Cada 9 de junio, cuando llega este día, os reunís en mi nombre en un teatro o auditorio y proclamáis a los cuatro vientos que os sentís orgullosos de ser murcianos, de haber alcanzado cotas de autogobierno nunca previstas y tal y tal. Apeláis al estado de las autonomías, a recordar aquel momento en el que los padres de la Región se reunieron en el hotel Conde de Floridablanca y sentaron las bases del Pacto de don José Moñino en el 78 para lo que hoy es una realidad: una comunidad uniprovincial con salida al mar (de eso hablaré un poco adelante), que ocupa parte de lo que fue un Reino, rodeada por otras tres pedazo de autonomías y con 45 municipios que muchas veces se miran de reojo porque, ¡tate! escucha que son distintos.
Pues sí, mis queridos pajaricos. Hoy se os llenará la boca de buenos deseos, en el contexto de un cambio de Gobierno en el Estado que mira tú si hace poco más de una semana alguien se imaginaba lo que podía pasar. El discurso de quien ocupa el antiguo Colegio de Jesuitas, junto a lo que fue el arrabal de la antigua ciudad musulmana, estará repleto de mensajes a Madrid, que si patatín y que si patatán para que no se olvide de las promesas que hizo un tal Mariano, esas que vienen de largo pero que a última hora algunos han creído que eran del país de nunca jamás. Más de uno sacará pecho para reclamar lo que creéis que os merecéis, pero amiguitos, quizá sea mejor callar que hacer de nuevo el ridículo.
Me tenéis un poco harta con ese papanatismo de opereta, ese orgullo murciano que blandís a menudo para esconder vuestras responsabilidades, echándole la culpa a otros por lo que tenemos, por lo que en realidad somos, y creemos merecer. Estoy cansadica de que no os toméis en serio el presente y el futuro de esta tierra. Porque mira que manda güevos, como dijera aquel gran estratega judicial de la Gürtel, que ha habido gente que decía desde hace mucho que nos cargábamos el Mar Menor, y la acusabais de antimurciana por querer hundir la agricultura y el turismo. Ahora resulta que vienen los del ministerio de Madrid, hacen un retrato de la realidad con los regadíos ilegales y el abuso de nitratos, amén de los desaguisados urbanísticos de promociones anunciadas a bombo y platillo, y zas en toda la boca. A callarse toca. Bueno, no es para tanto, venís a justificar, y ya está el lío montado otra vez.
¡Tengo una cansera!, que diría Vicente Medina, que ya estoy hartica de verdad. Que no sois capaces de poneros de acuerdo en casi nada, y ya vais siendo mayorcicos. Han pasado 35 años desde que el padre del Rey Felipe VI firmase el Estatuto y quedase promulgado como tal. Todo no ha sido malo, la verdad, pero ya está bien de poner palicos a la rueda, ¿no os parece? Un tren en condiciones (sin AVE con calzador), combatir de verdad la pobreza y la exclusión, luchar contra la precariedad y el abandono de las zonas rurales, promover un proyecto de presente y futuro para este millón y medio de personas a las que os cobijo y alimento? ¿Es tan difícil que os calléis un poco, dejéis de lanzaros puyas, y os miréis cara a cara para trabajar unidos? Creo que no es un imposible. Hacedlo por mí? porque en realidad lo haréis por vosotros y vosotras. Y si me queréis, como diría la Faraona, pues anda, irse a pasear un rato después del acto de hoy y pisad la tierra llena de murcianos de dinamita.
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