Reclama Guillermo Fernández Vara, uno de los compañeros del PSOE y creyente comprometido en política que tengo por referencia, que no le pidamos nada al año 2014. Que salgamos a conquistarlo, porque los años no traen nada, sino que debe ser el compromiso, la pasión y la rebeldía los que cambien una realidad que a casi nadie gusta, aunque algunos vivan cómodamente instalados en ella. La brecha social que el paro y los recortes ha abierto hace necesario aunar muchas voluntades y unir muchos brazos y mucho talento. Que no vale cualquier salida sino la más justa.

Me sumo a este mensaje repleto de esperanza y cambio. Y aprovecho para compartir algunos deseos, sentimientos y experiencias en este tránsito de un año a otro muy especial para mi vida. Dentro de unas horas comienza 2014 y es el año en el que voy a cumplir los 50. Esta mañana hacía unas compras en el supermecado de mi pueblo y comprobaba la locura de los vecinos por  las compras de última hora. Parece que el mundo se acaba, y compartía esta sensación con Pepe, el barrendero, que dice que nos hemos vuelto locos. Pero con una lógica irracional, puesto que pasado mañana volverá la calma, la rutina en la que nos instalaremos en medio de la realidad de cada día. a veces tengo la sensación de que no soy de este mundo. Que no encajo.

Compromiso. Gran sustantivo, expresión de cambio, de inconformismo, de mirar al de al lado. De no conformarse con lo establecido, lo fácil, lo cómodo, lo de siempre. En todos los ámbitos de la vida: el personal, el familiar, el profesional, el social y, por supuesto, el político. En el primero de ellos, tratando de buscar momentos de silencio, de encuentro con uno mismo, con una misma, escuchando el silencio que brota desde nuestro interior y que se funde con los ruidos cotidianos hasta que consigue silenciarlos.

En el segundo, intentando entender -y practicar la paciencia- a los adolescentes y jóvenes que hemos creado, lanzado al mundo y conviven junto a nosotros. Una paciencia que debe presidir la relación con nuestros mayores, aquellos que hicieron lo que supieron a la hora de educarnos (al igual que nosotros ahora) y a los que nadie enseñó. Que se movieron a partir de intuiciones y que hoy tratan de encajar en medio de tantos cambios y de contemplar un panorama del que se sentían orgullosos y que los mercaderes, la política sumisa y los poderes dominantes tratan de desmantelar. Y en este escenario familiar entran en juego, cómo no, las relaciones de pareja, las que ejercen de avanzadilla en cualquier escenario de conflicto y que hay que mimar, cuidar y cultivar… puesto que son uno de los soportes básicos que nos mantienen lúcidos. Con los pies en la tierra.

La precariedad preside el ámbito profesional, el deterioro de las relaciones laborales,con el paro como horizonte para muchos de quienes nos rodean. El trabajo sigue siendo ese factor esencial que marca el resto de relaciones humanas, pese a muchos se empeñen en hacernos creer que no es así. Y ese trabajo que debería ser para la vida se convierte cada vez más en un territorio para la muerte física y personal. Un ejemplo de compromiso en el trabajo que hoy nos reclama más energía que la que hasta ahora empleábamos.

Y puesto que no vivimos solos, aislados, el empeño en cambiar las cosas lo tenemos que seguir llevando a cabo en los tablaos  de lo social y de la política. Allí donde coincidimos con otra gente que también está empeñada a resistirse frente a lo establecido, a lo que parece inevitable. Y además con la mirada puesta en los últimos, en los que más sufren, en los que no cuentan, los que no son capaces en ocasiones ni de mirar la vista para ver a quienes tienen enfrente. Ese compromiso es el que en el mundo de la política muchos tratamos de cambiar las cosas, al margen de los profesionales que viven de ella, los conformistas, los que se enrocan en las estructuras organizativas para justificar lo injustificable, y los que son incapaces de dar un paso atrás para que entren nuevas generaciones (no sólo de edad, sino de mente) que hasta ahora han/hemos permanecido al margen.

Rebeldía y pasión. Elementos inseparables para hacer posible lo imposible, lo real frente a lo imaginario. Algunos alimentamos la pasión de la fe en un Jesús de Nazaret rebelde, amoroso e incorformista. Que no vino a traer la paz de los muertos, de los cementerios, sino la de la revolución de los corazones. Qué mejor ejemplo que el que Francisco nos ha dejado este año que acaba. Compartimos esa pasión junto a mucha otra gente que la alimenta de fuentes distintas. Pues una pasión como esa, rebelde y alegre, con sentido del humor, con ráfagas de sonrisas y de buen ánimo, es la que me comprometo a cultivar, a alimentar y a ejercer, y a la que te invito, querido lector, querida lectora, a sumarte. Mis mejores deseos para este año que empieza a dar la cara.

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