CORODIARIO DE UNA CRISIS | DÍA 3 | Martes 17/03/2020 | No hay mejor economista que el que es capaz de explicar las cosas que suceden en la economía… cuando ya han sucedido. Analistas así los quiero yo. Como los que sabían lo de la crisis de 2007 y siguientes y no dijeron entonces nada. Me apunto. Si un día fueron los profesionales del Derecho los que constituían las élites de un país, los economistas les tomaron el relevo, esos grandes gurús sabelotodo que pretendían guiarnos a los incautos mortales en los pasos que debíamos dar en la cosa del bolsillo. Sobre todo, aquellos que habían sido educados en un liberalismo a ultranza cuyas recetas se convertían en normas morales a imponer, porque ya se sabe que “¡es la economía… estúpido!” la que guía el mundo.

Consejo de Ministros semipresencial

La tercera jornada ha sido la del Consejo de Ministros semipresencial con medidas económicas lanzadas como un aldabonazo a cualquier conciencia que, pese a lo que está cayendo, aún permaneciera dormida. Decisiones para el apoyo a las familias más vulnerables por la crisis del virus, como los 600 millones de euros para servicios sociales con especial atención a personas mayores y dependientes, o las de protección de los suministros básicos (luz, agua y gas), o la moratoria en el pago de hipotecas para primera vivienda para personas que hayan reducido sus ingresos o estén en situación de desempleo por el coronavirus. Una extensa batería de medidas completadas para el apoyo a empresas, a trabajadores y a los autónomos, y otras para la investigación con el fin de hallar una vacuna.

Menudo baño de realidad nos estamos dando con el papel en esta crisis que tiene el sector público, los servicios públicos, para la vida cotidiana alterada por los acontecimientos. Denostado por unos, maltratado por otros, incluso por quienes trabajan y viven gracias a él, es la hora de reconocer que, si no fuera por el soporte que ofrecen la sanidad, los servicios sociales, la educación, el sistema de prestaciones públicas, las infraestructuras y, sobre todo, por la gente que entrega lo mejor de sí misma al servicio de los demás, otro gallo nos cantaría.

Mirada diferente a lo público

Por eso, una de las lecciones que ya aprendemos a la fuerza de todo esto es que nuestra mirada hacia lo público debe de ser diferente. Que las personas empobrecidas encuentren en lo público ese soporte. Y, por tanto, que nada es gratis, sino que requiere de un esfuerzo. El de asumir el compromiso de que estamos dispuestos a pagar por él, que vamos a aprender de errores pasados, de conceptos pasados, y a no callar ante la complicidad que hasta ahora hemos mantenido en muchas ocasiones.

Esto no quita reconocer que hay un número importante de familias que no han salido de la crisis anterior y se encuentran ante un nuevo desastre. Que hay familias que, a fecha de ayer, siguen sin agua, sin luz y sin alimentos. Y están sin respuestas y puede que no las reciban a corto plazo. Porque una cosa son las medidas y otra los plazos. Por eso debemos estar atentos a llamadas a la solidaridad que están formulando entidades como la Fundación Secretariado Gitano, que reclama nuestra solidaridad para atender a familias y facilitarles compras de productos básicos. Y lo podemos hacer desde casa, desde nuestros confinamientos, a la vez que echamos la mirada a quienes tenemos al lado, en nuestro edificio, en nuestro barrio o en nuestro pueblo. Una batería de medidas económicas siempre está activa cuando detrás están quienes la impulsan.