Que a estas alturas de la película alguien califique de ‘mataos’ en Twitter a los vecinos de la Plataforma Pro Soterramiento de las vías del tren en Murcia es que no se ha enterado de nada. Que además lo haga quien ha sido alto cargo en gobiernos de Ramón Luis Valcárcel y cargo electo en el de Miguel Ángel Cámara (- por tanto, corresponsable de sus políticas) es una muestra de prepotencia y mucha soberbia. Si a eso se suma que se lo permite durante un acto de adoración a Mariano Rajoy, en calidad de formar parte de un club de empresarios o por su condición de profesora universitaria, pues ya está todo dicho.
Solo hay que estar muy agradecida por lo vivido o esperar recoger algún resto del naufragio que se aventura para actuar de esa manera desde el calentón de las redes sociales. Ni ha sido la primera ocasión, ni seguro que será la última, en la que tenga oportunidad de demostrar con esos argumentos y calificativos lo que piensa acerca de quien expresa su desacuerdo con las decisiones políticas y económicas que llevamos sufriendo más de veinte años en nuestra Región de Murcia.
Lo lamentable es que mucha gente piensa de esa manera. Estómagos agradecidos, cómplices de los desaguisados, de la corrupción y del desastre político, económico y moral que padecemos. Por acción o por omisión es mucho el caudal humano que ha permitido llegar a la situación que tenemos. No vale mirar hacia otro lado, como si esto no fuera con ellos. O con ellas. Y hay que estar demasiado afectado por la subjetividad o por la pasión de los colores políticos de uno para no ser capaces de atisbar una mínima duda, una mínima crítica, una mínima disensión, una mínima forma distinta de ver las cosas, que lleve cuando menos al silencio.
Llegados a este punto no me valen esas falsas posiciones equidistantes, amparadas en que otros harían lo mismo. O qué me dices de fulanico o menganico, de otros partidos, que también tienen por qué sonrojarse. Bueno, ¿y qué? Son excusas de mal pagador. No es de eso de lo que estamos hablando, sino de la responsabilidad de cada uno para ser cómplice con quiénes han tenido oportunidad de hacer unas cosas y han hecho otras. De aquellos que han mirado por los intereses de la tradicional burguesía murciana, con actitudes caciquiles, muchas veces adornadas de supuesto murcianismo y con tintes del nacionalcatolicismo, para llevarnos hasta el lugar en el que nos encontramos. De quienes han encubierto los desaguisados, les han dado visos de supuesta legalidad (jurídica, administrativa o social) y en el fondo han sido partícipes de todo ello.
Hablamos de quienes han permitido que el urbanismo se fabricara a la carta, se deterioraran los servicios públicos, se beneficiara a los amigos de lo ajeno, se contaminara el Mar Menor, se mantuvieran los desequilibrios territoriales, se edificara un mundo universitario y cultural endogámico sin cultivar la crítica y la innovación, se desarrollase una agricultura intensiva y voraz de agua al precio social y medioambiental que fuera o se apostase por los proyectos faraónicos en infraestructuras frente a los socialmente sostenibles y responsables. En definitiva, de quienes se encuentran en un punto del mapa de las decisiones con un mayor grado de responsabilidad que el común de los mortales, que el común de los ‘mataos’. Ese grupo de ‘mataos’ del que muchos formamos parte. A mucha honra.
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