En plena tormenta de los pactos post electorales, la constitución de los ayuntamientos, la lucha sin cuartel por el control de la tecnología 5G y la súper boda de Sergio Ramos y Pilar Rubio ha pasado sin pena ni gloria la publicación del VIII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España. El conocido como Informe Foessa lleva como subtítulo el de “una lectura de la transición de nuestro modelo social, los riesgos sociales y sus consecuencias, las políticas que les dan respuesta, los valores que subyacen a las mismas y los dilemas a los que nos enfrentamos”.
Cinco años después del anterior, el VIII Informe Foessa da cuenta de la salida de la Gran Recesión y de los “modos” que hemos empleado. Un modelo de salida que nos ha dividido en tres grandes núcleos. La sociedad estancada, que ya se encontraba así antes de la crisis y que continúa hoy en el mismo lugar. La sociedad insegura, que cuando mira a la anterior se ve cerca pero distinta. Y por fin la sociedad soberbia, la que consume, dirige y apenas empatiza, que es dueña de su destino y condiciona el de los demás.
Estamos, ni más ni menos, delante de un estudio que ha realizado un equipo formado por 125 investigadores de 30 universidades y 13 organizaciones de acción e investigación. El trabajo de campo se ha desarrollado con el apoyo de más de 350 encuestadores profesionales, que han llamado a más de 139.000 puertas de las 17 comunidades autónomas, recogiendo la información de 29.000 personas de 11.600 hogares, donde se han sentado durante más de una hora para conocer a fondo su situación. Atentos al próximo mes de octubre en el que se publicará el estudio territorializado de la Región de Murcia.
A quienes nos gobiernan nunca les ha gustado enfrentarse a la realidad que han venido mostrando estos escaparates de la realidad social a través de los sucesivos informes. En ocasiones ha llegado a cuestionarse sus datos y, desgraciadamente, los responsables políticos y económicos han querido pasar página cuanto antes, cual avestruces, antes las situaciones de exclusión y las políticas para hacerles frente. Ahora se trata de identificar tres bloques principales de riesgos sociales: la pérdida de calidad de nuestra democracia, la desigualdad en sus diferentes dimensiones y los riesgos sociales derivados de los fenómenos demográficos.
En vísperas de constituirse los gobiernos autonómicos y, sobre todo, el Gobierno central, deberíamos preguntarnos (al igual que se hizo hace poco más de una semana durante la presentación del Informe) si queremos afrontar cómo recuperamos para la sociedad a ese 1,8 millones de personas expulsadas, cómo podemos llegar a un acuerdo para evitar la exclusión social grave de 4,1 millones de personas, cuál es nuestra voluntad de construir sociedad o de seguir permitiendo que cada cual resuelva cómo estar integrado en función de donde ha nacido, la familia que ha tenido o el patrimonio heredado.
Porque el reto está en saber —y poder— construir consensos, y la herramienta que parece clave en estos momentos es la construcción de un tejido social capaz de pensar en común los diversos aspectos para que nuestra vida sea realmente social. La tesis de conjunto que defiende el proyecto del VIII Informe Foessa es que ante una sociedad desvinculada, en la que cada vez es más difícil hacernos cargo de los que se quedan atrás, necesitamos re-vincularnos, un objetivo en el que la construcción de comunidad tendrá un papel esencial. A la vista de lo visto estas semanas en los acuerdos de gobiernos poco se habla de esta realidad. Todo se hace en nombre de las ciudades, las regiones y el país… pero delante y detrás de todas ellas y del Estado están las personas. De eso hablamos… y hablaremos.
Debe estar conectado para enviar un comentario.