En el Camino, como en la vida, cada uno es cada uno. Hay quien pasa desapercibido, y por el contrario, hay otros que van dejando huella de su recorrido allá por donde circulan. O al menos lo pretenden. Son los que hablan en voz alta, dejando claro que están donde están. Como el que te toca en la fila de atrás del cine y le está contando al de al lado todo lo que va a suceder, para mayor gloria tuya y de tus vecinos. O el que te da su opinión, en la barra de un bar, de la camarera que te está sirviendo un café mañanero y tú te preguntas por dentro que por qué coño te tiene que tocar a ti ese pesao, que a ti ni te va ni te viene lo que opine de la chica, y si le ha mirado bien o mal, o le ha cobrado mucho.

El energúmeno del cine es el mismo que aparece cuando menos te lo esperas en el recorrido del día y le está dando la vara a una pareja de inexpertos italianos sobre el mejor trayecto, lo que hay que ver, el albergue al que ir, la iglesia que visitar y la posición más ergonómica de la mochila. Es el enteraíllo de turno que ha hecho el Camino alguna que otra vez y tiene que dejar constancia de que lo ha hecho, porque si no parece que no le sirvió de nada el nido de ampollas que crió en las plantas de sus pies y el equipo full time que invirtió en los últimos años, desde los bastones hidráulicos hasta la camisa espantamosquitos… aunque no ha descubierto hasta la fecha que las compresas con alas vienen muy bien para absorber el sudor de la planta del pie, pegadas a las plantillas de las botas.

También encuentras, como en la vida, decía, al aprovechado de turno. El que hace negocios con ungüentos, conchas, bastones, pins, sellos para las credenciales, barritas energéticas… Todo vale para la venta. Pero esto me recuerda a los empleados de los bancos y cajas de ahorro que, en pleno boom inmobiliario, eran capaces de vender a su madre a cambio de unas buenas comisiones o con el fin de alcanzar los objetivos marcados por sus superiores. Esos que ahora han desaparecido de las oficinas donde antes captaban clientes, sobre todo para las preferentes.

En fin. De lo que se trata es de que cada uno encuentro su camino… en el Camino. No obstante, el observador puede encontrar personajes de muchos tipos, porque andar te invita a sumergirte en los pensamientos más íntimos, en la mirada hacia el interior… que al final te despierta un sexto sentido de lo que hay a tu alrededor.

Hoy nos hemos podido permitir vivir con sosiego esta etapa inicial, porque fue la que iniciamos el año pasado hasta que mi rodilla izquierda dijo ¡hasta aquí hemos llegado! Y fue saliendo de Pamplona hacia Cizur Menor, precisamente desde donde hemos partido pasadas las 6:30 de la mañana. Compañeros de albergue durante un trayecto suave, a excepción de los últimos repechos hacia el alto de la Sierra del Pendón. Paisajes de campos de cereales, un sol diferente, el olor a la hierba recién cortada, paisajes rotos por los aerogeneradores y las poblaciones de Zariquiegui, Muruzábal y Obanos, con su iglesia de San Juan Bautista que este año celebra su centenario con un Año Jubilar, punto de encuentro los peregrinos que vienen desde Somport y los que lo hemos hecho desde Roncesvalles.

Puente la Reina se prepara para sus fiestas de Santiago y de la Virgen de la Soterrañana. Visita obligada por sus calles medievales, sus iglesias del Crucifijo y de Santiago… y por supuesto, ya que da nombre a la villa, el Puente medieval del siglo XII.