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ILUSTRACIÓN | Eva van Passel Gambín

En la Región de Murcia hay gente que no se vende. En la Región de Murcia hay gente que no se deja comprar. En la Región de Murcia hay una ciudadanía constante, pertinaz y obstinada, comprometida con su tierra, con sus barrios, con sus pueblos. Hombres y mujeres que, en verdad, son murcianos de dinamita frutalmente propagada, que no se resignan frente a lo inevitable. Que cada día levantan la mirada para que las ráfagas de corrupción, de caciquismo y de indolencia no les golpeen en la cara. No esquivan el reto al que se enfrentan a diario para no dejarse vencer por las complicidades o las justificaciones, sino que se arman de valor y resisten la tentación de mirar hacia otro lado.

Buena gente

Entre esa buena gente se encuentran quienes son capaces de emplear más de treinta años en alcanzar un objetivo común, contra viento y marea. Un tiempo en el que lo único que ha importado ha sido el fin último: la mejora de la calidad de vida de los vecinos de los barrios del Sur de la ciudad de Murcia. Ahí están las mujeres y hombres de la Plataforma Pro-Soterramiento que han mantenido encendida la llama iniciada por aquellos lunáticos en los que se encontraban Pepe Tornel y sus hermanas Carmina y Loli, Joaquín Contreras y muchas otras personas, curtidas en las mil y una batallas de los movimientos vecinales.

En la Región de Murcia hay gente que se deja comprar, que participa en el mercadeo de los intereses espurios, corrompidos

En la Región de Murcia, desgraciadamente, hay gente que se vende al mejor postor. En la Región de Murcia hay gente que se deja comprar, que participa en el mercadeo de los intereses espurios, corrompidos. Mujeres y hombres dóciles frente al designio de otros que se sienten imbuidos de un bien supremo, que no persiguen otra cosa que el más pervertido fin del ser humano: sojuzgar al resto de mortales para resultar beneficiados en un reparto de los escasos bienes que les tocan. Adornado, eso sí, con un supuesto aliño de rancia murcianía, que no es otra cosa que el frágil envoltorio con el que comparecer a diario en este limitado mundo en el que les ha tocado vivir.

Las fuerzas del mal

Maldita sea la hora en la que esas poderosas fuerzas del mal se extendieron por estas tierras con la siembra de incultura y caciquismo. Donde la experiencia de la tiranía y la dominación agrandaron la distancia entre una y otra gente que comparte este territorio tan falto de cohesión, en el que los herederos de una rancia aristocracia fueron capaces de reírse del pueblo llano e institucionalizarlo en la propia cultura y costumbres populares. Bendecido, eso sí, con el manto de un nacionalcatolicismo que impregna muchas de las capas sociales y culturales de este espacio del sureste español.

Ha llegado el momento de no mirar a otro lado. En la Región de Murcia no nos merecemos la impunidad ante las responsabilidades que implican la prepotencia de los actos que protagonizan muchos de quienes nos gobiernan. En la Región de Murcia ha llegado el tiempo de aprender de quienes han sido capaces de alcanzar un objetivo como el vivido el pasado miércoles, cuando los primeros trenes se sumergieron bajo tierra como resultado de una lucha de décadas, de constancia y tesón, de mirar el bien común como fin último frente al protagonismo de los egos y de los intereses cortoplacistas.

No rendir pleitesía

Ha llegado la hora de no rendirle pleitesía ni un instante más a quienes se atribuyen el falso éxito de vivir en la mejor tierra del mundo. De quienes no conocen otra actividad profesional que existir de manos de una política mal entendida. O de los comparsas que los acompañan en la rapiña de los bienes públicos, porque andan creídos que se lo merecen. No, no les tenemos miedo ni les vamos a reír las gracias. Dejen de tomarnos el pelo. Ustedes y sus bufones de la corte, sus voceros y sus serviles seguidores van a quedarse a un lado. Dejen paso y váyanse con viento fresco a otra parte. Por su bien y, sobre todo, por el nuestro.