, simplemente, pasando sin pena ni gloria por la vida.

El placer del diálogo

El primero de ellos nos ha ofrecido el placer del diálogo por el diálogo, sin grandes descripciones ni interioridades varias para explosionar en unas vivencias marcadas por la violencia en el Boston de la segunda mitad del pasado siglo. En Los amigos de Eddie Coyle, publicada en el año 1970 y cuya edición en español la tenemos en Libros del Asteroide (2018, 6ª edición), George V. Higgins es capaz de adentrarnos en una red de situaciones y villanos que no sorprenden haber embelesado a autores de la talla como Don Winslow o Dennis Lehane.

Diálogos, tramas y personajes se alejan de los estereotipos que hasta entonces parecían dominar la novela negra, con esa visión maniquea de los buenos y los malos. Aquí hay cantidad de grises. La propia experiencia del autor, como periodista, abogado y ayudante del fiscal, permite dar una voz real a quienes se mueven en ese mundo del hampa, no tan lejano a los ambientes que nos tocan vivir a diario. Por mucho que, en ocasiones, parezcan distantes. No se pierdan a estos amigos.

Escritura de agonía

Y si les queda alguna duda sobre qué llevarse a sus manos antes de comenzar el otoño, Raymond Chandler les resuelve el enigma. De entre las novelas en las que su protagonista estelar, Philip Marlowe, tiene que enfrentarse a lo que los clientes le reclaman, El largo adiós, publicada en el año 1953 y que en España la podemos encontrar en diversas ediciones (como la de Cátedra de 2005), ofrece una imagen madura y más humana del genial detective. La serie comenzó en el año 1939 con El sueño eterno, pero el propio Chandler reconocería que esta novela que nos ocupa sería la mejor y más lograda, “mi mejor libro”, calificando su proceso de escritura como de “agonía”.

Al igual que sucedió con Pierre Lemaitre (el parisino que inauguró esta serie de Lecturas veraniegas), me alegra su coincidencia con Chandler al profesar admiración con estos escritores tardíos. Son buenos ejemplos de que nunca debemos perder la esperanza en alcanzar los sueños, por mucho que cueste materializarlos.  

El detective irónico

En El largo adiós se mezclan dos historias aparentemente distintas, pero con más puntos en común de los que cabría imaginar. El propio detective se convierte en solucionador de los embrollos y víctima de estos, atrapado en un clima de relaciones vacías y exentas de sinceridad, de mansiones y urbanizaciones alejadas de la dureza de la gran ciudad, pero salpicadas del poder, la corrupción y la violencia física e institucional. Ni la entereza moral, ni la ironía, ni, por supuesto, la franqueza de nuestro héroe, quedan a salvo de que se vea envuelto en los entresijos de personas que, o bien ocupan profesiones en las que se les suponen comportamientos honrados, o su estatus es inalcanzable y se creen dueños de un poder infalible frente al resto de los mortales.

La vida es una novela negra, en la que los variopintos actores y actrices bailan con lo que deparan sus decisiones. Nunca viene mal saberlo y, sobre todo, degustarlo.  

Ficha técnica de LOS AMIGOS DE EDDIE COYLE

N.º de páginas: 202
Editorial: LIBROS DEL ASTEROIDE
ISBN: 9788492663446
Año de edición: 2011

Ficha técnica de EL LARGO ADIOS (SERIE PHILIP MARLOWE 6)

N.º de páginas: 456
Editorial: CATEDRA
ISBN: 9788437621241
Año de edición: 2005
Colección: LETRAS UNIVERSALES

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IMAGEN tomada de https://quelibroleo.com/

Lecturas veraniegas (6) | Javier Cercas

Lecturas veraniegas (6) | Javier Cercas

Sobre prejuicios y literatura dentro de la literatura

Los prejuicios son siempre eso, prejuicios. Y en cualquier aspecto de la vida como de la literatura solo nos llevan a perdernos oportunidades, embadurnadas, eso sí en muchas ocasiones, de soberbia, altanería y una supuesta autoridad moral e intelectual rayana en la ignorancia. En el campo de las letras, a la hora de enfrentarme a los superventas, estoy seguro de que esa manía me ha llevado a perderme textos y autores sobre los que han actuado más la ofuscación que un simple acercamiento crítico a lo que ha triunfado en el mercado editorial.

