El Pontificio Consejo Justicia Paz, en colaboración con la Academia Pontifica de Ciencias Sociales, ha organizado para esta última semana de octubre en Roma el Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Un encuentro promovido por el papa Francisco, y que a juicio de Juan Grabois, sindicalista argentino y miembro del comité organizador, responde a las preocupaciones sociales del que fuera arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio. Un simple vistazo al programa de los tres días en los que va a transcurrir el encuentro, los objetivos y las organizaciones y movimientos participantes  te permite reencontrarte con una dimensión social y política de la fe cristiana que he echado de menos en muchas ocasiones.

Cada vez confirmo, junto a mucha otra gente que tratamos de vivir nuestra fe desde el compromiso y la denuncia con los preferidos por Jesús de Nazaret, que Dios nos ha querido regalar el impulso de Francisco para no desfallecer. Incluso para no conformarnos con nuestras creídas convicciones, métodos y prácticas que llamamos ‘militantes’, pero que incluso en muchas ocasiones están demasiado anquilosadas.  Un impulso que hemos visto alimentado por «La alegría del Evangelio», esa exhortación apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual que nos desborda, que nos supera.

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Joaquín Sánchez, durante una de las muchas ‘tomas’ de entidades financieras para denunciar los desahucios.

A este encuentro que se celebra en el Vaticano han sido invitados personalmente el sacerdote Joaquín Sánchez y el cooperador salesiano José Antonio Vives, miembros del colectivo “En el nombre de Dios, ¡basta ya de desahuciar a las familias”!, que en los últimos años ha denunciado públicamente la situación que viven miles de personas en la Región de Murcia a causa de la pobreza y la exclusión, angustiadas por la amenaza y ejecución de desahucios al no poder hacer frente al pago de las hipotecas de sus viviendas.

Lucha contra los desahucios

Tanto Sánchez como Vives son miembros de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH). El primero de ellos es uno de sus portavoces en la Región de Murcia y José Antonio Vives  es representante de la PAH en la pedanía murciana de Cabezo de Torres, que se reúne habitualmente en el colegio salesiano Don Bosco de esa población. José Antonio Vives también es miembro del Grupo Federal de Cristianos Socialistas del PSOE.

Las movilizaciones contra los desahucios se vienen produciendo desde hace casi cinco años. En mayo de 2012, un centenar de sacerdotes, religiosos, religiosas y misioneros de la Diócesis de Cartagena, en la Región de Murcia, suscribieron un documento en el que denunciaban la situación que viven centenares de familias al verse afectadas por el desahucio de sus viviendas al no poder hacer frente a los pagos de las hipotecas a causa del paro y de la crisis económica. El documento fue presentado en la Parroquia de Santa Rosa de Lima, en el barrio de Los Rosales, en El Palmar (Murcia), y también contó con el apoyo de la Asamblea General de Cáritas Diocesana de Cartagena.

Por otra parte, hace ahora justo un año, el 23 de octubre de 2013, un grupo doscientas personas entre sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos cristianos de la Diócesis de Cartagena se concentraron en la Plaza de Belluga, junto a la Catedral y a las puertas del Palacio Episcopal, para protestar contra el sistema bancario que a día de hoy continúa realizando desahucios a las familias murcianas. Los manifestantes hicieron llegar una carta a los principales bancos ubicados en las calles Salzillo y Trapería de Murcia en la que reclamaron “En el nombre de Dios, ¡basta ya de desahuciar y empobrecer a las familias! La persona es lo primero”, que era el lema de la pancarta que portaban. La concentración fue convocada por diversos sacerdotes, religiosos y religiosas (así como diversos grupos cristianos, como la HOAC), firmantes del Manifiesto de mayo del año anterior, en el que reclamaban el fin de los desahucios.

La sencillez del arzobispo de Buenos Aires en transporte público presagiaba los nuevos estilos del actual Papa.

La sencillez del arzobispo de Buenos Aires en transporte público presagiaba los nuevos estilos del actual Papa.

Frente a la sensibilidad de Francisco por los problemas sociales, y en el caso concreto del Encuentro Mundial de esta semana gracias al Pontificio Consejo de Justicia y Paz, contemplo no sin asombro la apatía, cuando menos, o la simple dejadez de nuestra comunidad cristiana por el compromiso social. Un compromiso que, a lo más, se limita a un nivel de práctica de una caridad centrada en la mera asistencia de las necesidades primarias. Y siendo esto vital e imprescindible para ejercer el mandamiento del amor que este domingo recordábamos en las parroquias y celebraciones de la Eucaristía, queda mucho camino por recorrer.

Qué ha sido de la papolatría

En la actividad de acompañamiento personal y denuncia profética de la situación de los desahucios, expresión sangrante de la estafa económica a la que nos han llevado los principales causantes de esta mal llamada crisis, han sido muy pocas las comunidades cristianas que se han implicado (como también otros colectivos sociales, políticos o sindicales, bien es verdad). Y no hablemos de los sacerdotes, que en la mayoría de casos «no han querido mojarse públicamente», no vaya a ser que resultasen manchados por no sé qué virus de la política y del conflicto social. Algunos pastores hablan de la complejidad de este fenómeno y no se pronuncian con rotundidad, como tampoco lo hacen con respecto a la precariedad laboral, a los recortes en las prestaciones sociales, a las políticas fiscales injustas, etc. No vaya a ser que los tachen de algo que no sea complaciente con sus posiciones teológicas elevadas.

Lo que verdaderamente me pregunto es que por qué la ‘papolatría‘ que han practicado en etapas anteriores para denunciar el relativismo moral, el ateísmo o el laicismo, y por supuesto los ataques a la Iglesia y los principios morales que rompían gobiernos con modificaciones de leyes como el reconocimiento del ‘matrimonio’  o uniones entre personas del mismo sexo. Aquellos que convocaron manifestaciones y salieron a la calle han permanecido en silencio -y aún lo hacen- a lo hora de denunciar los fundamentos morales y económicos que sustentan las injusticias que conducen al desempleo o al incremento de las desigualdades. ¿Dónde están? ¿No se sienten conmovidos por el mensaje y los gestos del papa Francisco, que se alimentan más que en el Evangelio y en el magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia?

¿Por qué los cristianos de frontera nos sentimos tantas veces tan solos? ¿Por qué una buena parte de los hermanos en el ministerio sacerdotal de personas como Joaquín Sánchez y tantos otros miran hacia otro lado o descalifican sin más? Es verdad que muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, seglares… se (nos) complican(mos) la vida a la hora de vivir el Evangelio en los ambientes de la frontera. Pero en qué se falla, o en qué fallamos, si no conseguimos que seamos muchos más los que tratemos de vivir a diario la esencia del mensaje evangélico del amor al prójimo? Porque ¿cómo podemos decir que queremos a Dios y no al que está a nuestro lado?  Y encima, la derecha eclesial acusa a Francisco de desacralizar el papado, cuando en realidad lo está cristianizando. La puerta está abierta.