Durante cierto tiempo se ha ensalzado la juventud y las jóvenes promesas en la política, la economía, la empresa… como los mejores baluartes para afrontar el presente y el futuro. La madurez, la ancianidad, la sabiduría acumulada… han sido vistas, por el contrario, como signo de otra época. Sin embargo, después de leer la entrevista a dos voces publicada por el Magazine de La Vanguardia el domingo pasado, con un diálogo entre los ensayistas franceses Edgar Morin y Stéphane Hessel, creo que merece la pena replantear la tesis de que la eterna juventud es la que manda romana en estos tiempos.
Como reconocía después el propio periódico, Morin y Hessel conservan una movilidad y una plenitud intelectual envidiables, lubricadas con el empuje propio de la juventud. La crisis financiera que ha extendido su oscuro manto sobre el conjunto de la sociedad está teniendo un doble efecto negativo. Por una parte, el estrictamente material, que compromete el día a día de tantas familias. Por otra, el anímico, que ha sumido a muchos en un estado de desesperanza, casi comparable al del boxeador sonado que deambula por el cuadrilátero, incapaz de reaccionar. En tal coyuntura, abundan los lamentos, la desesperanza, los peores vaticinios. Y es precisamente en esta hora cuando Morin y Hessel, dos luchadores natos que velaron sus primeras armas contra el nazismo, alzan la voz y, con la libertad que otorgan una trayectoria limpia y los muchos años, señalan una senda de futuro.
Precisamente suscribo, punto por punto, los ejes centrales de su discurso. El primero viene a constatar que la presente crisis, cuya faceta económica es palmaria, tiene otras no menos importantes, como son las relativas al pensamiento, la ecología o la moral y, en definitiva, a una crisis de civilización. En el segundo punto, abundan en la necesidad de remodelar el capitalismo, de sustituir sus acentos especulativos y despilfarradores por otros más innovadores, regeneradores y sociales.
A continuación, reclaman una política de reactivación económica de inspiración rooseveltiana, opuesta a la de austeridad asfixiante; recetan mayor unidad política europea y aconsejan la renovación de los partidos políticos. Por último, lanzan dos ideas de orden general que, si bien reclaman concreción, son ya fundamentales para remontar la situación: recuperar la iniciativa de los ciudadanos, recordándoles/recordándonos que su/nuestra participación es imprescindible y, también, que no basta con conservar la esperanza, sino que debemos ser activos, resistentes y creativos a la hora de buscar soluciones…
Creo, en definitiva, que desde los diversos ámbitos sociales, económicos, políticos y culturales, debemos reflexionar sobre estos y otros aspectos que han apuntado estos sabios europeos. Una visión que debe abrir las miradas y, por supuesto, los corazones, para no caer en el pesimismo, en el pensamiento único que hoy sigue proliferando y que lleva a la desmovilización, o en el nihilismo más absoluto. Es la hora de la rebelión.