El arzobispo de Zaragoza y presidente de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida, Carlos Escribano Subías (Carballo, A Coruña, 15 de agosto de 1964), participó el pasado 12 de agosto en la jornada inaugural de la XIV Asamblea General de la HOAC.

En este diálogo con Noticias Obreras muestra su interés en las conclusiones del encuentro con el fin de conocer hacia dónde va a caminar este movimiento apostólico en la evangelización del mundo obrero en los próximos años. Invita a ser creativos en el desarrollo de la misión y apuesta por tender puentes y romper muros dentro y fuera de la propia Iglesia. Asimismo, destaca que el pontificado de Francisco ha supuesto un momento especial para afrontar el presente y el futuro de los grandes retos de la humanidad, especialmente en el acompañamiento que las personas creyentes podemos desplegar en nuestra acción evangelizadora.

XIV Asamblea General

¿Qué supone para la vida de la Iglesia la celebración de un acontecimiento como esta Asamblea General?

A partir de la experiencia que voy teniendo en mi tarea de acompañamiento al laicado en España, para los movimientos y asociaciones, las asambleas son un momento fundamental, de mucha inspiración y de acción del Espíritu Santo. Para la HOAC, después de estos últimos años en los que no se ha podido celebrar por el cambio en la periodicidad y la pandemia, su Asamblea General está siendo indudablemente una gracia. La gente tenía ganas de encontrarse y es verdad que los proyectos también se van agotando, por lo que era el momento en el que realizar un trabajo previo, que se ha hecho con gran intensidad, para llegar aquí y ver por dónde hay que continuar los próximos años. Por tanto, es un momento de gracia para el movimiento, para el mundo obrero y para la Iglesia en España, porque, al final, la encomienda que tiene la HOAC es abrir caminos para la evangelización del mundo del trabajo y eso es una necesidad que cada vez es más acuciante. Es una realidad donde nos cuesta mucho movernos, por lo que hay una esperanza y unas expectativas en conocer las conclusiones del encuentro, por dónde se quiere caminar y por dónde sopla el Espíritu.

¿Qué le sugiere el lema de esta Asamblea General de Tendiendo puentes, derribando muros, en un momento como el actual donde se vive la fragmentación o la polarización a muchos niveles? ¿Cree que es una invitación a adoptar otro tipo de actitudes?

Es verdad que sugiere eso, porque en una sociedad fragmentada es muy importante aquel que intenta ser factor de comunión, a la hora de buscar esos espacios y crearlos. Yo considero que es una de las grandes tareas de cualquier realidad eclesial. La Iglesia debe distinguirse por tener la capacidad de generar comunión. Por otro lado, también puede tener otra lectura, que es la de buscar espacios, a lo que nos insiste tantas veces Francisco en la Evangelii gaudium, ya que nosotros hacemos una pastoral para los presentes, pero también para los alejados, para los ausentes. Es muy difícil llegar a ellos si realmente no tienen puentes más allá del aspecto de la expresión de la comunión. Es la expresión de una Iglesia en salida.

En una sociedad fragmentada
la Iglesia debe distinguirse
por tener la capacidad
de generar comunión

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que a veces no puede salir, a veces hay que organizarse de una manera adecuada, buscando una pastoral diferenciada, con elementos necesarios que realmente nos pueden ayudar a acertar a la hora de buscar esos caminos y esos puentes. También es necesario derribar los muros del prejuicio, porque hay mucha gente que entiende que la Iglesia en este momento ya no puede aportar nada. Que es una reliquia del pasado. Que la trascendencia ya no tiene excesivo sentido. Cuando tú intentas hacer una propuesta, te encuentras con una pared. Con lo cual, también a nosotros esto nos exige una cierta habilidad a la hora de ver cómo podemos abrir ventanas o puertas para poder traspasar los prejuicios que existen. Y a la inversa, porque en ocasiones nosotros podemos estar en nuestro palacio de cristal y tenemos que derribar esos muros para tener un diálogo sincero y abierto, y escuchar de corazón cuáles son las necesidades.

