Siempre se ha dicho lo contrario, esto es, que donde comen dos, comen tres. Pero ahora las cosas han cambiado. Ya no hay sitio para uno más, porque lo que hay que repartir es escaso y no se puede permitir que pasen hambre los tres. Máxime cuando puede llegar uno de enfrente curtido en la resistencia (y en la resiliencia, no lo olvidemos) y se lo lleve todo. Por tanto, o dejamos que la ley del más fuerte impere a sus anchas, o que ellos se pongan de acuerdo antes de que intervenga alguien por arriba y dictamine quién sobra y quién se queda.
Coincidirán conmigo que la derecha no da de sí para tres partidos. Hasta ahora hemos creído que había uno de centro, otro de centro-derecha y un tercero de ultraderecha. Pues resulta que andábamos equivocados. Que los tresj son más de lo mismo, hasta llegar al 95 por ciento de la esencia de la libertad (de libre mercado, libre educación, libre elección siempre con recursos…) y, por supuesto, en defensa de la unidad de España como unidad de destino en lo universal. Es el porcentaje alcanzado para un programa de gobierno en la Región de Murcia entre las tres derechas (que no, que son solo una). Un pacto interruptus, un acuerdo fallido, porque hay que esperar hasta por lo menos el próximo miércoles a ver qué pasa en Madrid, que es donde en realidad se está jugando el presente y el futuro de este trío.
La situación que están viviendo PP, Ciudadanos y Vox tendría su gracia si no fuera por las consecuencias que llevan aparejadas las políticas de los primeros (con la connivencia de los segundos en los últimos cuatro años). Sobre todo a ojos vista de la gente del lado oscuro, acostumbrada desde que la izquierda es izquierda a sempiternas peleas, debates, ajustes de cuentas, internacionales varias y purismos máximos que han conducido, la mayoría de las veces, a una situación en la que la diestra política vencía siempre a la siniestra.
A todo ello hay que sumar el papelón desempeñado por quienes dirigen las formaciones políticas del trío, tanto en el plano nacional como en el regional y local. Muchas de esas personas, que están encantadas de haberse conocido, juegan una función que, en la gran mayoría de casos, está condicionada por su reciente llegada a la política. Con todo lo que implica de presente y futuro a corto plazo laboral y profesional en el que se saborean los ingredientes que forman parte del menú del poder. Y ahí se entremezclan las convicciones, las razones programáticas y ese ego que hay que alimentar con las mieles del mando. Los principios están ahí, para cambiarlos cuando se necesite. Eso sí, siempre en nombre de la supuesta razón suprema de la unidad de la patria, la mejor de las regiones de España y el agua, eso sí, mucha agua.
El cóctel se completa con la mirada puesta en el rompecabezas en la que se encuentra la situación política para formar Gobierno en España. Los movimientos a derecha y a izquierda están condicionando toda la esfera institucional. Menos mal que los ayuntamientos tenían fecha fija para su constitución y ese panorama quedó despejado. A la vista de lo visto, el reparto en la mesa de la derecha es el reto y la clave que se nos presentan acerca de lo que sucederá en Madrid y en Murcia. Toca esperar.