Desde pequeño me contaste que vine al mundo la madrugada de un 15 de julio, tras romper aguas esa tarde en la que bailaste junto a papá en el Bosque de Boulogne, en el distrito XVI de París. Era la fiesta del Día Nacional de Francia y martes. Quizá ya sabías entonces que a mí me iba a gustar el juego de las coincidencias en las fechas, los años, las conmemoraciones. Un 14 de julio de 1789, a la sazón también martes, tuvo lugar la toma de la fortaleza medieval de la Bastilla, símbolo del final del Antiguo Régimen y comienzo de la Revolución francesa.

Con esos orígenes me gustaba presumir de jovencito que a mí la cigüeña sí me había traído de París, aunque los malditos bastardos de mi clase se metían conmigo con aquella cantinela de parisino, borracho y fino. No evitaba que yo alardease de que en mis venas siempre ha corrido sangre jacobina, ya que lástima de quien no conserve en su ser la rebeldía necesaria para cambiar el mundo.

Pedagogía renovadora

Tú también lo hiciste, lo sé. Lo saben los cientos de alumnos que han pasado por tus manos en los colegios donde siempre apostaste por una pedagogía innovadora y transformadora. La Escuela de Barbiana, Freinet, Giner de los Ríos, los Movimientos de Renovación Pedagógica, el primer Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza y, posteriormente, en CCOO, han sido testigos de tu compromiso por la educación. Y qué decir de los padres y madres de tus alumnos. Siempre presumías, y con razón, de que no faltaba ninguno a las reuniones que convocabas. Reuniones que, en esos años, no eran como las que hemos vivido más tarde nosotros, una sucesión de auditorías sobre las materias y exámenes para pasar etapas que obsesionan a los progenitores actuales y muy poco la socialización de sus hijos. Aún recuerdo que a tu intenso compromiso en la escuela le sumabas clases particulares de vecinas y amigas, incluso madres de tus alumnos, que venían a casa. Lecciones que nunca cobrabas porque eran algo natural en ti para ofrecer tus dones a los demás.

Qué decir de tu compromiso social, político y ciudadano antes y después de jubilarte

Fuiste maestra desde los 17 años y durante casi cinco décadas, tras estudiar Magisterio en Las Navas del Marqués, en Ávila, becada en un colegio de la entonces Sección Femenina. Y qué decir de tu compromiso social, político y ciudadano antes y después de jubilarte. Voluntaria de Cáritas y de la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales de Yecla (AFEMY), entre otras entidades, no has perdido oportunidad de sacar tiempo para deleitarte con tus amigos en el Círculo Poético, el Cine Club Odeón y otras asociaciones culturales, viajar y disfrutar de una partida de dominó como si te fuera la vida en ello.

Madres luchadoras

Como muchas mujeres de tu generación también tienes asignaturas pendientes, has vivido tus crisis personales; en ocasiones, incluso, una tormentosa relación de pareja en ocasiones y la pérdida de seres queridos. Poco después de haberme dado a luz viste cómo unas mellizas no pudieron resistir a su parto prematuro. Y Pablo, el segundo de tus hijos varones, se marchó con tan solo 26 años, cinco meses después de que el corazón de papá dejara de latir. Casi nada. Menudos golpes. Pero en vez de caer en la tristeza y en la desesperación siempre has mirado y miras hacia delante. Apoyando a tus otros tres hijos. Las madres, en general, sois así. De ahí que siempre haya sentido una fascinación especial por esas verdaderas señoras que se aferran a la vida pese a los infortunios. Las madres trabajadoras, las madres inconformistas, las madres de los desaparecidos, las madres migrantes, las madres gitanas, las madres africanas, las madres luchadoras, las madres que sacan su casa adelante. Las madres que no se resignan. Las madres que se la juegan. Las madres que enseñan, que cuidan, que educan y se empoderan pese a las adversidades y los propios y melifluos encasillamientos. Hoy va por vosotras. Hoy va por ti, mamá. Felicidades.