Entrevista Carlos Escribano
Carlos Escribano (i) y Pedro J. Navarro, durante la entrevista. FOTO | Yeli

¿Qué oportunidades le ve a la HOAC en el momento en el que estamos?

Pues esperemos que esta Asamblea General sirva para renovar el cómo afrontar lo que la HOAC tiene entre manos, que no es otra cosa que la evangelización del mundo obrero, que es evangelizar este mundo secularizado. Y ver, por tanto, qué pasos se pueden dar para no caer en la tentación de que la estructura condicione una cierta frescura en esas respuestas, frente a los argumentos de que siempre se ha hecho así. Se trata de no tener miedo a renunciar al corsé en beneficio de una necesidad que tiene la Iglesia y que ha puesto en las manos de la HOAC. Y tratar de responder, asimismo, a la iniciación de nuevos militantes, en la que se deberán tener en cuenta aspectos que tienen que ver con los procesos de formación, con herramientas y estilos adaptados a estos tiempos.

Papa Francisco y pontificado

Pero, en estos tiempos, y para esto, en la Iglesia tenemos a un gran maestro como Francisco, ¿no le parece?

Por supuesto. Creo que Francisco, desde el principio, ha sido muy intuitivo. Toda la herencia ha marcado su pontificado desde el principio con la Gaudete et exsultate, una exhortación programática que, conforme la vamos desarrollando, nos damos cuenta de la riqueza y de la potencia que tiene. Porque está todo incoado y desarrolla lo que es su programa, con una capacidad de síntesis. Es un documento inicial, que hay cosas que no terminan de entenderse, pero que luego va desarrollando con aspectos como el del acompañamiento. Ha sido capaz de recuperar una figura que estaba un tanto denostada pero que, en un contexto cultural como el actual, sin acompañamiento es imposible. Y luego está el hecho de que te genere una crisis pastoral, porque tú propones la realidad del acompañamiento y solo la encuentras en los movimientos y las asociaciones, porque lo tienen metido en su ADN, ya que es su modo de trabajar. Muchas veces, las iglesias diocesanas o parroquiales no estamos preparados para hacer un acompañamiento como se requeriría.

El pontificado de Francisco
va a marcar un período importante
de la vida de la Iglesia

¿Cuál es el legado que va a quedar del pontificado de Francisco? ¿Hacia dónde va a caminar la Iglesia?

El pontificado de Francisco va a marcar un período importante de la vida de la Iglesia y las improntas se tienen que asentar y, a veces, cuesta que lo hagan. Yo creo que ha dado un giro importante al timón y con una intención, además, que lo hace desde la vocación de la continuidad. Él no intenta la ruptura sino desde una adaptación a un contexto cultural que requiere un modo nuevo de situarse. Y lo hace al venir de América, porque la Iglesia latinoamericana está en otra tesitura, menos secularizada que la europea, y ha ido aprendiendo de nuestras propias carencias. Eso Francisco lo tiene muy interiorizado y por eso hace propuestas que se anticipan a elementos que son fundamentales. Yo creo que muchas de las propuestas que ha hecho no tienen retorno. El Espíritu dirá, el Espíritu juzgará, yo creo que esa es la clave, y será el que convalide todas las apuestas que el Papa ha hecho. Y su concreción, cosa que no es sencilla, porque supone una verdadera conversión pastoral.

¿Ha habido tanta oposición en la Iglesia como en algunos momentos ha parecido?

