La derecha lo borda y cuando se pone a repartir carnés de patriotismo no hay quien le gane. Carnés de españoles auténticos, de defensores de la hispanidad, de los valores cristianos del mundo civilizado. A lanzar en un tono impostado y agudo los vivas al Rey, a España y a la madre que nos parió no la supera nadie. A la Constitución, ya es otro cantar, porque la Carta Magna es un libro gordo de Petete de quita y pon. Una vez me interesa, otra no. Y que no se le recuerde, por favor, acabáramos, qué votó cuando hubo que hacerlo allá por el año 78 del siglo pasado. La derecha entonces no se expresaba como tal. Formaba parte del cascarón del propio Régimen, de donde viene y va, querría ir… y a mucha honra.

La derecha lo borda y no entiende de fronteras. Es tan bruta en el Norte como en el Sur, en el Este como en el Oeste. En ocasiones se adorna de colores diferentes, pero al fin y a la postre es así, y así nos lo viene contando desde que el mundo es mundo. Qué más da que se sentara a la diestra en los Estados Generales del Antiguo Régimen franchute. Aquí el lema triádico del carlismo trabucaire, Dios, Patria y Rey, caló y lo sigue haciendo en determinadas capas sociales, adornado en ocasiones de una modernidad que raras veces se manifiesta con desparpajo como realmente se precia. Es  lo que hay de fondo: una visión ultraliberal en lo económico, rechazo de lo social, autoritarismo en las costumbres y una cultura darwinista donde el triunfo del más fuerte es la expresión del éxito en la vida. Y todo armado de una estructura mental y cultural dominantes que penetra por los poros hasta contaminar el corazón y embrutecer el cerebro para no ver otra cosa que no sea una visión determinista del mundo.

La derecha lo borda y a insultar no hay quien le venza. Lo vimos el fin de semana pasado en el Congreso de los Diputados. Quien no comulga con su visión de lo que está pasando es un felón, asesino, vendepatrias, traidor, secesionista, filoetarra, malnacido, comunista… y podríamos seguir. Cualquier calificativo vale, porque el respeto, la libertad de expresión y la educación no van con ella. Para eso la derecha es derecha, por los siglos de los siglos. Y si no te gusta, pues ya sabes lo que tienes que hacer. Callarte y apartarte de su camino. Trajes de chaqueta y corbata junto a vestidos de marca impolutos, una barbita recortada y una mirada de cuchillo son las expresiones que no llegan a ser ni aparentemente amables.

La derecha lo borda y en mentir no hay mejor maestra. Hablamos del arte de la manipulación, del discurso fácil, la idea simple, los datos adulterados y el argumento de barra de bar, cola del súper o puerta de colegio a la hora de la recogida de los escolares. Es tremendamente hábil en la falsificación y el engaño, en la construcción de las noticias aparentes, de la apelación a lo emocional, al victimismo y a buscar chivos expiatorios. No le faltan aliados a uno y a otro lado de la calle, incluso para negar la evidencia del cambio climático o la violencia contra las mujeres, la desigualdad y el odio al diferente, especialmente si es pobre, porque son practicantes de la aporofobia, más que del racismo. El problema, a fin de cuentas, no es el color de la piel sino el bolsillo.

La derecha lo borda y siempre hay alguien dispuesto a todo. Bien es verdad que hay gente de derechas sensata, educada y demócrata convencida. Pero hay otra mucha sin complejos para señalar a quienes apuñalan a las familias, eso sí, sin definir de qué familia estamos hablando o qué valores están defendiendo. La derecha encuentra cómplices en los medios de comunicación, en la jerarquía eclesial, en las universidades, en amplias capas de la esfera empresarial y del resto de los poderes económicos. Incluso los halla entre el común de los mortales, de aquellos que llegan a comprarles su discurso, como el de la culpa por haber vivido por encima de las posibilidades en plena tormenta de la estafa (que no crisis) económica, la de la burbuja inmobiliaria, los desahucios y el rescate bancario de hace una década. Pues al fin y al cabo de eso se trata: ser patriota viene de patria, patrón, de poder y patrimonio… y ya saben que no hay para todos. Tratarán de apropiarse de la bandera y volverá a los balcones, a las muñecas en forma de pulseras o en los perfiles de las redes sociales.

Mientras tanto, la derecha seguirá bordándolo. Pero no se alarmen y caigan en la tristeza. Perdió todas las elecciones del año pasado y  no va a gobernar en España, la que quieren apropiarse como patria en exclusiva. Y eso les duele…