Un sugerente autor

Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) era uno de esos autores a los que nunca había decidido adentrarme, pese a la intriga que despertaba el hecho de algunas de las temáticas que abordaba en sus novelas. Hasta que llegó Terra Alta (Planeta, 2019), un premio Planeta ni más ni menos. Quién iba a decir que, a partir de ese momento, habría un antes y un después en mi visión sobre el escritor al que debo para siempre el poder saborear uno de los textos que más me han impactado, con sus reflexiones de plena actualidad y una trama de las que te enganchan desde las primeras líneas.

No, no me refiero a la historia del brutal asesinato de un rico matrimonio ambientada en esa comarca catalana, cuyo caso trata de resolver Melchor Marín, un joven mosso d’esquadra destinado a una pequeña ciudad en la que podría pasar desapercibido tras su protagonismo en los sucesos de 2017 en Cambrils, tras el atentado de las Ramblas barcelonesas. Resulta que nuestro protagonista es un apasionado lector de Los miserables, la obra de Víctor Hugo en el que la justicia vence a la injusticia, la moral a la irracionalidad, el amor frente al odio y el bien al mal.

Literatura que lleva a literatura

Literatura dentro de la literatura o, mejor dicho, literatura que lleva a la literatura. Ese es al menos el camino que me llevó a conocer a los personajes y ambientes de la Francia revolucionaria post napoleónica, en los que se desenvuelve Cosette, la niña prototipo de la inocencia, hija de Jean Valjean, renacida en el retoño de Melchor y que aparece en toda la serie que completa Independencia (Tusquets Editores, 2021) y, sobre todo, en El castillo de Barbazul (Tusquets Editores, 2022). De ahí que las continuas referencias a la historia de esa novela épica del XIX que aparecen en la primera obra de la trilogía de Javier Cercas sean una invitación a ampliar los lazos con el regusto de poder disfrutar lo que es capaz de suscitar la literatura en cualquier lector. Como es otra sugerente invitación en la referencia a otras lecturas que salpican la vida de Melchor Marín, como es el ruso Iván Turgenev. Algo más de lo que hablamos.

Invitación a la lectura

Aunque El castillo de Barbazul es la novela que cierra la trilogía, en este verano que entra a su fin, si no lo han hecho ya, devórense la serie completa porque estoy seguro de que no les va a defraudar. Tramas, personajes, giros y un estilo propio, ya que el propio Cercas ha afirmado que su ideal son “novelas fáciles de leer y difíciles de entender”. Si les suman algunos ingredientes de actualidad, como que acaban de cumplirse cinco años del atentado de Las Ramblas y los sucesos de Cambrils, junto al argumento de Independencia que le traerá a la memoria la serie Intimidad, de reciente gran éxito en Netflix, mejor que mejor. No les digo nada más que incluso en ellas aparecen vínculos con nuestra Región de Murcia, en concreto con la pedanía de El Llano de Molina de Segura, donde vive una antigua compañera de profesión de la madre asesinada de nuestro protagonista.

Héroes, villanos, personajes reconocibles, nacionalismo irredento, sentido de la justicia, escenarios cercanos y tramas que no nos son ajenas completan un menú a la altura de un gran escritor, de una gran historia y de una literatura capaz de codearse con la de autoras y escritores más valorados por la crítica. Renuevo la promesa de dejar de lado los prejuicios e intentar la aproximación libre de ataduras e ideas preconcebidas a las obras que caigan en mis manos. A eso también les invito.

Ficha técnica sobre EL CASTILLO DE BARBAZUL (Serie Terra Alta III)

N.º de páginas: 400
Editorial: TUSQUETS EDITORES
ISBN: 9788411070843
Año de edición: 2022
Lugar de edición: BARCELONA

Ilustración: EVA VAN PASSEL GAMBÍN

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Lecturas veraniegas (5) | Aroa Moreno Durán

Lecturas veraniegas (5) | Aroa Moreno Durán

O de cómo es posible narrar el silencio de tres mujeres

Ilustración: Eva van Passel Gambín

El dolor que provocan a menudo los recuerdos es capaz de traspasar los límites más insospechados. El silencio es, a veces, la única salida que los humanos hallamos para sentirnos vivos. Si esos recuerdos van unidos a las experiencias de la maternidad, a la pena, al desgarro o a cualquier otro drama que se esconde en cada familia, el resultado puede ser un conjunto de historias entrelazadas de tres mujeres de diferentes generaciones.

