Entre las innumerables escenas que hace un mes se vivieron con motivo de la gota fría en nuestros vulnerables pueblos, barrios y campos, hay una que me dejó pasmado y, lamentablemente, es posible que les haya pasado desapercibida. Mientras caía la tromba de agua, en muchas de nuestras calles, se jugaban la vida esos grandes emprendedores y agentes de la nueva economía, de la economía circular, llevando a casa la cena a bordo de una bici. Cena que habíamos pedido, pese a todo. No nos sorprendemos, porque es verdad que hace ya tiempo que la precariedad viaja en bicicleta, moto o furgoneta de reparto con un carné de falso autónomo para ganarse la vida. También se mancha en la cocina de un restaurante o sirviendo mesas, cuidando a nuestros viejos, limpiando nuestras viviendas y oficinas o recogiendo las frutas o verduras en las explotaciones agrícolas.

En España uno de cada diez trabajadores vive bajo el umbral de la pobreza pese a tener un empleo y ganar un sueldo. Más bien, ese trabajador es, en realidad, una trabajadora. España se erige como el tercer país de la Unión Europea (UE), por detrás de Rumanía y Grecia, con mayor porcentaje de pobreza laboral. Nos lo recordó hace una semana la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente. Una realidad que afecta con mayor intensidad a las mujeres, marcadas sus jornadas por salarios más bajos, mayor inestabilidad y más parcialidad no buscada.

En medio de la agenda marcada por el impeachment de Donald Trump, el incontable nuevo viraje de Alberto Carlos Rivera antes de cumplir los 40, los exabruptos del prior benedictino del Valle de los Caídos y el espectáculo del Circo del Sol con Lionel Messi, los sindicatos y organizaciones sociales dedicaron la efeméride a reivindicar unas mejores condiciones laborales para las profesiones dedicadas al cuidado de las personas, donde las mujeres son las protagonistas más habituales. La falta de inversión pública, la ausencia de un reconocimiento laboral de estas tareas y su histórica feminización son algunas de las causas explicativas en las que todos coinciden.

Resulta que España ocupa el puesto número 13 de la Unión en gasto total en protección social y en el gasto en edad avanzada, y el número 15 en gasto por familia e hijos. El empleo en ambas actividades constituye el 4,73 por ciento del total de empleos de la UE, pero en España baja al 2,7 para ser diferentes. Los cuidados siguen estando feminizados, de ahí que sea necesario, cuando menos, que se encarguen los servicios públicos para que las mujeres puedan estar en pie de igualdad con los hombres. Así es que ya lo sabes, querido lector, especialmente si eres hombre: arremójate la tripa que ya viene la calor. Mientras tanto, urge dignificar el sector del cuidado de las personas y aportarle mayor formación, protección y reconocimiento.

Esa pobre y precaria lluvia que lo moja casi todo es capaz de calar la parte más vulnerable del ser humano: la propia conciencia. Una vez que ha conseguido penetrar en ese rincón inhóspito de la persona tiene ganado el cielo del beneficio. Todo girará en torno a ese afán por pisar al de al lado, al precio que sea y con un menú amplio de argumentos para justificar lo injustificable. De poco servirá el impermeable que te coloques encima para vencer esa sensación de humedad que lo impregna todo. El trabajo precario habrá vencido a nuestra voluntad, convirtiéndose en ese medio utilizado por los empleadores para trasladar los riesgos y las responsabilidades a los trabajadores, lo que se desembocará en esos contratos inestables o la parcialidad involuntaria. Saben de lo que les hablo, ¿verdad?