Hombre, habrá habido oposición, pero como también la hubo con Juan Pablo II o con Benedicto XVI. No todas las propuestas encajan de igual modo. Es evidente que ha habido cuestiones que han suscitado opiniones contrarias. Pero también es verdad que antes había opiniones particulares que se quedaban en un entorno muy reducido y ahora, con las redes, cualquiera opina, y su eco crece de manera exponencial. Pero yo también entiendo que muchas de las propuestas de Francisco se están asumiendo y la mayoría de los planes pastorales reflejan la experiencia del aterrizaje del Sínodo, la implantación de la Evangelii gaudium, la potenciación de Laudato si’, y yo creo que eso está en el entorno de todos.

Presencia de la Acción Católica

¿Cómo se hace frente a los recelos que existen frente a modelos como el de la Acción Católica, que en algunos momentos se plantea como algo del pasado, de otros tiempos?

Eso es cierto, pero es que las vicisitudes por las que ha pasado la Acción Católica a veces le crean una cierta fama. Las nuevas generaciones no han crecido al albor de la Acción Católica, con lo cual a veces hay un desconocimiento. A veces, los movimientos se asocian a personas concretas, que han podido acertar más o menos en las propuestas que han hecho. Es verdad que yo creo que hay que ser un tanto pragmático, ¿no? Tú debes tener claro cuáles son los objetivos que pretendes alcanzar y, al final, independientemente de las siglas, ver quién te proporciona un proceso para ello. Hay veces que si tú haces ese discernimiento te das cuenta de que hay elementos que forman parte de los movimientos de Acción Católica que pueden abrir un horizonte muy grande también en la vida de las parroquias. Y se trataría de ver cómo podemos integrar una cosa que es básica, como los equipos de fe y vida en una vida parroquial. Pues es como una Acción Católica, aunque no le llames como tal, y lo que buscas y lo que pretendes es eso. Uno debe tener claro hacia dónde quiere ir, quién ofrece los medios para conseguirlo, darte cuenta de que la Iglesia tiene una riqueza y que los propios movimientos van evolucionando y buscando caminos nuevos y se convierte en un servicio para la evangelización. Es verdad que eso cuesta proponerlo, que en ocasiones los prejuicios impiden aceptar. También es verdad que hay un relumbrón en nuevos movimientos y nuevas asociaciones que a veces, aparentemente, tienen más adeptos, porque proponen nuevas formas de evangelizar.

Las nuevas generaciones
no han crecido al albor de la Acción Católica,
con lo cual a veces hay un desconocimiento

Pero yo creo que el bagaje que nosotros tenemos en la Acción Católica es muy rico. Yo lo digo también por experiencia pastoral, tanto en Logroño como en Zaragoza. Cuando me planteo cómo consigo que haya equipos de fe y vida, cómo consigo la vocación bautismal como un camino de vida plena, cómo incorporo el acompañamiento de modo ordinario a la gente que vive en las parroquias… Esa es la Acción Católica, aunque le puedes llamar movimiento parroquial o como quieras, sí, pero en el fondo es ese trasfondo: son los laicos a los que tú acompañas para que sean apostólicos y sean evangelizadores con espíritu.

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¿En qué lugar queda la implicación en un sector o en un ambiente determinado, como hacen los movimientos especializados de la Acción Católica?

Sí, eso está claro, pero incluso en eso puede haber un aterrizaje en el tejido diocesano. Es decir, hay mucho que aprender de la propuesta de la Acción Católica, y eso también debe interpelarla a ella misma y a sus movimientos, en su apertura, en el sentido de recorrer nuevos caminos y a lo mejor no tenemos claro cuáles son, con una vocación de servicio. O sea, cómo puedo poner todo lo que tengo, que es muy rico, en lo que es la aproximación al mundo obrero, más allá de lo que puede ser un elemento que me constriña, porque a veces las estructuras nos pesan mucho. Y la tradición, en el mal sentido, también nos puede pesar demasiado.

