Queridos Reyes Magos. Hoy tenéis un día muy complicado. No en balde, tratar de responder y atinar con las ilusiones de niños y mayores es una tarea ardua para concentrarla en tan pocas horas. Cada año que pasa os lo ponemos más difícil.  En mi caso, no quiero una tarjeta regalo, ni un teléfono móvil nuevo, ni unos pañuelos, calcetines o pijamas. Voy a tratar de aliviaros un poco.

Os pido, en primer lugar, un poco de magia con mala leche, con más genio, para actuar con menos complacencias, agrados o deleites con los caraduras que nos rodean. Aderezad el sortilegio para que sea capaz de esbozar una sonrisa ante quienes tienen por norma vivir del cuento, de la queja continua o de una supuesta mansedumbre para tomarnos el pelo al resto de los mortales. Creo llegada la hora de dejar de mirar hacia otro lado por evitar el conflicto y plantarles cara a los abusones, a los soberbios, a los que van de listos por la vida, a quienes se han crecido siempre a costa de la bondad de los otros. Con humor, pero sin descanso, os solicito Majestades ese ímpetu que a veces nos falta para mirar a los ojos y preguntar aquello de ¿pero ¿quién te has creído que eres para tomarme por tonto? 


Os pido magia para que la sonrisa venza al permanente ceño que nos acompaña en el día a día.

También os solicito que nos deis fortaleza para no mirar hacia otro lado ante lo que sucede a nuestro alrededor. Que la hospitalidad sea la respuesta ante el drama de las personas refugiadas o de quienes viven desde siempre junto a nosotros. Que la solidaridad refute cada día al mensaje del sálvese quien pueda. Que la misericordia, que no es otra cosa que la compasión y la humanidad con el otro, sea la guía de nuestros comportamientos. Magia para que la sonrisa venza al permanente ceño que nos acompaña en el día a día. Que el bien común sea el lema por excelencia de la política, y quienes ésta la ejercen a diario se pregunten en quiénes tienen puestos sus fines. Una cuestión que, por cierto, nos la debemos hacer en primera persona, porque aquí no sobra nadie.


Engin_Akyurt / Pixabay

Queridos Magos de Oriente. No os olvidéis de traernos cosas con las que seguir alimentando nuestra sensibilidad por conocer, por saborear el arte, la literatura, la música, la poesía, el cine y el teatro, la pintura y la escultura… En definitiva, cualquier manifestación simbólica que las personas hemos desarrollado desde que nos sentimos como tales, y que permiten comprendernos un poco más. Me gustaría que a cada casa trajeseis una bola del mundo para recordarnos que habitamos un planeta que nos fue entregado para cuidarlo y conservarlo.

Además de la sonrisa y de las preguntas de si hemos sido buenas personas, cuando lleguéis esta noche no os privéis de sorprendernos con algún estirón de orejas o con alguna colleja para despertarnos de este atontamiento generalizado en el que estamos hoy en día. Tenéis carta blanca porque sois eso, Reyes Magos, y podéis lograrlo todo a través de la magia. Siempre nos hace falta un buen conjuro con el que desplegar la energía para el resto del año, con la mirada del niño que nunca dejó de serlo y con la ingenuidad necesaria para contemplar la compleja realidad en la que deambulamos. Y el alivio llega.