Esto es algo de lo que sucede en La bajamar (Literatura Random House, 2022), la segunda novela de Aroa Moreno Durán (Madrid, 1981), una nueva invitación a la lectura en este verano de locura que parece ser el último antes de una gran crisis. Y les aseguro que no es una novela fácil, de esas que dejan un sabor dulce en mitad de la canícula. Como tampoco lo fue La hija del comunista (Caballo de Troya, 2017) un texto íntimo y político que narra una parte de la historia del exilio en el Berlín oriental desde la mirada de una niña que va creciendo y descubriendo la vida en un contexto tan singular como fue el del telón de acero.

Esta fue la primera novela de Aroa Moreno Durán.
Experiencia de la maternidad

En La bajamar encontramos tres planos narrativos que son los de sus protagonistas, marcados por la experiencia de la maternidad, en la que se repiten comportamientos y experiencias que parecen superados en la generación más cercana. Pero qué va, los conflictos se repiten. Los reproches, también, y todo ello en el contexto de unas mujeres que vienen de abajo, de realidades obreras, cercanas, a las que salpican experiencias de promoción y de cambio pero que, al fin y al cabo, parecen destinadas a vivir los mismos conflictos.

El exilio vuelve a estar presente en esta novela, como ocurrió en la primera, al igual que los secretos, los miedos y temores que arrancan del contexto político en el que se desenvuelven los acontecimientos. La potencia narrativa de Aroa Moreno no está exenta de dolor, como ella misma ha reconocido públicamente, porque no es sencillo sumergirte en lo que se siente con la maternidad si no la has vivido en primera persona. Si no has aprendido, junto a tu bebé, cómo huele ese diminuto ser que es capaz de transformar tu existencia desde el cuidado y los propios miedos.

Demonios familiares

La crianza en tres contextos distintos no es tan diferente cuando en el fondo persisten los secretos, los sufrimientos, el dolor propio y ajeno, la práctica ausencia de las figuras paternas (y masculinas, por supuesto) y el reproche. Sobre todo, el reproche. Porque han permanecido ocultas en el tiempo las razones que hubieran podido explicar los porqués de los demonios familiares.

Y no olvidemos, por supuesto, el mar. Tan presente entre las gentes del Norte, que marca la fronteras físicas y mentales. sobre todo, aquellas que tiene que ver con la distancia emocional entre los seres queridos. También es fuente de riqueza, y asociado a ella, motivo de dolor al enfrentarse con un elemento de la naturaleza en el que el género humano es vulnerable.

El dolor duele

Si quieren degustar una prosa bella y, a la vez, desgarradora, de una escritora a la que auguro un futuro envidiable (porque el presente, ya lo es) no dejen de lado a las protagonistas (Ruth, Adriana y Adirane), ni a las secundarias. El dolor duele, pero la literatura es capaz de enlazar ficción e interpretación de la realidad sin perder de vista las emociones y sentimientos que suscitan en quienes la profesan para dejarse llevar por una historia potente y, sobre todo, consciente. Con la mirada de una mujer sobre otras mujeres. Con el silencio que golpea las conciencias. Con la tragedia presente, de generación en generación.

   

Ficha técnica de LA BAJAMAR

N.º de páginas: 192
Editorial: LITERATURA RANDOM HOUSE
Idioma: CASTELLANO
ISBN: 9788439739937
Año de edición: 2022

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Lecturas veraniegas (4) | Rosa Ribas

Lecturas veraniegas (4) | Rosa Ribas

Historias de amor en una urbanización del ‘boom inmobiliario’

Una pregunta puede ser esta: ¿Es posible construir una historia de amor en mitad de la nada, o lo que es lo mismo, en medio de una urbanización sin terminar que es hija de la burbuja inmobiliaria de hace dos décadas? La respuesta tras leer Lejos (Tusquets, 2022) de Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963) está clara: sí, sí es posible. Otra pregunta: ¿La historia de amor puede estar salpicada de misterio, tensión narrativa, personajes perfectamente identificables y un desenlace inesperado? Otra respuesta: claro, faltaría más.

Varios registros

Pues aquí tienen la última novela de esta gran narradora de la generación de los baby boomers a la que pertenezco y que juega con las sagas de jóvenes investigadoras para aderezar unas historias muy bien contadas y que enganchan desde las primeras páginas. Confieso mi admiración por esta novelista a la que llegué hace unos años por casualidad -como suelen suceder casi todas las buenas experiencias- con la trilogía de la joven periodista Ana Martí ambientada en los años 50 de nuestra España, y cuyas obras Don de lenguas (2013), El gran frío (2014) y Azul marino (2016), publicadas por Siruela, fueron escritas a cuatro manos con Sabine Hoffmann. Casi nada.

