Eran las 8 de la mañana del miércoles cuando un cohete ha estallado en el cielo, en la festividad de María Reina, de un 22 de agosto de 2018. La explosión anunciaba la llegada al paraíso de Antonia Gallego López, la hermana Antonia, la Serrana, la tía Antonia, Antonia la monja… esa mujer que ha conjugado en su persona la fe, la alegría, la fuerza, la iniciativa y el desvelo por los demás, por los otros… a quienes siempre ha tenido presentes por encima de cualquier capricho o interés personal, porque el Amor, con mayúsculas, siempre ha sido el lema que le ha guiado a lo largo de sus 87 años.

No en balde, Antonia había nacido un 14 de febrero de 1931, festividad de San Valentín, en Cabezo de Torres, donde fue bautizada. Pronto se trasladaría a vivir a Santo Ángel con sus padres, José Gallego Serrano y María López Armero, y el resto de sus hermanas y hermano, Pepita, María, Encarna y Pepe. Con 13 años, un 13 de noviembre de 1944, recibió el sacramento de la Confirmación ya en Villa Pilar, convento en el que ingresa al Postulado el 14 de abril de 1956. Inicia su Noviciado en octubre de ese año y Profesa como religiosa dos años después, el 12 de septiembre de 1958, ante la Madre María Séiquer Gayá y el Superior de los Jesuitas, con María Atiénzar y Rita Rodríguez como testigos.

Su energía e iniciativa le llevó ya ese año 1958 a comenzar su actividad religiosa en Cieza y Villa Pilar. Posteriormente recorrería Fortuna, El Barquero, Elche de la Sierra… En el año 1963 tuvo lugar su Profesión Perpetua, un 12 de septiembre, ante la Madre General, actuando en esta ocasión como testigos Rita Rodríguez y la Madre Amalia Martín. Tras diversos destinos, en Elche de la Sierra viviría una amplia etapa entre los años 1972 a 1981. Es en esta ciudad albaceteña, en su Escuela-Hogar, donde acoge un tiempo a sus sobrinas Mari Ángeles, Chiqui y Eva, debido a que perdieron la casa familiar junto a la Carretera de Santa Catalina, por la riada del año 1973. El Bojar (1981) y Elche, de Alicante (1984) son los últimos lugares en los que estuvo destinada, hasta recalar en el año 1985 en Villa Pilar, desde donde ha partido junto al Padre.

Quienes han conocido de cerca a la hermana Antonia Gallego destacan su fortaleza, su iniciativa, su energía, su sentido del humor, sus ocurrencias y que no se atrancaba por nada. Si había que cambiar una rueda a un camión, ella era la primera que se arremangaba para hacerlo. Si había que regatear con los vendedores del mercado para conseguir alimentos a buen precio para el comedor escolar, allí estaba ella. Nunca pedía para ella, siempre para otros. De ahí su generosidad y su empeño.

Ha amado con pasión a la Congregación a la que se unió hace ya 62 años. Se impregnó de su espíritu y su carisma desde el primer momento. Perdonó cualquier ofensa, hasta las que pudieron llegar de más cerca, porque su bondad y generosidad ha superado cualquier obstáculo que se le presentase. Hermana y tía, ha sido feliz viendo felices a los miembros de su familia, a sus sobrinas y sobrinos, y a los hijos e hijas de estos. A quienes han pasado por Villa Pilar y han compartido con ella celebraciones festivas (como la reciente con los descendientes de los Gallegos, sobre todo su primo José) y acontecimientos más tristes.

Lanzando un cohete,el año pasado, en honor a la Virgen de la Luz.

Hasta el último momento de fuerza que ha tenido ha sido la promotora de innumerables iniciativas ligadas a la Asociación de Antiguas Alumnas y Alumnos de Cristo Crucificado. No había terminado de gestionar toda la intendencia de la fiesta de un año y ya estaba preparando la del año siguiente. Ha visitado empresas, imprentas, negocios, oficinas, casas, instituciones… siempre pidiendo para otros. Ha promovido infinidad de convivencias y retiros, para los cuales siempre contó con la colaboración de sacerdotes amigos, especialmente don Juan Fernández Marín, quien en su Barranda natal reza por ella en señal de agradecimiento y cariño sincero.

Ha sido amiga de todo el mundo, para quienes ha tenido siempre una palabra amable, ocurrente, pícara… Ha sido incombustible. Santoangera de corazón, no ha faltado a las citas de la parroquia, de la Romería de la Virgen de la Luz, de la Peña El Almirez… Ha sido feliz tirando cohetes y siendo madrina de la Luz.

Quienes tenemos la dicha de haber compartido momentos de la amplia y rica vida de la hermana Antonia Gallego, de habernos reído con ella en sus innumerables anécdotas repletas de ingenio y humor, tenemos mucho que aprender de ella. Especialmente su fortaleza y la aceptación de su situación. Porque no ha utilizado jamás su sufrimiento y su dolor por sus enfermedades para que le sintiéramos lástima. Ha sido fiel hasta el final. Apenas se ha quejado. Incluso la manera de entender sus creencias le ha llevado a considerar, en ocasiones, que no merecía atenciones y detalles de sus seres más cercanos y queridos. Pero no le ha faltado nunca, eso sí, el cariño, el respeto, los detalles, las visitas y los cuidados de quienes han sentido en ella una verdadera hermana, de sangre y de fe, una tía, una amiga, una religiosa y una vecina ejemplar, fruto del amor de Dios y hermana apostólica de Cristo Crucificado hasta su último aliento.

Hermana Antonia, serrana… Descansa En Paz.


Este texto fue leído durante su funeral, celebrado en el salón de actos del Colegio Cristo Crucificado, en Santo Ángel (Murcia), el 23 de agosto de 2018.


Obituario publicado en el diario La Verdad, el viernes 24 de agosto de 2018