Dieciocho días después de que subiera al helicóptero presidencial camino de su mansión de Florida Donald Trump parece que ha desaparecido. Es la muestra palpable de que la agenda oculta deja de ser esa que marca los escenarios y conversaciones sobre los que dirigir el foco de la atención mediática. Ese rostro de mirada penetrante, que guiña y no se sabe muy bien por qué, ya no está en las escaletas de los noticiarios, invadidos por la pandemia, sus consecuencias económicas, Rusia y las perspectivas poco halagüeñas de la vacunación, especialmente en los países empobrecidos del sur.

Es el momento de espetar aquello de tanta paz lleves, como descanso dejas. El problema es que han sido cuatro intensos años en los que personajes de la talla de Trump, como Bolsonaro, Mateo Salvini o Víktor Orban han sembrado división, odio y enfrentamiento. Unidos a la hora de colocar en la diana de sus diatribas a grupos sociales como enemigos a batir y que, pese a ello, les han permitido gozar de una lamentable popularidad.

Actores de ese nivel son el exponente palpable de lo que el teólogo Juan José Tamayo (Amusco, Palencia) denomina “la Internacional cristoneofascista”. Figuras al asalto del poder con la Biblia en la mano a través de un recorrido por España, Italia, Estados Unidos y algunos países de América Latina, especialmente Brasil, al que dedica un capítulo especial, en su último libro, La internacional del odio (Icaria, 2020).

Este prolífico profesor emérito de la Universidad Carlos III de Madrid describe algunas de las principales manifestaciones en las que desembocan los discursos del odio. Los contrarios a la teoría de género, al colectivo LGTBIQ, a las personas migrantes y refugiadas, a las defensoras de la tierra, a las que ponen sobre el tapete el cambio climático provocado por este modelo económico depredador o el laicismo. También contra las personas y comunidades musulmanas que desembocan en islamofobia irracional, una temática que estaba en el fondo de Hermano islam (Trotta, 2019), una de sus anteriores publicaciones.

Cómo se construyen los discursos y las prácticas del odio y los mecanismos para su expansión y desarrollo también se abordan en este interesante y actual trabajo de reflexión, que va acompañada de una serie de propuestas para deconstruir aquellos y sus manifestaciones. Argumentos inspirados a partir de las referencias de filósofos de la talla de Theodor Adorno, Günther Anders o Carolin Emcke.

Buena política

Quizá uno de los elementos más inspiradores de este libro de ágil lectura es su última parte, la que recoge algunas alternativas a las disertaciones y experiencias de rencor, como son el retorno y el encuentro con los otros, con las otras, como respuesta al racismo y la xenofobia. También la tolerancia para reconocer a las personas como iguales o diferentes, y el respeto al pluriverso (denominado así) religioso, cultural y étnico en contestación a los fundamentalismos. Otras son el liderazgo y el empoderamiento de las mujeres, así como el laicismo frente a quienes defienden la religión como única guía moral, identidad cultural y principio configurador de la vida política, económica y social.

A esas alternativas me gustaría sumar algunas de las claves que aporta el papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti (3 octubre 2020), en especial los capítulos dedicados a la buena política, al diálogo y la amistad social, y a construir caminos de reencuentro. No tiene desperdicio en estos tiempos convulsos recordar que hay una serie de valores y actitudes para que cualquier persona implicada en el mundo de la política sea capaz de reencontrarse con un sentido vocacional de servicio al bien común. Permítaseme esta invitación, a quienes deambulen en el campo de las instituciones o de la mera gestión de personas, para colocar este texto papal como libro de cabecera, por un tiempo razonable. Estoy seguro de que les ayudará, sin duda, a mirarse por dentro y descubrir dónde están las prioridades. Menos Maquiavelo y Sun Tzu y más Jorge Bergoglio. Que no pasa nada. Palabrita del Niño Jesús.