Pero Lejos tiene otros registros. Estamos en la actualidad, pero sin necesidad de tener que describir noticias o acontecimientos en el momento presente. Información, la justa, porque de lo que se trata es de crear un clima en torno a un hábitat cerrado y asfixiante, donde se gestiona la tensión y la violencia entre los personajes. Por cierto, personajes que tampoco se nos presentan con retratos detallados acerca de su personalidad o sus historias de vida. Incluso algunos apenas aparecen, si no es por el oficio que desempeñan.

Personajes intensos vs personajes vacíos

Los escenarios asfixiantes en los que se transcurren los hechos no nos son ajenos. Los conocemos bien. Somos capaces de identificarlos, puesto que urbanizaciones fantasmas, a medio terminar, con grúas o sin ellas, con carteles desgastados y vallas metálicas oxidadas, pueblan los extrarradios de nuestras ciudades. Por ello no resultan extraños esos personajes de clase media-alta vacíos en su existencia, como tampoco quienes pueblan las periferias de esas promociones de viviendas, entre los que se esconden historias negras que apenas necesitan ser contadas en detalle. Lo de menos es cómo han llegado hasta allí. Lo interesante es que, al menos, las diversas historias de amor que aparecen en la novela (la actual y la que se adivina en el pasado) son creíbles, puras, intensas. Sin necesidad alguna de conocer sus pormenores para que, quienes las lean y se sumerjan en ellas, sean/seamos capaces de hacerlas nuestras.

Final abierto

Y un aspecto que resulta especialmente interesante es que en una novela no hay que contarlo todo. Ya no solo por final abierto, sino de dónde vienen los personajes, qué han protagonizado en el pasado y por qué se comportan así. Una invitación al lector, a la lectora, a disfrutar tanto de la historia presente como a imaginar su origen y, por supuesto, a construir un desenlace que se ofrece como un candado sin llave o contraseña.

Ficha técnica de LEJOS

Editorial: Tusquets Editores
Colección: Andanzas
País de publicación: España
ISBN: 978-84-1107-096-6
N.º páginas: 288
Fecha publicación: 06-04-2022

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Lecturas veraniegas (3) | Leonardo Padura

Lecturas veraniegas (3) | Leonardo Padura

… o el eterno debate sobre si la salsa es un género musical

Muchos de ustedes saben de mi pasión por la novela negra, entusiasmo que arrancó con las historias político-policiales del Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, continuaron con las del comisario Salvo Montalbano de Andrea Camilleri y se recrearon con las series de Kostas Jaritos de Petros Márkaris o del comisario Brunetti de Donna Leon. En ese catálogo de buen hacer se enmarcó el hallazgo del inspector Mario Conde del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955), con unos casos que tienen lugar en diversos escenarios de la Cuba castrista sabiamente ambientados con la singularidad de unos personajes que nos son ajenos.

Pero el libro que quiero recomendarles tiene más que ver con la faceta periodística del autor que con la puramente literaria. Se trata de Los rostros de la salsa (Tusquets, 2021), algo más que una recopilación de entrevistas y reflexiones con los grandes maestros de la música latina en torno a la pregunta de si existe la salsa o no. No obstante, Padura no se dedicó por completo a la literatura hasta el año 1995, y fue precisamente dos años después cuando publicó en Cuba una primera edición de este libro y en 1999 en México.

ILUSTRACIÓN | Eva van Passel Gambín

Algo más que entrevistas

La versión actualizada de este trabajo recoge entrevistas actualizadas con los grandes maestros del género de la talla de Ruben Blades, pasando por las conversaciones mantenidas con Cachao López, Willie Colón, Juan Luis Guerra, Mario Bauzá, Johnny Ventura, Pappo Lucca… y así hasta trece músicos que han hecho historia. Entrevistas realizadas en diferentes lugares del mundo con motivo de las giras que estos geniales músicos o bien en las ciudades en las que viven y los ha visto nacer.

