Que el paso de los años deja huellas indelebles en nuestra historia personal es tan evidente como que en la Región de Murcia tenemos lo que nos merecemos. ¿O no parece un despropósito que el designado presidente del Gobierno acuse al resto del mundo mundial de ser el responsable de inferir una ´estocada de muerte´ al Mar Menor con unas enmiendas aprobadas anteayer en la Asamblea Regional? Olé, olé€ y olé. Madre mía, ´mi arma´, cómo tiene que estar el patio por dentro como para acusar a los otros de los despropósitos de dos décadas de inacción, miradas hacia otro lado, apuestas imposibles y especulación al galope.
Lo de las huellas viene a cuento porque el ´caso Roque´, el de las grabaciones filtradas en una reunión en la sede del PP de Murcia, en la que se compartieron prácticas caciquiles que alimentan la red clientelar, me retrotrae a comienzos de los años 90 del pasado siglo.
Pues bien. En el batiburrillo de quién se hacía con las riendas de la derecha en el antiguo Reino de Murcia, tuvo lugar una cena en La Machacanta, cerca de Beniaján, en el que Miguel Ángel despachó a gusto contra Ramón Luis en un discurso ante a un auditorio repleto de miembros de las juntas locales del partido.
Pero hete ahí que alguien, con un casete de la época, grabó todo el acto. Y no quedó en eso, porque tal como ha sucedido ahora, uno de los comensales que estaba de parte del quien ocuparía durante años el despacho de San Esteban y hoy flamante eurodiputado, fue a la prensa a filtrarlo. Y la prensa, en este caso, era este humilde servidor, dedicado en esos tiempos a la información política del periódico en el que trabajaba.
Presto a contrastar lo que ahí se podía escuchar, la primera reacción del futuro alcalde de Murcia fue negar lo dicho. Hasta que se le indicó, antes de publicar algo, de la existencia en nuestras manos y oídos de una grabación completa que podíamos reproducir sin problema alguno. Llegaron entonces los carraspeos y las palabras dubitativas, hasta llegar al reconocimiento final de que dijo lo que dijo.
Lo que vino después ya lo saben ustedes. Las juntas locales auparon a Ramón Luis a la presidencia del partido y del Gobierno regional, mientras que Miguel Ángel se quedó en la secretaría general del PP y en la alcaldía de Murcia, merced a una entente cordial que acabó como acabó. Por cierto, la misma alcaldía que ostenta ahora José Ballesta, un exrector cuyo silencio ante las palabras de su amigo y compañero Roque puede traerle unas consecuencias que jamás pudo imaginar. Porque no sabía, como una gran parte de los asistentes, que alguien estaba grabándolo todo.
A la vista de uno y otro caso, el inteligente lector puede interpretar las partes interesadas en el asunto, las declaraciones a posteriori y todo lo demás. Al final, las palabras que dicen que dijo el ya difunto Pío Cabanillas en la época de las guerras fratricidas en Unión de Centro Democrático (UCD), «al suelo, que vienen los nuestros», anuncian cambios de escenarios.
Tiempo al tiempo.
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