Entonces ese tender puentes y romper muros también tiene que darse entre nosotros…

Yo creo que muchas veces es más fácil tener ese posicionamiento de apertura si los dos somos capaces de coincidir en una urgencia en la evangelización. Está claro que hay que evangelizar al mundo obrero y la metodología de la HOAC puede ser interesante. También que la autoevalúe la propia HOAC. En la asamblea de hace ocho años la opción que se hizo fue por el mundo obrero empobrecido, un elemento muy importante al que salir al paso y en el que se proponía también una reconversión de la propia vida personal, siguiendo a Francisco: conversión personal para la conversión pastoral. Pero también es verdad que, a lo mejor, reduce mucho el espacio, porque el mundo del trabajo es muy amplio, ya que, por ejemplo, está en los autónomos, en la gente de los hospitales, quienes están en los andamios… Por ahí debe de ir la reflexión con una gran creatividad como tiene la HOAC y con la seriedad y el rigor con los que lleva a cabo sus procesos.

¿Y cree que entre sus hermanos del episcopado existe esta misma visión?

Yo creo que todos tenemos urgencia en la evangelización y luego cada uno intenta buscar caminos que realmente sean un estímulo. A veces ese trabajo lo tenemos que hacer las comisiones, no en el sentido de facilitar esas fórmulas mágicas, no es la expresión, pero sí los elementos concretos que a veces ayudan a que se puedan establecer caminos. A veces nos cuesta entablar ese diálogo y masticar un poco el elemento antes de ofrecerlo, y eso tendría que ser también un trabajo que se pudiera hacer desde la Comisión en comunión con la Acción Católica.

Entrevista Carlos Escribano
Carlos Escribano (i) y Pedro J. Navarro. FOTO | Yeli

Futuro de la Iglesia: jóvenes y laicado

Además de esa necesidad en tender puentes dentro de la misma Iglesia, ¿hay preocupación en la renovación de la Iglesia? ¿Qué lugar ocupan los jóvenes?

Hay un problema en la renovación de la Iglesia porque es muy difícil la evangelización de los jóvenes sin contar con los propios jóvenes. Yo creo que esa es la gran clave, ¿no? Y es por donde hay que intentar acompañarlos para que descubran que tienen que ser auténticos evangelizadores. Hay muchos elementos que lo dificultan, pese a que también es verdad que hay jóvenes que son muy entusiastas. Ellos viven la experiencia de la fe desde cómo viven la experiencia del mundo. Para ellos el tema del sentimiento es un elemento que realmente les puede servir de entrada de vía de diálogo, y así poder entablar un primer encuentro. Pero luego hay que dar pasos más serios, porque si no, al final, el edificio no sostiene. Y yo creo que eso es un reto y aprendizaje también para la Iglesia. Ahora ha mutado lo que es la realidad de nuestros jóvenes, como toda la sociedad, y creo que ese tipo de retos nos tienen que apasionar, nos tienen que preocupar, pero, a la vez, nos tienen que ocupar e intentar dar respuesta, buscando alianzas con ellos. Los jóvenes son listos. Los jóvenes entienden perfectamente a lo que son llamados y muchos de ellos tienen un deseo real de evangelizar. Son minoría, pero es verdad que también pueden ser enormemente activos y ellos hablan el lenguaje que hablan los otros jóvenes, por lo menos los que están en su entorno. Hay que introducir en ellos una experiencia de misión, de misión real. Nosotros estamos con ese reto también en Zaragoza. Fuimos un grupo amplio a Lisboa, pero claro, la gracia es ahora cuando, a la vuelta, esa siembra fructifique, teniendo claro el proceso y que tienen que ser ellos los que evangelicen en el contexto en el que estamos viviendo. Y sin olvidar el rostro de las nuevas iglesias.

¿A qué se refiere con ese rostro de nuevas iglesias?