Para algunos de ellos no hay más salsa que la de tomate de los espaguetis, como confiesa Johnny Pacheco y, sin embargo, no se puede negar la existencia de un género que es la versión actualizada en los años 70 del son cubano en el contexto de las comunidades latinas de Nueva York. Ciudad donde nace un sello discográfico, Fania Records, que reúne a una serie de artistas que revolucionan el panorama de la música latina con diferentes visiones sobre la ortodoxia de ritmos y expresiones musicales. Es música caribeña que nace de una manera singular en la ciudad de los rascacielos, con ramificaciones en República Dominicana, Puerto Rico o Panamá.

Imagen de la rueda de prensa posterior al concierto de las Estrellas de Fania del 2 de agosto de 1990, a la que asistió el autor de este blog. En el centro, la genial Celia Cruz, junto a los artistas que participaron en el evento, entre ellos, Johnny Pacheco.

El gozo con la Fania

Una de las experiencias más gozosas a la hora de sumergirme en este libro que, como digo, es más que un texto recopilatorio de entrevistas, fue rememorar uno de los conciertos que la Fania All Star protagonizó en España en el verano de 1990. Ver reunidos a Willie Colon, que abrió el concierto en la madrileña Plaza de Toros de Las Ventas tal día como hoy, un 2 de agosto, pero de hace treinta y dos años, con un elenco de los principales artistas agrupados en ese sello de discos, no tiene nombre. Pasado el tiempo es una de las experiencias más gozosas de mi vida.

Una formación de lujo que reunió en esa ocasión, bajo la batuta del dominicano Johnny Pacheco, a los cantantes Celia Cruz, Cheo Feliciano, Ismael Quintana, Adalberto Santiago, Pete (El Conde) Rodríguez, Ismael Miranda y Roberto Blades -hermano pequeño de Rubén-; a una sección rítmica en la que figuraban los percusionistas Ray Barretto, Roberto Roena y Nicky Marrero, el pianista Papo Lucca o el bajista Bobby Valentín, y a un notable grupo de trompetistas y trombonistas.

Varios de esos artistas son entrevistados por Leonardo Padura en Los rostros de la salsa, y las referencias a otros tantos no dejan pasar inadvertida una música que es capaz de suscitar movimiento, vida, alegría, pasión, sensualidad y ritmo. Y en las páginas de este texto aparecen en boca de sus protagonistas y del propio autor.

Ficha técnica de LOS ROSTROS DE LA SALSA
Nº de páginas: 288
Editorial: TUSQUETS EDITORES
ISBN: 9788411070157
Año de edición: 2021
Lugar de edición: BARCELONA
Fecha de lanzamiento: 06/10/2021


Discografía básica de la salsa

En la parte final del libro se incluye una discografía básica sobre la salsa, que he recopilado en esta lista de Spotify.

 

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Escritura de generación

Escritura de generación

Cuenta el escritor Pepe Cervera en Azufre (Tres Hermanas, 2021) que quiere que el lector lo vea como alguien que se aleja bajo el sol después de dar lo mejor que podía dar en cada momento, como un hombre que no pertenece a nadie ni a ningún sitio, que carece de hogar, que jamás encontrará donde quedarse.

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Contra el odio

Contra el odio

Dieciocho días después de que subiera al helicóptero presidencial camino de su mansión de Florida Donald Trump parece que ha desaparecido. Es la muestra palpable de que la agenda oculta deja de ser esa que marca los escenarios y conversaciones sobre los que dirigir el foco de la atención mediática. Ese rostro de mirada penetrante, que guiña y no se sabe muy bien por qué, ya no está en las escaletas de los noticiarios, invadidos por la pandemia, sus consecuencias económicas, Rusia y las perspectivas poco halagüeñas de la vacunación, especialmente en los países empobrecidos del sur. (más…)

Maravillosa precariedad

Maravillosa precariedad

El año que acabé mis estudios en el Madrid de finales de los 80 prácticamente todos mis compañeros y compañeras de curso encontramos trabajo. Sí, sí, encontramos trabajo, como suena, y teníamos poco más de 22 tacos y una vida por delante, amén de una profesión para la que habíamos estudiado. Sí, sí, créanselo. No eran empleos de camareros o repartidores, camareras o reponedoras de supermercado, tampoco ocupaciones para captar clientes dispuestos a traicionar a su seguro de toda la vida en busca de mejores condiciones. No se trataba de oficios para atar a nuevos parroquianos en las incipientes compañías de telefonía móvil, ni siquiera para ser comerciales de inmobiliarias, que para eso ya llegarían el boom y la burbuja años después. (más…)