Los creativos publicitarios deben de estar pensando todo el día. Me explico. Cada día nos sorprenden con mensajes publicitarios más originales, utilizando recursos literarios, humorísticos y de todo tipo, con el fin de atraer a potenciales clientes para las empresas contratantes de la primera parte. En el caso de los juegos de azar andan muy finos. Conectan con nuestros deseos más primarios en este mundo del mercado y del dinero fácil. Nos enganchan a adquirir cupones, décimos, bonolotos, primitivas, quinielas, etc., etc. El motivo puede ser baladí, pero con los botes millonarios, hasta el más pintado se deja coger por la avaricia.

Este fenómeno no es intrínsecamente ibérico, sino que en cualquier continente la pasión por los juegos de azar encuentra clientes por doquier. La construcción de la Europa unida ha llevado a los gobiernos a aumentar sus ingresos, para poder cumplir con los parámetros de Maastricht. Una manera eficaz para llenar las arcas públicas ha sido la promoción de las loterías del Estado y otras formas de juegos de azar. El gobierno italiano se lleva el primer premio en entradas gracias a las loterías: unos dos mil millones de dólares al año. En total, en los Estados europeos, las loterías en 1996 generaron 57 mil millones de dólares de ventas, un aumento de un 54% comparado con 1992. De esa cantidad el Estado se lleva alrededor de la tercera parte. Los gobiernos han aumentado el tipo de juegos disponibles al público, los lugares de venta y han lanzado grandes campañas de publicidad.

En Gran Bretaña, el gobierno introdujo hace tres años una nueva lotería nacional que ha tenido un gran éxito. En los primeros meses, el número de las personas que compraban sus boletos era superior al de los votantes de las elecciones nacionales anteriores. En el primer año de operación, la gente apostó casi seis mil millones de libras inglesas en esa lotería. En Estados Unidos la situación ha cambiado radicalmente en los últimos años. De 1894 a 1964 las loterías eran ilegales en todos los Estados. En 1988, sólo había casinos en dos Estados. En un inicio Las Vegas era el único lugar donde había casinos legales. A partir de 1976 comenzaron a ser permitidos en Atlantic City, New Jersey. Posteriormente se han ido extendiendo los permisos, en gran parte motivados por el deseo de los políticos de encontrar nuevos ingresos para los gastos del gobierno.

Actualmente los casinos funcionan en 27 Estados. Un ejemplo basta para ilustrar el cambio. En los años setenta un sacerdote fue arrestado en el Estado de Iowa por haber organizado un juego de bingo. Hoy día, en el mismo Estado, hay nueve casinos en barcos anclados en los ríos, tres casinos gestionados por los indios y tres hipódromos con máquinas tragamonedas. En los territorios indios, exentos de impuestos del Estados, los casinos viven un auténtico florecimiento. Foxwoods, el casino que en este momento tiene más éxito, se encuentra en la reserva de una tribu del Estado de Connecticut. Recibe a unas 45.000 personas diariamente y cada día gana en promedio un millón de dólares. En total, en 1995, los norteamericanos gastaron 550.000 millones de dólares en juegos de azar. Un 40% de esta actividad tuvo lugar en los casinos.

Los promotores de los juegos de azar aseguran que su actividad genera beneficios indiscutibles. Por una parte, tienen en cuenta el dinero que va a las finanzas públicas. Por otra, explican que los casinos generan actividades comerciales en su zona y, además, crean puestos de trabajo. Por lo que se refiere al trabajo creado por los casinos no todos están de acuerdo. En primer lugar, la mayor parte de los trabajadores son de sueldos bajos: limpieza, servicio de comida, etc. En segundo lugar, si la gente se gasta el dinero en los casinos, no podrá hacerlo otras diversiones o en ropa, etc. ¿Resultado? Las tiendas locales se ven dañadas. Mientras los casinos generan trabajo, otros lugares cierran.

Además, los juegos de azar no sólo traen utilidades, también generan costos. Es muy difícil cuantificar el precio social que resulta de la difusión de los abusos de los juegos de azar. Si bien el número de personas adictas a este tipo de juegos es reducido, los problemas que causan son consistentes. En Estados Unidos se ha calculado que el 40% de los crímenes de fraude hunden sus raíces en los juegos de azar. Un estudio de 1990 realizado en el Estado de Maryland valoró el costo social infligido por sus 50.000 jugadores empedernidos en 1.500 millones de dólares. Asimismo, la adicción a los juegos de azar es la causa de bancarrotas que más se está extendiendo. En diversos lugares de Estados Unidos, la introducción de los casinos ha sido asociada con un aumento en el número de divorcios y suicidios.

En muchos casos las personas que van a los casinos, o compran los billetes de la lotería, no son las que pueden permitirse el lujo de tirar el dinero por la ventana. De este modo, el gobierno está aumentando sus ingresos muchas veces a costo de los grupos de la sociedad que debería proteger. Varios estudios han demostrado que la gente con menos educación gasta más, en términos absolutos, en billetes de lotería que las personas educadas. Obviamente son gastos voluntarios, pero las ilusiones creadas por los anuncios y la presión social, constituyen tentaciones fuertes. Es una manera de aumentar los impuestos, sin hacerlo abiertamente, y el peso recae sobre las personas con menos recursos. ¿No les suena esto a algo de lo que sucede en nuestro país?