Ahora que estoy haciendo la visita pastoral en Zaragoza, y entiendo que a mis hermanos les pasará en sus diócesis, compruebo que hay una nueva Iglesia en Zaragoza que tiene rostro latino o rostro africano. Y no es que sea gente que viene a buscar una asistencia, no. Ya llevan años en España y compruebas que, en esas parroquias, los que están de catequistas, los que animan los cantos, los que llevan la liturgia… son latinos o africanos, especialmente en barrios populares donde han ido a vivir ellos. Hay parroquias donde el español es minoritario, que es la gente más mayor de la comunidad de siempre. Pero quien sostiene el día a día de la comunidad ya es la nueva Iglesia de Zaragoza. Y eso te hace situarte de un modo nuevo, porque sus jóvenes tienen el mismo problema que los nuestros, quizá con una mayor precariedad, con una situación más compleja. Yo creo que todo eso son un cúmulo de retos impresionantes que nos deben ayudar a la hora de analizar también las prioridades y ver cómo se abordan.

Hay un problema en la renovación de la Iglesia
porque es muy difícil la evangelización
de los jóvenes sin contar con ellos

En el momento que vive la sociedad española tan polarizada y de tanto enfrentamiento, ¿qué podemos aportar los laicos?

Yo creo que mucho. Es verdad que hoy, cuando tú te adentras para entablar un diálogo con la clase política o con la realidad social, te encuentras la ausencia de la síntesis de la fe con la vida. Es verdad que los movimientos a veces la dan, pero otras no. Una síntesis que también deberían dar las parroquias. La fe debe iluminar no solo la vida ordinaria, ya que en esa síntesis personal debía incorporarse también el conocimiento profesional. Porque eso te permite realmente entablar un diálogo con el contexto cultural y social en el que estás viviendo. En generaciones anteriores era una cosa como más establecida, tal y como recuerdo a mis padres o a sus amigos. Tenían una formación religiosa muy potente, con lo cual realizaban una síntesis que les servía para la vida construida socialmente. Cuando prestaban un servicio público lo hacían desde la perspectiva cristiana, a lo mejor sin definirla, pero sí la practicaban. Ahora, por el contrario, cuando buscas forjar equipos cuesta mucho encontrar a la gente que tenga hecha esa síntesis, no a gente con voluntad o ilusión, con lo cual a veces tienes que hacer un recorrido más largo. Porque si no encalla. No basta solo la buena intención que es necesaria, sino que deben tener claro hacia dónde hay que caminar y cómo hay que caminar, cómo hacerles propuestas. Una insistencia que hago muchas veces cuando me encuentro a personas con vocación política para la cosa pública es decirles que se empapen de la Doctrina Social de la Iglesia y hagan una síntesis personal. Hoy es verdad que no hay muchos católicos que por opción entren en política, pero los hay. Y sí, hay gente que ha entrado en política por su fe. Yo los conozco en todo el espectro. Gente que por fe está metida en política. Y habitualmente son excelentes políticos, discretos, con vocación de servicio.

Es el debate de la presencia creyente en la vida pública.

Por supuesto. Es un trabajo que debemos hacer como Iglesia. La presencia en la vida pública tiene que ser el de la presencia en el mundo del trabajo, el de la denuncia de situaciones de injusticia, pero también el diálogo con quienes ocupan puestos de responsabilidad en las instituciones. Hay momentos en los que estoy cansado, en los que la cruz pesa mucho, pero en general soy una persona que veo oportunidades, y creo que en este terreno las tenemos. Siempre he trabajado con el laicado, con jóvenes, durante siete años con la Acción Católica y ahora desde la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida, y creo que entendéis mucho mejor lo que se propone que nosotros, que somos más de sota, caballo y rey. Vivimos un tiempo en el que hay que aprovechar cualquier oportunidad que se presenta para trabajar juntos, y aunque a veces me han acusado de practicar la pastoral del limón, la de exprimir a los laicos, tengo claro que los grandes logros pastorales no los he podido alcanzar nunca sin vosotros, con experiencia de encuentro y de creatividad. Hay tantas oportunidades, que no debemos dejarlas escapar. •