El sociólogo Enrique Gil Calvo sitúa el suicidio de Miguel Blesa, el que fuera todopoderoso presidente de Caja Madrid, en el primer hecho que introduce el principio de autenticidad en el corrompido escenario español. Y ello porque su muerte voluntaria contrasta con la capacidad de poner al descubierto al ejército de impostores, de aquellos responsables políticos y económicos implicados en los innumerables casos de corrupción desde comienzos de la década de los 90 del pasado siglo. Puede resultar muy duro llegar a entender lo que pasa por la mente de una persona que decide poner fin a su vida en un contexto como el que le ha tocado vivir. Pero a juicio del catedrático de Sociología, la autenticidad del suicidio retrata a los demás actores como lo que son: unos impostores fraudulentos incapaces de reconocer y asumir la evidencia de lo real.
Impostores que nunca han sido auténticos a la hora de reconocer un ápice de responsabilidad material o intelectual sobre sus actos y sus consecuencias. Impostores que han fingido durante meses o años que la cosa no iba con ellos, que eran meras víctimas inocentes injustamente acusadas, que sólo firmaron lo que le decían los técnicos, que no sabían nada… Elija el lector cualquiera de esas excusas y encontrará innumerables casos en la política o en la economía nacional, regional o local. De ello no resulta nada raro que la clase política en general, y la nuestra en particular, haya perdido su credibilidad, puesto que como sabemos que son falsos no les creemos.
Los actores entregados a la inautenticidad no solo quedan restringidos a la política de lo cotidiano, sino que los hallamos en otros ámbitos sociales. Personas supuestamente adultas que no asumen sus responsabilidades a la hora de coger las riendas de la vida de quienes les rodean. Padres y madres más preocupados de su grupo de WhatsApp que del tiempo que dedican a sus hijos. Educadores que hacen dejación de sus funciones en los ámbitos de escuelas, institutos y universidades a la hora de formar e instruir a nuevas generaciones de niños y jóvenes. Servidores públicos que se sirven de la Administración para tratar de cosechar beneficios personales frente al bien común o a satisfacer intereses privados a costa del erario que pagamos todos.
Lástima que a veces tengamos que llegar a ser testigos de una situación límite para enfrentarnos a las consecuencias que llevan aparejadas las decisiones que adoptamos a diario. Las opciones que escogemos. Quizá porque hemos embadurnado nuestro estilo de vida y de comportamiento de una capa de falsedades y justificaciones que nos permiten sobrevivir a nuestras contradicciones. Asumir lo auténtico vendría a ser, por tanto, simplemente, hacerse cargo de las consecuencias de los actos que protagonizamos. Sin llegar al extremo de la inmolación. Reconocer y reconocernos capaces de alimentar nuestra vida de las pequeñas cosas que la hacen auténtica. Tomar las riendas de la vida, los estribos de los acontecimientos, las bridas de las decisiones, para cabalgar con la mirada puesta al frente, sin volver la vista a lo que ya ha pasado. De eso se trata.